sábado, diciembre 25, 2010

ENTREVISTA CON EL PROFESOR LORENTE ACOSTA

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES. ENTREVISTA CON EL PROFESOR LORENTE ACOSTA


En el marco del I Congreso para el Estudio de la Violencia contra las Mujeres, celebrado los días 29 y 30 de noviembre en Sevilla, y coincidiendo con la concesión a la Fundación del distintivo “Igualdad en la Empresa”, entrevistamos a Miguel Lorente, un médico forense que hace años decidió profundizar y trabajar para la eliminación de la violencia de género. Hoy, mira al futuro con esperanza, aunque incide en la importancia de la implicación social para la eliminación de la desigualdad y, por ende, de la violencia hacia las mujeres



Fundación: ¿Qué le hizo adentrarse en esta temática? y ¿qué le motiva a seguir en ella?

M.L: Todo empezó como médico forense, cuando en el ejercicio de mi profesión comencé a ver a mujeres maltratadas que acudían a las consultas con lesiones mucho más graves que las que podía ver en otras ocasiones y, sin embargo, su actitud me llamaba mucho la atención porque, en lugar de culpar, reprochar o pedir responsabilidades al agresor, tenían una actitud avergonzada y llena de dudas; lo primero que hacían era hablar bien de él y disculparlo…

Entonces te comienzas a plantear qué hay detrás de todo esto y por qué se producen estas actitudes en los casos de violencia hacia las mujeres. Fue a partir de entonces cuando empecé a estudiar y profundizar sobre este tema y a darme cuenta de que el problema no estaba en las circunstancias personales sino en el contexto social.

En cuanto a las motivaciones que me hacen seguir, es sobre todo el que continuemos en una sociedad marcada por la desigualdad, que aprovechan los violentos para ejercer la violencia hacia las mujeres.

Fundación: Este año, sin haber finalizado aún, se han producido más muertes violentas que en 2009. ¿Qué cree que falla o falta, recursos, medidas legales o un poco de todo?

M.L: Falta un poco de todo, y es que la solución no está en actuar sobre determinados factores sino en que se produzca un cambio social y un cambio de mentalidad. Tenemos que detectar dónde están los problemas para intentar solventarlos a través de distintos instrumentos. Tenemos que seguir con la concienciación, con los recursos para que las mujeres tengan cada vez más confianza en la denuncia, para que cuando denuncien tengan mejor respuesta…

Lo que es una realidad es que en nuestro país existe aún mucha desigualdad, y esa desigualdad tiene que ser convertida para desaparezca la violencia.

Fundación: ¿Hasta qué punto cree que el varón de a pie se siente o no responsable de esta lacra social?

M.L: Se ve poco implicado. La mayoría de los hombres, un 70%, están en una posición neutral, esto significa que reaccionan de una manera crítica hacia la violencia de género cuando se produce una agresión grave, pero eso no es suficiente. Debe existir una actitud proactiva, en el sentido de que ellos deben verse como parte del problema pero, también, como parte de la solución. El no verse como tal contribuye a la pasividad social y a que muchos maltratadores utilicen a los hombres no violentos para camuflarse entre ellos. Por lo tanto, podemos decir que los hombres tenemos una doble responsabilidad, por una parte ser partícipes de una respuesta social y por otra, evitar que los maltratadores nos utilicen.

Fundación: ¿Podría mostrarnos su opinión acerca de los mitos y prejuicios que aún giran entorno a la violencia de género? En primer lugar: ‘Las mujeres también maltratan’.

M.L: Aunque hay mujeres que también ejercen violencia contra los hombres, esto no debe servir en ningún momento para justificar la violencia que los hombres ejercen contra ellas y que ha estado amparada muchos años por la sociedad. Esta forma de argumentar, con elementos que persiguen desvirtuar la realidad de la violencia de género, persigue criticar y desgastar los avances que se hacen en contra de la violencia.

Fundación: Segundo: ‘Los maltratadores son enfermos’ (alcohólicos, drogadictos o enfermos psicológicos).

M.L: Éste es un mito más de los que envuelven la violencia de género. Hay un porcentaje muy alto de la población que piensa que la violencia de género se debe a problemas conductuales, psicológicos o que todo es fruto del alcoholismo o la drogadicción, pero sabemos que no es así.

Esto se debe a que durante muchos años la sociedad ha negado la violencia de género, la ha ocultado y la ha hecho inexistente. Cuando finalmente ha trascendido, porque se han visto resultados como el homicidio o agresiones graves, hemos tenido que reconocer lo que es una realidad objetiva; pero, para no aceptar que es un problema general de la sociedad basado en la desigualdad, muchas personas se basan en argumentos fáciles que no hacen más que justificar al maltratador.

Fundación: Y tercero: ‘Denuncias falsas’

M.L: Cumple el doble objetivo de, por una parte, negar la realidad, dar a entender que está magnificada por las mujeres, y además lo hace de forma que termina responsabilizando de una falta de moral y ética a las mujeres, de manera que juegan con el mito de ‘la Eva perversa’, que defiende que el género femenino es perverso por naturaleza, que las mujeres intentan sacar el máximo partido de todas las situaciones, hasta el punto de falsear denuncias para perjudicar al hombre. Responde perfectamente al mito que hay aún en la sociedad de que la mujer es mala y perversa.

Fundación: A nivel europeo, ¿puede adelantarnos qué políticas se prevé implantar?

M.L: A nivel europeo estamos en una situación bastante buena porque España, durante su presidencia, hizo una serie de propuestas muy positivas, que finalmente fueron aprobadas todas en el Consejo de Ministros del 8 de marzo y que han permitido que se organice una Estrategia Europea en contra de la Violencia de Género.

Por primera vez hay un marco común en todos los países de la UE que va a facilitar la coordinación y la homogenización de las políticas en cuanto a la forma de combatir la violencia de género dentro y fuera de la Unión Europea. Otro avance es la creación de un observatorio de la violencia para que, una vez se conozca la realidad de cada país miembro, se actúe con herramientas eficaces para combatirla.

Fundación: Para finalizar, nos gustaría que enviara un mensaje esperanzador.

M.L: Debemos tener una actitud de total esperanza en este asunto. Tenemos por delante un camino difícil pero es, sin duda, más complicado permanecer en la violencia. Aunque es una situación que puede suponer algún prejuicio, frustración o desilusión para las personas que trabajan en ello, poco a poco estamos mejorando. Si no rompemos con los elementos que dan lugar a la violencia de género, al final lo que estamos facilitando es que esta lacra continúe en la sociedad, que haya mujeres que sigan sufriendo y que otras empiecen a hacerlo.

Creo, personalmente, que hemos empezado la cuenta atrás de la violencia de género, que con respecto al pasado se ha adelantado mucho en este tema y que debemos mirar al futuro con esperanza, pero no esperando que las mejoras ocurran solas sino de una manera activa y participando ese cambio.

martes, diciembre 07, 2010

DEFINICIÓN DE VIOLENCIA DE GÉNERO

La  Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la violencia de género, introduce por primera vez la perspectiva de género como análisis del problema social e incorpora el factor cultural como causa del fenómeno, dejando patente que la violencia de genero que contempla y que pretende combatir es una manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombre sobre las mujeres (hechos que alimentan la raíz misma de la violencia de género), ejercidas sobre estas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por una relación de afectividad aún sin convivencia.
Con posterioridad se han desarrollado diversas normas reglamentarias por parte de distintas Comunidades Autónomas donde se define el concepto de violencia de género como la situación discriminatoria manifiesta, de desigualdad y de relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres y que se ejerce sobre estas por el mero hecho de serlo. Comprende cualquier acto de violencia basado en género que tenga como consecuencia o tenga posibilidades de tener como consecuencia perjuicio o sufrimiento de la salud física, sexual o psicológica de la mujer, incluyendo amenazas de dichos actos, coerción o privaciones arbitrarias de su libertad tanto si se produce en la vida pública como privada.

jueves, noviembre 25, 2010

EL CONTACTO CERO EN LA VIOLENCIA DE GÉNERO

El contacto cero es un término que puede valer para definir aquella situación en que el contacto con otra persona, en cualquiera de sus formas, es absolutamente nulo, inexistente.
Lo venimos utilizamos desde hace ya algún tiempo, para dar a entender de forma clara y breve que es un método muy efectivo, muy práctico en aquellos casos en que una mujer desea poner fin a la relación. En esos casos en que a la mujer le cuesta dejar a la pareja, que no sabe como hacerlo, que tiene una fuerte dependencia, que no esté segura y anda confundida, que cree que lo quiere, o que la situación tiene arreglo, que pueden quedar como amigos, etc.  ha de saber que debe pasar, necesariamente por cortar radical e inmediatamente todo trato con él, sin dar ni la más mínima opción, ni posibilidad a ningún tipo de contacto: ni telefónico, ni escrito, ni visual, ni a través de otras personas. Es decir, de ninguna manera. El contacto ha de ser nulo, ha de ser cero. Dicho de otro modo, es necesario "borrarlo" de tu vida, ya que si se deja la más mínima fisura entre ambos, él, insistentemente, volverá a “colarse” y ella volverá a darle otra oportunidad que para lo único que vale es para reiniciar el ciclo de la violencia y correr riesgos.


El término CONTACTO CERO, ni está establecido, ni reconocido oficialmente por nadie, ni corresponde a ninguna campaña contra la violencia de género. Es simplemente una frase hecha,  muy efectiva para aplicar en situaciones de violencia machista. Surgió de forma espontánea en un foro específico de malos tratos que yo frecuentaba. Lo alegué, en una de mis respuestas, a una consulta planteada, porque me resultaron dos palabras que encerraban la clave para poner fin a este tipo de situaciones y otra compañera de foro consideró la definición muy práctica y comenzó a utilizarlo. A partir de ese momento, todas lo aplicamos.
Posteriormente, se ha ido extendiendo por otros muchos sitios, aunque no siempre en el contexto pretendido.
Es algo que no tiene demasiada importancia, pero quería hacer esta puntualización.



                                                                                               

sábado, noviembre 20, 2010

ANTES DE SER ASESINADAS, por José Antonio Burriel

ANTES DE SER ASESINADAS

Otro asesinato machista más, esta vez en Sevilla, ha teñido de sangre a la sociedad, porque la sangre de las mujeres asesinadas cae sobre la sociedad y reclama una respuesta más enérgica y eficaz para acabar con esa violencia machista, que este año se ha cobrado más victimas que el año pasado.
Y una vez una historia parecida a la de la inmensa mayoria de los mujeres asesinadas este año: malos tratos anteriores, lesiones y ausencia de denuncias. Un medio de comunicación tituló un reportaje de este modo: muertas antes de asesinadas. Y este es el problema crucial de las noticias sangrientas de asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas: una historia de golpes, humillaciones, esclavitud, “muerte para la vida y la dignidad”. ¿Denunciar?
Las instituciones oficiales volverán a llamar la atención sobre la necesidad de denunciar para poner en marcha las medidas de protección. Hay que examinar a fondo las reticencias a denunciar por parte de las mujeres maltratadas. Solamente ese examen profundo nos permitirá arbitrar medios eficaces de protección incluso anteriores a la denuncia. Insistir en la necesidad de denunciar sin ofrecer medios e instrumentos para que las mujeres maltratadas se decidan a ello, me parece campaña baldía.
Y las mujeres son reticentes a denunciar porque dentro de ellas permanece la perplejidad entre defender sus derechos como persona y defender la familia y los hijos. Facilitemos a las mujeres maltratadas el consejo y el asesoramiento para la solución de sus dudas, y hagámoslo sin la perentoriedad de exigir una denuncia oficial.
Y las mujeres son reticentes a denunciar porque tienen recelo de que se les tache de falsarias o que procuran encontrar atajos para la separación o beneficios sociales y económicos. Es precisa una actuación enérgica contra quienes andan empeñados en una campaña maledicente sobre las denuncias falsas de las mujeres. Hay que exigirles pruebas fehacientes, y si carecen de ellas, que la justicia actúe con todos los medios a su alcance. Hay que hacer llegar a la toda la sociedad que se esta haciendo daño a las mujeres con “la falsedad de las denuncias falsas”.
Y, siendo las mujeres reticentes a denunciar, activemos los Servicios Sociales –mayor profesionalidad y eficacia- para que pongan en marcha alertas y detecten la existencia de maltrato hacia esta o aquella mujer. Es posible, pero, por desgracia, el silencio de actuaciones de los distintos organismos sociales de atención a la mujer en los casos de asesinato esta presente. Hay que publicar, hay que realizar estudios e informes, hay que formar…¡hay que actuar dia a dia, barrio a barrio, calle a calle!
Y, ante la reticencia de las mujeres a denunciar, los familiares, amigos, compañeros y vecinos tienen que dar un paso al frente: que alerten a los organismos competentes de la existencia de malos tratos. Que no se les exija presentar una denuncia formal, pues tal exigencia impide, en muchos casos, un paso al frente


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domingo, agosto 29, 2010

COMO AYUDAR A UNA MUJER QUE ESTÁ SIENDO MALTRATADA, de Mª del Mar Pérez

Puedo asegurar que si ella realmente no quisiera ayuda, ustedes no sabrían absolutamente nada de su situación. El simple hecho de que ustedes sepan algo es suficiente para saber ya que ella está pidiendo ayuda a gritos, aunque no se atreva a decirlo claramente, ni a dar el paso ella misma. Dar a conocer, o dejar que se note, lo que está pasando, es la forma en que yo misma pedía ayuda, con la esperanza de que alguien hiciera lo que yo sola no podía por mil razones (la más importante, que estaba enamorada de él). No es que buscara que otros lo denunciaran ni mucho menos, porque ni sabía lo que eran los malos tratos, ni existía la Ley que hay ahora. Lo que yo quería era que alguien que se diera cuenta de que él me estaba haciendo daño, se lo hiciera ver a él, y me defendieran, me dieran la razón, y le dijeran a él que yo no era mala ni estaba loca. La mujer que ahora les preocupa a ustedes necesita ese tipo de apoyo. Explico:

Cuando él la va engatusando para llevarla a su terreno (revisen la teoría del ciclo de la violencia, “fase de luna de miel”), le da a ella la atención y el cariño que hacen que ella crea que él la quiere, y ella se siente arropada, querida y sobre todo, segura. Al menos, al principio. En esos momentos, cualquier cosa que ustedes le digan a ella, por mucho que ella sepa que tienen razón y que en el fondo lo agradezca, no les va a hacer caso. Porque en ese momento, ella de verdad se está esforzando por creer que no es una estúpida, que de verdad están ambos enamorados, y que todo el dolor que ha sufrido es nada en comparación con esto tan bonito que está viviendo ahora. Es algo así como re-encontrar un sentido a la relación. Es decir “no soy tan tonta como para estar con uno que no me trate bien ni me humille, esto de ahora es la verdad, esto es el motivo de por qué estoy con él, así es como deberíamos estar, esto es lo que quiero, ¿ven como sí me quiere?, no me lo estropeen, porque no quiero volver a pasarlo mal, quiero conseguir que esto sea así de bonito para siempre, y lo voy a conseguir”.

Pero, como ustedes y yo sabemos, eso no es la verdad, no es lo real, es la mentira que él quiere que ella crea, para tenerla comiendo de su mano. Y en cuanto él empieza a notar que lo está consiguiendo, empieza a exigirle más. Quiere controlarla totalmente, y empieza a aprovechar que ella está sumisa, para modificarla a su manera: le quita las amistades que a él le estorban, convenciéndola de que “son los que impedirían que su historia de amor fracasara y volviera la parte mala”. Le dice cómo vestir, cómo peinarse, de qué color llevar el pelo, le dirá si quiere verla maquillada o si prefiere “su belleza natural”, etc. etc. Su objetivo, recuerden, es anular su voluntad y conseguir el control total sobre ella. Hacer de ella su muñeca, su robot, su sirvienta, su lo que él quiera. Y nunca estará satisfecho, porque si él pudiera, no la dejaría respirar sin su permiso. Siempre quiere más, y más y más. Y llegará un momento en que le molestará algo que no consigue cambiar o controlar como él quiere, y explotará.

En cualquiera de estas dos fases (tensión y explosión), es cuando ustedes pueden y deben dirigirse a ella. Preferiblemente en la primera, para evitar que llegue la explosión, que es muy peligrosa siempre.

La forma en que ustedes se dirijan a ella, será lo que consiga que ella salga de donde está, uniéndose a ustedes, o por el contrario, se sienta acusada, y busque refugio junto a él, porque, aunque parezca paradójico, es una forma de pensar que si se une a él, él no la atacará, sino que la defenderá de ustedes. Es algo complejo. Por una parte, es una forma de negarse una realidad dolorosa (no, no es verdad, él sí me quiere mucho), y por otra parte, es miedo (no, si me uno a ustedes a saber de qué sería capaz él, me va a odiar, y yo no quiero que me odie, sino que me vuelva a querer mucho, como cuando estábamos bien). Y luego, está la parte de lo que él le haya dicho para prepararle la cabecita, para cuando ustedes empezaran a querer “robársela”: que no quieren que sea feliz, que la tratan como a una niña, que no la dejan vivir su amor, que son unos envidiosos, que les tienen manía a ellos dos, que la odian, etc. etc.

Por lo tanto: no le digan a ella lo que debe hacer hasta que ella pregunte. Pero sí aprovechen, cada vez que ella les cuente algo, para preguntarle “¿cómo te sientes?”. Escúchenla. Díganle que la comprenden, pero que sea ella la que hable. Dénle la razón, no la juzguen, no le digan que ella se lo ha buscado, que ustedes la advirtieron, que ella es la que debe pararlo y ponerse en su sitio… No la hagan sentirse culpable, pero tampoco le digan nada malo de él, sino hagan que ella misma lo diga.

Recuérdenle qué le gustaba antes de conocerlo a él. Refuércenle su auténtico “yo”: sus gustos, sus aficiones, sus amistades. No lo que hace ahora, sino antes de conocerlo a él. Un cd de la música que le gustaba, por ejemplo. Díganle cosas bonitas. Es importante que no caiga en la trampa de creer que el único que la quiere y que se preocupa por ella y le gusta cómo es, es él. Ésa es la batalla, la guerra. Tiene que darse cuenta de que ustedes sí la quieren a ella, sin pretender cambiarla, porque les gusta cómo es en realidad. Refuércenle eso mucho. Y no la dejen sola. Presiónenlo a él, no a ella.

Y eso sí, pongan sobre aviso a los servicios sociales, a la policía si un día llega más tarde de lo habitual, etc. Vayan sentando precedentes (papeles, denuncias, etc) aunque ella no lo sepa. Es una forma muy importante de protegerla.

No, ella no se va a separar de ustedes, ya lo verán. Le pueden estar salvando la vida, recuérdenlo siempre.

El tema de la denuncia puede esperar, si es ella la que va a denunciar. Pero si va a denunciar otra persona, no tiene que haber más espera. Lo que hace falta es que ella se dé cuenta realmente del peligro que corre, y de que ese chico le está haciendo daño, que la está destruyendo, y que no es “sin querer”.



sábado, agosto 21, 2010

MITOS SOBRE VIOLENCIA MACHISTA, J.A. Burriel

En la última de las encuestas realizadas por la Delegación Especial del Gobierno contra la violencia de género aparecen presentes explicaciones que los ciudadanos dan en torno a la violencia de género, a las agresiones de los maltratadores hacia sus parejas. Así, un tanto por ciento elevado de los encuestados atribuye a las drogas, al alcohol y a los problemas psicológicos la agresión a las mujeres. Una experta en el tema de violencia de género ha manifestado su sorpresa ante la pervivencia de tales explicaciones.
Vayamos por partes. Tales explicaciones son conocidas como “mitos entorno a la violencia machista”. Unas explicaciones que pretenden explicar –cuando no justificar- la violencia machista. Si el hombre pega es porque es alcohólico, drogadicto o enfermo mental, no lo hace como manifestación e instrumento de dominación a la mujer, sino por enfermedad o adicción. Se obvia, por consiguiente, la causa y raíz de la violencia de genero: el machismo, el pensamiento que considera superior al hombre sobre la mujer, y la supeditación de esta al varón.
Resultado de esta pervivencia de los mitos, pervivencia alentada por los grupos machistas que se resisten a la igualdad: no hay que erradicar el pensamiento patriarcal-machista, tal pensamiento no es sino una invención de la mujer para “descabalgarlos” del poder “conquistado a lo largo de la historia”. Y añaden: no todos los hombres son alcohólicos, drogadictos o enfermos mentales, luego no existe una causa y raíz ideológica.
Y que nadie viva en las nubes, sino con los pies bien asentados en el suelo: el pensamiento machista pervive en la educación, en las conductas, en la sociedad. Y por parte de muchos grupos –perfectamente organizados- no hay interés alguno en erradicar ese pensamiento machista. Mientras pervivan “los mitos”, mejor que mejor; claro que para ellos, no para las mujeres, ni para la sociedad. Por cierto, que esos mismos “grupos” son los que lanzan el bulo, rumor o mentira de las denuncias falsas: la mujer es perversa y pretende, mediante el insidioso y maledicente ejercicio de la Ley, perjudicar al hombre. Y esos mismos grupos van un poco más lejos: deroguemos la Ley Integral como injusta para los hombres y dañina para la sociedad.
O nos tomamos en serio la educación en la igualdad, o habremos perdido la batalla. Pero no con “empastes” o “tiritas”, sino seriamente con rigor y a fondo.

José Antonio Burriel

miércoles, julio 21, 2010

SOLO EL 5% DE LOS AGRESORES QUE ACUDEN A TERAPIAS ABOLEN SUS CONDUCTAS AGRESIVAS, por Andrés Montero.

TERAPIA PARA MALTRATADORES

CÓRDOBA. -¿Cuáles son los ejes para desactivar la conducta de un maltratador?

De entrada, los programas tienen que tener los componentes necesarios para que se erradiquen, uno por uno, los componentes que conforman la conducta de violencia: mental, coginitivo, (hay una serie de modelos mentales que contribuyen a legitimar la violencia que está ejerciendo), componente fisiológico-emocional, conductual. Y, además, tienen que tener un componente de género. La violencia es una conducta instrumental dirigida a conseguir un propósito de desigualdad,

¿Por qué ocurre esto en una sociedad tan avanzada?

En chicos universitarios es preocupante la cifra de maltratadores. Es elevada la tasa entre chicos criados en la era de Internet, en parámetros de modernidad. Si eso es así, quiere decirse que se siguen transmitiendo valores que facilitan, por lo menos, la presencia de violencia en las relaciones interpersonales intergénero. Esas claves sociales se siguen transmitiendo. Por mucho que eduquemos a los niños, si no educamos a los papás y mamás, seguimos igual.

¿Cree en la rehabilitación efectiva del maltratador?

No es una cuestión de creencias, es de hechos. Si el plan se diseña bien y responde a todos esos componentes, si tiene el tiempo necesario y los recursos oportunos, tiene altas probabilidades de funcionar. Hay programas que sólo inciden en el control de la ira, sin atender al resto de componentes.

¿Qué porcentaje de éxito de rehabilitación hay para el agresor?

Los programas que se están aplicando tienen entre un 40 y un 60 por ciento de éxito terapéutico. Esto no significa que los planes aplicados tengan el 50 por ciento de éxito entre toda la población de maltratadores, sino de aquéllos que se someten voluntariamente a las terapias de rehabilitación, que son, a su vez, el cinco por ciento de los agresores a mujeres.

Fuente: ABC - Andalucía


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sábado, julio 03, 2010

CARTA A UNA MUJER MALTRATADA

Mujer… 
Tú ya lo conoces y sabes lo caro que se paga contradecirle. No busques la lógica en su comportamiento, no busques más razonamientos porque el propio maltrato es su lógica y su razón de ser. Es más, a estas alturas ya no debería asombrarte su comportamiento tiránico y canalla. 
Viniendo de él, no esperes jamás otra cosa que no sea la continua manifestación de su maldad infinita, ni  te asombres de lo que te haga llegar, porque su cometido no es otro que someterte. Digamos que vive para ello,  que se alimenta de ello. Y lo llevará a cabo sin reparar ni en el fondo ni en las formas,  aunque se juegue la vida.  
Y esto es así porque lo contrario, es decir, no conseguir el control y el dominio sobre tí,  le produce una profunda frustración, una gran asfixia. Es un atentado contra su hombría. 
Si eres capaz de entender este mecanismo, sufrirás mucho menos y sobre todo, entenderás lo inútil que esperar el cambio que nunca llegará. 
No le des la satisfacción de que consiga el objetivo de dominarte. 
Es inútil cualquier intento por tu parte de “entender” la situación. No podrás y habrás agotado todas tus energías, toda tu fuerza, toda tu voluntad y te vencerá tanta frustración porque solo obtendrás lo mismo repetido.
Es mucho más práctico que el cambio se produzca en ti, que comiences a ver las cosas de forma diferente.  Es mucho mejor que canalices tu energía interior hacia ti misma, que inviertas en ti, en vivir o en sobrevivir, en quererte, en crecer, en convertirte en una mujer tan fuerte, tan poderosa, con tanta firmeza que seas capaz de ver su maldad como lo que es, como la patética reacción de un vulgar maltratador.
Tu cambio, hará de ti una mujer tan fuerte, que ya no te queden fisuras por donde pueda colarse ni un soplo de sus perversas  intenciones. 
Es un aprendizaje, inténtalo, poco a poco, a pequeñas dosis, verás como lo consigues.
Cuídate y recuerda siempre que lo que consigas no solo será un logro personal, sino que se hará extensivo, tendrá una proyección automática hacia todas las mujeres, algo de lo que algún día, te sentirás muy orgullosa.

jueves, junio 24, 2010

ANTE LOS ULTIMOS ASESINATOS MACHISTAS, por José Antonio Burriel

ÚLTIMOS ASESINATOS MACHISTAS

Brutal asesinato en Almería –esposa e hijo menor- por parte del marido y padre y el asesinato a puñaladas de una mujer en Girona a manos de su pareja –hace unos días otra mujer fue asesinada, también a puñaladas, por su marido en la misma localidad-, que se unen a otros tres asesinatos machistas en los últimos días, han hecho saltar las alarmas en la sociedad. ¿Que esta ocurriendo?
En primer lugar, esta ocurriendo que erradicar la violencia machista de nuestra sociedad va a llevar muchisimo tiempo. Siglos de machismo, de dominio del hombre y sumisión de la mujer, violencia consentida en la sociedad, no terminan ni con una ley, ni con muchas leyes ; es precisa la educación en la igualdad, el firme rechazo social de cualquier manifestación de violencia machista.
Ocurre que solamente cinco de las mujeres asesinadas habían presentado denuncia, por lo que el sistema de protección judicial no se había podido poner en marcha. Ocurre, asimismo, que la protección judicial de las mujeres que así lo han pedido, resulta difícil en ocasiones -y por muchos motivos- e ineficaz en otras por falta de efectivos de protección. ¿Por qué no habían denunciado previamente las otras mujeres, 27 de las mujeres asesinadas?
La investigación judicial debe ser profunda. Conocer las causas, y la existencia de anteriores malostratos, de los asesinatos, averiguar, en lo posible, porque no se había denunciado el maltrato, la violencia machista, puede ayudar: a las mujeres para advertirlas que deben denunciar el maltrato, y hacerlo con prontitud, solamente así, podrá ponerse en macha el mecanismo judicial de protección; a la sociedad para seguir impulsando que los ciudadanos –máxime el entorno mas próximo- den un paso al frente y adviertan a las autoridades de la existencia de un posible maltrato.
También los Servicios Sociales de las ciudades y municipios donde se han producido los asesinatos deben poner en marcha una investigación. ¿Para que? Para determinar si se ha podido hacer algo mas, si se han podido poner en marcha diversas alertas acerca de la situación de la mujer. No hay que esperar a que una mujer acuda a advertir a los Servicios Sociales –no hay que olvidar a los Servidos Sanitarios tienen protocolos eficaces para detectar la existencia del maltrato, maltrato que deben comunicar a la autoridad–. Hay que poner en marcha todo tipo de alarmas para detectar preventivamente el maltrato. Quizás en las grandes ciudades sea esto difícil, pero no lo es en municipios y localidades con menor población. Y existen protocolos y otros tipos de documentos que permiten la detección de posibles situaciones de riesgo.
Y así como la autoridad judicial y la policía no puede poner en marcha procedimientos de protección sin la correspondiente denuncia, los Servicios Sociales si pueden actuar: informando a la mujer de sus derechos; ofreciendo a las mujeres ayuda psicológica para que decidan una solución para su problema; e incluso advirtiendo, a la autoridad judicial, cuando el peligro sea palpable, y así lo dice la Ley de la Orden de Protección.
Criticar la Ley Integral y afirmar que es ineficaz, no es solución para hacer que el avance en la lucha contra la violencia machista. Cierto es que hay que introducir algunas reformas en la Ley. Pero cierto es que la sensibilización social es pieza clave. Y cierto es que la especialización de todos los agentes sociales cercanos al problema debe acrecentarse, pues solamente conociendo a fondo la problemática de la mujer ante la violencia machista se esta en condiciones de ayudarla y ofrecerle medidas oportunas. La mujer debe saber que. Cuando acude a los Servicios Sociales se le va a comprender, que no solamente se le va a empujar a denuncia, sino que se le va a ayudar en tanto toma la decisión definitiva. La autoridad judicial inicia su procedimiento con la denuncia. Los Servicios Sociales puede hacer mucho por la mujer sin esperar a la denuncia.
                                                                Jose-Antonio Burriel

lunes, junio 14, 2010

ENTRE TODAS LAS MUJERES por Jaime Poncela


ENTRE TODAS LAS MUJERES

Si cada tres meses murieran en la calle 20 personas destripadas por la ETA, reventadas por la droga, agujereadas por las balas de un borracho o rotas por las hostias de un facha o de un rojo, este país nuestro estaría en pie de guerra.
Pero como las que se mueren de veinte en veinte cada tres meses son las mujeres, aquí no pasa casi nada. Las mujeres del mundo siguen siendo carne de cañón y de titular, estadísticas de Bibiana, pliego de cordel, muerte de cuneta, parqué ensangrentado y titular ajado que envuelve el bocadillo.
Mujeres muertes de tómbola de locos, de seres mal medicados, que no saben vivir ni beber, que creen matar su mala suerte matando a quien fue su salvavidas un día en el altar, en la salud y la enfermedad y hasta que su muerte nos separe.
Entre todas las mujeres, entre esas mujeres que van a la compra, que aman, que se preñan, que paren, que besan, que perdonan, que aguantan, que callan ante la poli, hay veinte que son asesinadas por tipejos de mirada vidriosa, que seguramente se mean en la cama, que quieren ir con su mamá, que no tienen más discurso que el comentario de un penalti en la barra del bar, ni más filosofía que la de te doy dos patadas.
Esos son los autores y ellas son las víctimas. Y en cada cama se cuece una tragedia que no adivinan ni los vecinos precavidos, ni los parientes avisados, ni los hijos/as amedrentados/as.
Esta sociedad de la arroba (@) para lo políticamente correcto, de los ministerios de igualdad y de los discursos de mitin de domingo con cazadora y camisa de cuadros, tiene aún mucha *** en las uñas, mucha sangre seca de mujeres, de entre todas las mujeres, que llenan morgues y titulares de una desesperación civil y femenina que ha de meter miedo a toda esta sociedad, a la de ellas y a
la de ellos.

domingo, junio 13, 2010

LA COMUNICACIÓN PERVERSA

LA COMUNICACIÓN PERVERSA

En su obra "El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana" la psiquiatra Marie F. Hirigoyen describe un inventario de estrategias que el perverso destina a hundir la imagen del otro y a revalorizarse a sí mismo. Algunas de estas estrategias son las siguientes:

1 . Rechazar la comunicación directa. La persona perversa no practica la comunicación directa porque «con los objetos no se habla». Como no habla, impone una imagen de grandeza y sabiduría. Rechazar el diálogo es una hábil manera de agravar el conflicto haciéndolo recaer completamente en el otro. A la víctima se le niega el derecho a ser escuchada. Quien rechaza el diálogo quiere decir, sin palabras, que el otro no le interesa o que no existe.

2. Deformar el lenguaje. Cuando los perversos hablan con su víctima adoptan una voz fría, insulsa y monocorde, que desencadena el miedo y pone al otro en vilo. El perverso se expresa sin tonalidad afectiva y en sus palabras asoman la burla y el desprecio. Utiliza mensajes vagos e imprecisos que generan confusión. Luego, elude cualquier reproche diciendo simplemente: "Yo no he dicho esto». Al utilizar alusiones, transmite mensajes sin comprometerse. Como sus declaraciones no responden a una relación lógica, puede sostener a la vez varios discursos contradictorios.

3. Utilizar el sarcasmo, la burla y el desprecio. El desprecio y la burla dominan la relación del perverso con el mundo exterior. El desprecio afecta al compañera odiado, a lo que éste piensa y hace, pero afecta también a su círculo de relaciones. Según M. F. Irigoyen, para desestabilizar a otro, basta con:

- Burlarse de sus convicciones, ideas políticas o gustos.
- Dejar de dirigirle la palabra y ridiculizarlo en público. - Ofenderlo delante de los demás.
- Privarlo de cualquier posibilidad de expresarse.
- Hacer guasa con sus puntos débiles.
- Hacer alusiones desagradables, sin llegar a aclararlas. - Poner en duda sus capacidades de juicio y decisión.

4. Mentir. En lugar de mentir directamente, el perverso utiliza un conjunto de insinuaciones y silencios, para crear un malentendido que luego pueda explotar en beneficio propio. Utiliza mensajes incompletos o paradójicos. A los perversos les importa muy poco qué cosas son verdad y cuáles son mentira: lo único verdadero es lo que dicen en el instante presente. Envuelven su historia con un gran halo de misterio: se trata de ocultar para mostrar sin decir.

5. Utilizar la paradoja. En la agresión perversa, advertimos un intento de desquiciar a otro, haciéndole dudar de sus pensamientos y afectos. En un nivel verbal se dice una cosa y en el nivel no verbal se expresa lo contrario. El discurso paradójico se compone de un mensaje explícito y de un mensaje sobreentendido. El agresor niega la existencia del segundo. El discurso paradójico no es fácil de identificar y sume al otro en la perplejidad.

6. Descalificar. La descalificación consiste en privar a alguien de todas sus cualidades. Hay que decirle y repetirle que no vale nada hasta que se lo crea. Al principio esto se hace de un modo soterrado: miradas despreciativas, insinuaciones, alusiones desestabilizadoras, observaciones desagradables, críticas indirectas que se ocultan detrás de una broma.

7. Divide y vencerás. El placer supremo del perverso consiste en conseguir la destrucción de un individuo por parte de otro y en presenciar ese combate del que ambos saldrán debilitados y que, por lo tanto, reforzará su omnipotencia personal. En una empresa, esto se traduce en cotilleos, insinuaciones, privilegios y preferencias que se otorgan a un empleado y no a otro. Se trata de hacer correr rumores que, de una manera imperceptible, herirán a la víctima, sin que ésta pueda identificar su origen.

8. Imponer autoridad. El discurso perverso establece un funcionamiento totalitario, basado en el miedo y procura obtener una obediencia pasiva: la víctima debe actuar tal como lo espera el perverso. El espíritu crítico deja de ser posible. La víctima existe en la medida en que se mantiene en la posición de doble que se le asigna. Se trata de negar y aniquilar cualquier diferencia.

                                                                                                               

martes, marzo 23, 2010

JULIA, OTRA MUJER ASESINADA


JULIA, OTRA MUJER ASESINADA


Lágrimas, condolencias, flores, lamentaciones, fotos, declaraciones, mensajes en pancartas y discursos repetidos y si hace falta también los lacitos blancos… Pero tú y yo sabemos lo que es padecer la más amarga de las soledades, el peor de los desamparos, el más triste abandono. Tu y yo sabemos que cuando una mujer es víctima de malos tratos no solo es víctima por estar en el punto de mira de un machista violento, canalla, obstinado y perverso, no solo se es víctima de un personaje falso y traidor, de maldad en vena y sin reinserción posible…
Se es víctima además de una legislación que a pesar de haber sido elaborada a golpe de muertes, se aplica con timidez, una legislación pobre en recursos e incompleta y es, desde luego, una legislación ineficaz….
Y también de la Justicia, que a fuerza de ser asépticamente justa, puede llegar a sentenciar a una víctima a la condena eterna de la muerte. Porque tú y yo sabemos que desde el ilustre sillón de Su Señoría es imposible conocer hasta donde es capaz de maquinar la mente perversa y retorcida, los bajos y miserables instintos de un vil maltratador.
Y víctima de unas instituciones tan politizadas como ineficaces, ancladas en una peligrosa pasividad, de espaldas a la realidad y carentes de un auténtico compromiso con las necesidades de la mujer actual unas instituciones de una irresponsabilidad que hacen estremecer.
Y víctima en fin de una sociedad que se cree avanzada, que se cree moderna y progresista y no se reconoce enferma de un machismo tan descarado y tan cruel que en peligroso juicio paralelo sigue culpando y condenando a la víctima como única responsable, mientras que con frivolidad e indiferencia, sigue mirando para otro lado.

Julia…. donde quiera que estés, descansa en paz, mujer, aquí te recordamos y seguiremos luchando por tu causa que es también la nuestra.



                                                                                                   

domingo, febrero 28, 2010

CUANDO SE ES VÍCTIMA

“Cuando una mujer es víctima de malos tratos no sólo es víctima por estar en el punto de mira de un machista violento, obstinado y perverso, no sólo es víctima de un personaje embaucador, falso y traidor, de maldad en vena y sin reinserción posible…Se es víctima además de una legislación que a pesar de haber sido elaborada a golpe de muertes, se aplica con timidez, una legislación pobre en recursos e incompleta y es, desde luego, una legislación ineficaz.

Pero también lo es de la Justicia, que a fuerza de ser asépticamente justa, puede llegar a sentenciar a una víctima a la condena eterna de la muerte. Porque desde el ilustre sillón de Su Señoría es imposible conocer hasta dónde es capaz de maquinar la mente perversa y retorcida y canalla, los bajos y miserables instintos de un vil maltratador.

Y víctima de unas instituciones tan politizadas como ineficaces, ancladas en una peligrosa pasividad, de espaldas a la realidad y carentes de un auténtico compromiso con las necesidades de la mujer víctima, unas instituciones de una irresponsabilidad que hacen estremecer.

Y víctima, en fin, de una sociedad que se cree avanzada, que se cree moderna y progresista y no se reconoce enferma de un machismo tan descarado y tan cruel que en peligroso juicio paralelo sigue culpando y condenando a la víctima como única responsable, mientras que con frivolidad e indiferencia, sigue mirando para otro lado.”

jueves, febrero 18, 2010

EL EFECTO BONSAI

(Según una idea original del médico forense y profesor Miguel Lorente Acosta)

Un bonsái no es un árbol que no crezca, sino un árbol al que se le impide crecer.
Es su cultivador quien al mismo tiempo que lo riega y lo cuida con esmero para mantenerlo vivo le recorta ramas y raíces, manipulando su crecimiento natural a su capricho absoluto.
Porque el verdadero placer está en que crezca bajo el control de sus manos y de su imaginación. Y así obtiene su resultado óptimo, así consigue “su obra”. 
Si a un bonsai lo sacamos de su pequeña maceta y lo plantamos en el jardín, se muere, porque ni siquiera tiene raíces para profundizar buscando agua en el suelo.
Tenemos por tanto que la persona que va “destrozando” la planta es la misma persona que le permite que siga viva.
Esto es lo que hace el maltratador.
Cuando su pareja intenta crecer como persona, él se encarga de podar, de recortar, de impedir su desarrollo y crecimiento natural, pero al mismo tiempo da las justas dosis de cariño para mantenerla a su lado. La propia mujer se nota impotente, pero como recibe lo que necesita para seguir viviendo, crea una relación de dependencia. Depende de la misma persona que la anula. Y llega a creer que sin él no va a poder vivir.
Para poder desarrollarse, para poder crecer, necesita un proceso de adaptación.

domingo, febrero 14, 2010

LAS MUJERES VICTIMAS DE VIOLENCIA NO MIENTEN

Los jueces desmontan el mito de las denuncias falsas

Fuente:Martes 12 enero 2010.
Levante.emv 10-11-2009
RAMÓN FERRANDO VALENCIA


Los jueces implicados en la lucha contra la violencia machista han llegado a la conclusión de que el mito de que muchas mujeres presentan denuncias falsas de maltrato no es real.

Un informe del Observatorio del Poder Judicial contra la Violencia de Doméstica y de Género revela que de 530 casos analizados en toda España -78 de ellos en la Comunitat Valencia- sólo en uno había indicios de que la supuesta víctima había mentido.

Los fiscales de malos tratos de Valencia han ido más lejos al comprobar que de 15.000 denuncias analizadas desde la puesta en marcha hace cuatro años de los juzgados especializados sólo en dos casos es probable que la mujer haya mentido.

Los abogados especializados en defensa de maltratadas insisten en que la "leyenda" de que la mayoría de las denuncias son falsas está siendo propagada por sectores muy conservadores y asociaciones de padres divorciados.

Los letrados insisten en que la prioridad es evitar que las mujeres continúen siendo asesinadas. El juez de Familia número 7 Sevilla, Francisco Serrano, ha avivado en los últimos días la polémica al tachar de discriminatoria la ley contra la Violencia de Género. El magistrado apuntó que la ley -impulsada por el Gobierno de Zapatero para frenar la sangría de muertes- es fruto de la "dictadura" del "feminismo radical", la calificó como "perversa" y atacó el "mito de las denuncias falsas". Sin embargo, la posición del juez Serrano es minoritaria en la judicatura.

La presidenta del Observatorio lamentó por medio de un comunicado que opiniones como las de Serrano demuestran "una falta de sensibilidad ante un problema social de derechos humanos".

Vicente Magro, presidente de la Audiencia de Alicante y uno de los autores del informe del Poder judicial que desmonta la creencia de las denuncias falsas, explicó que el problema de fondo es que la mitad de las denuncias no llega a juicio oral porque los magistrados de instrucción no ven suficientes pruebas de cargo contra el agresor, "pero eso no significa que la víctima se haya inventado la denuncia".

Magro precisó que las mujeres maltratadas tienen que superar un largo camino de obstáculos, que hace a muchas desistir antes de llegar a juicio. La principal dificultad continúa siendo la dependencia psicológica que muchas tienen de sus agresores.

En los últimos años el nivel de concienciación de la sociedad contra la violencia machista ha crecido hasta tal punto que el 20% de los procedimientos de maltrato, según el cálculo de los jueces, se inician a raíz de una denuncia de la policía, los médicos de Urgencias o el entorno de la víctima. Una gran parte de estos asuntos se termina archivando porque la mujer no quiere seguir el procedimiento.

En el resto de casos es la víctima la que pone en marcha la maquinaria policial y judicial, pero un número de ellas se echa atrás al comprobar que su denuncia puede provocar que su pareja vaya a prisión. "Hay mujeres que no quieren que el padre de sus hijos ingrese en la cárcel, eso no significa que las denuncias sean falsas", advirtió Vicente Magro.

Elena Reig Cruañes, una letrada que lleva 17 años asistiendo a víctimas de malos tratos, lamentó que "el mito de las denuncias falsas está siendo utilizado por sectores conservadores como las asociaciones de padres separados. Lo usan para desvirtuar la ley integral de Violencia sobre la Mujer. Ellos mantienen que la ley integral va en contra de los hombres. El Observatorio del Poder Judicial ha sido muy claro al demostrar que sólo en uno de 530 casos hay indicios de fraude".

"Las mujeres mueren"
La letrada afirmó que "ya está bien de manipular a la opinión pública y a algunos magistrados que parecen no entender lo que está pasando. En otros ámbitos se producen muchas más denuncias falsas que en casos de maltrato. Aquí el problema es que las mujeres mueren y los hombres maltratan".

La Guardia Civil y la policía coincide con los jueces, fiscales y abogados en que las denuncias falsas de malos tratos son residuales. La Comandancia de Valencia informó el 22 de diciembre que en los últimos meses ha detectado un incremento de denuncias falsas de robo para estafar a los seguros. Los guardias civiles han detenido en Valencia a 44 personas desde el 1 de septiembre por simular un delito. Entre los detenidos no había ninguna mujer que se hubiera inventado una agresión de su pareja.
La portavoz de la Fiscalía de Valencia, Susana Gisbert, considera que en el ámbito de la violencia machista falla el concepto de denuncias falsas. "Muchas personas creen que porque un asunto acabe en absolución o en archivo la víctima ha mentido, pero no es así. Una gran parte de las mujeres retira la denuncia, pero eso no quiere decir que los malos tratos fueran inexistentes. Las víctimas tienen miedo y muchas de ellas sufren el riesgo de quedarse sin comer porque no tienen medios", señaló.
Ayuda psicológica
Susana Gisbert, que ejerce como fiscal de malos tratos en Valencia, considera que la clave es que las mujeres se sientan protegidas para que no retiren las denuncias y que tengan desde el principio la ayuda de un psicólogo para superar la dependencia emocional de sus maltratadores. Los fiscales consideran que la colaboración del Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil está "siendo excelente". La concienciación de las Fuerzas de Seguridad, según fuentes judiciales, y de la Fiscalía ha sido clave para mejorar la lucha contra la violencia machista. Todos coinciden en que ahora es esencial no bajar la guardia.

martes, febrero 02, 2010

VEO TUS HERIDAS un poema de Emilio Pablo


¡Perdoná que me entrometa,
en las cosas de tu vida;
pero veo tus heridas,
y no lo puedo creer;
quien golpéa a una mujer,
demuestra su cobardía.


Quien dijo, que te quería;
Que eras toda su pasión;
De pronto es un terror,
Allí, metido en tu vida;
Y tú?... en la pesadilla,
Sin que te den protección.



Tú, que creías al amor,
Como la etapa más pura;
Caés en la cuenta cruda
Que una béstia te apresó;
Ese abuso y vil ladrón,
Que hace tu vida oscura.



Tú, que llevas la blancura,
De tu alma enamorada;
De pronto no tienes nada,
Sino golpes y dolor;
Mientras marchita la flor,
Del jardín de tu alborada.



¿Llegará el momento, hermana,
Que las leyes te protejan?...
¿Llegará una vez tu queja,
A la instancia apropiada?...
Mucho te deben tus patrias,
Y veo que no hacen nada.-



Autor: Emilio Pablo 

domingo, enero 17, 2010

HOMBRES MALTRATADORES, Conferencia del profesor Lorente Acosta

HOMBRES MALTRATADORES


... La violencia que se genera como elemento de control y dominio va aumentando, va creciendo y puede llegar al homicidio; de hecho es la causa que más frecuentemente llega al homicidio cuando estamos hablando de asesinatos de mujeres.

Desde la perspectiva del agresor tenemos que ver esa situación como un instrumento que es utilizado para conseguir sus objetivos. Por eso el componente instrumental de la violencia es fundamental, porque precisamente es lo que se niega sistemáticamente.

Romper con este componente instrumental es quebrar lo que es la realidad de la violencia contra las mujeres. Sin esa realidad no podemos hacer nada, porque estaremos hablando de casos aislados que terminan precisamente con el fallecimiento, con la denuncia, con la actuación de la sociedad por medio del Juzgado, la policía, etc., cuando en realidad el significado es completamente distinto.

Por eso cuando hablamos de violencia contra la mujer tenemos que entender que ese elemento instrumental es fundamental ya que estamos dentro de lo que se denomina un “crimen por autojustificación” o “crimen moral”, como llaman algunos autores: el agresor actúa por coherencia, por convencimiento, como consecuencia de la idea que él tiene de esa relación, de esa estructura familiar, de esa estructura de pareja que él va imponiendo a base de intimidación, de coerción, de amenazas, etc.

Esa estructura es la que levanta el agresor y por lo tanto actúa con pleno convencimiento de que lo que está haciendo está haciéndolo por un bien superior al daño que produce. Es decir, el agresor en todo momento es consciente de que está produciendo un daño a la mujer y por eso se protege, por eso intenta que la mujer no denuncie, por eso le pide perdón en la fase de luna de miel, por eso la amenaza y le dice “como me denuncies te voy a quitar a los hijos, te vas a quedar en la calle, te vas a ver sola...”; eso lo va haciendo precisamente para mantener esa situación de violencia ya que él reconoce que está produciendo un daño. Lo que ocurre es que para él el beneficio que produce esa violencia es superior a ese daño.

Eso es algo muy común en la delincuencia; es decir, el terrorista que pone un coche bomba en una esquina sabe que va a matar a cualquier persona que pase (incluso si pasa un autobús de niños les va a matar), pero para él la liberación de la patria o el acabar con una cultura determinada tiene más valor que la vida de esas personas; hay una justificación moral: “yo lo hago, voy a hacer un daño pero el objetivo, el beneficio mayor de lo que pretendo conseguir... merece la pena ese daño”.

Cuando hablamos de una violencia continuada (no estamos hablando de una agresión puntual, sino de una estructura de violencia), el agresor lo hace con convencimiento de que el bien superior (la buena familia, la buena reputación, que su mujer sea una ama de casa adecuada, una buena madre-esposa-ama de casa, etc.) merece más la pena que el que él tenga que corregirla, porque además como él la corrige porque la mujer ha hecho algo que, para él, está mal, se ve todavía mucho más legitimado para llevar a cabo esa agresión.

Por eso utiliza la justificación moral para reforzarse en su posición y por eso aplica la violencia de manera diferente, como venimos diciendo desde hace ya muchos años. No resuelve el problema que según él se ha presentado por medio de un puñetazo sino que necesita dar una paliza, porque esa paliza, esa violencia excesiva que recurre a objetos al alcance de la mano (un martillo, una sartén, un destornillador, un vaso, un jarrón...), innecesaria para conseguir la resolución del conflicto que se ha planteado (porque podía hacerlo con la mano, con el puño, con un empujón...) es la que alecciona a la mujer; es la que le sirve a él para decirle “esto es lo que te pasa por no seguir lo que yo te estoy diciendo que hagas”.

Ese elemento aleccionador es fundamental para que la mujer vaya hundiéndose en esa situación, vaya quedando atrapada en ese clima de violencia, de intimidación, de amenaza, que se produce además con el ejemplo, con la constatación objetiva por medio de este tipo de agresiones que sufre de manera excesiva, porque es la forma de aleccionar.

Por eso es muy importante que entendamos la violencia de género como una violencia de continuidad. No es una violencia que se limite a agresiones puntuales. No es una violencia que sea representada exclusivamente por esas denuncias, por esas noticias... Es una violencia que busca el control, el dominio, el sometimiento, el privilegio del agresor; el dominio de la mujer, el privilegio del agresor.

Tú le preguntas a un agresor “¿usted por qué intenta dominar a su mujer?”, y él contesta: “¿yo a mi mujer? si yo a mi mujer no la domino, si ella es la que lleva los pantalones y yo...”. Nosotros aquí decimos las cosas con una forma muy teórica pero ellos no utilizan el poder, no utilizan la amenaza... lo que buscan es privilegio. El agresor ni siquiera busca ese bien (al menos tan directamente) de la familia para que su hijo tenga una buena referencia, una buena educación... Ellos buscan un status de privilegio y lo consiguen por medio de la violencia, porque todos los que son los elementos a los que tú te tienes que enfrentar en tus posicionamientos, en tus ideas, en tus actitudes, en tus decisiones..., él los evita por medio de la imposición, o sea por medio de decir “aquí se hace lo que yo diga” o simplemente da un puñetazo en la mesa y es suficiente.

Esa situación no es una situación que surja de la nada. Lógicamente surge de un contexto cultural, patriarcal en el que eso se puede hacer. Se parte de la idea de que su rol es conseguir ese status y por tanto debe desarrollarlo por los mecanismos que considere oportunos, entre ellos la violencia, y por lo tanto eso permite que vaya aumentando, que vaya creciendo. Eso por una parte, como contexto general. Pero en el contexto individual la violencia contra las mujeres no surge de la nada, o no surge de un día para otro, sino que se va construyendo; va produciéndose de manera paulatina.

Sobre una situación de no violencia, que sería la relación normal en cualquier relación humana pero en este caso relativo a una situación de pareja, va produciéndose un aumento progresivo de la violencia en forma de control, de cuestionamiento, de intimidación, de limitación, de restricción... va cuestionando y criticando sus gustos, sus amistades, las fuentes de apoyo externo (amistades, trabajo, familia...), sus hobbies (“pasas mucho tiempo fuera, “hay que ver las guarrerías o las tonterías que estás leyendo”, “a ver si dejas al tío ese, que ese es comunista” o “ese es facha” “y ponte a leer cosas más interesantes...”), etc.; son cosas que siempre van minando la autonomía, la independencia, la libertad de la mujer para hacer lo que considere ella oportuno que debe hacer con todo el compromiso que tiene contraído en la relación, etc.

Pero eso ocurre progresivamente; no empieza un día con una paliza ni empieza un día con una situación especialmente violenta, sino que va construyéndose de manera progresiva, de manera que un día en lugar de decirle “deja de leer eso” o “no vayas hoy al gimnasio” o “no vayas hoy a ver a tu amiga”... se lo dice con un insulto; eso lo va percibiendo la mujer, y la percepción de la mujer hace que lógicamente haya una reacción al tema pero que al mismo tiempo empiece a entender que esa actitud, esa situación, es algo propio de la relación de pareja porque ya ha pasado el amor, ya hay muchos problemas (la hipoteca, lo otro, lo de más allá) y todo se va integrando; no se va rechazando, no se va cuestionando, porque la cultura permite que todo eso se vaya integrando.

Conforme va aumentando la situación de violencia, llega un momento en el que el agresor percibe (tampoco lo va notando él) que tiene control, que tiene dominio sobre la mujer, y se siente seguro en lo que está haciendo; ya no duda tanto (ya no hay tanta fase “luna de miel” después de la agresión) sino que ya sabe que la mujer está en una situación de vulnerabilidad, de cierta dependencia emocional y por lo tanto pasa a una actuación violenta mucho más manifiesta. Es cuando aparecen las agresiones físicas o psíquicas puntuales; la intensidad es diferente (a veces más intensa, a veces menos intensa, a veces se repiten más, otras se distancian en el tiempo...) pero ya son ataques puntuales, ya son agresiones, y las agresiones surgen dentro de la violencia.

Por eso digo que cuando hablamos de violencia contra las mujeres no podemos quedarnos con las agresiones. Además, en los juzgados sólo suelen aparecer las agresiones de especial intensidad, aquellas que han superado unos límites para que la mujer ponga la denuncia, o los vecinos llamen a la policía, o el médico o la médica manden el parte de lesiones...; además eso es lo que aparece en los medios de comunicación.

Nosotros no podemos reducir toda la situación de violencia (toda esta situación generada, construida sobre la imposición, sobre la restricción y el control de la mujer) a los ataques puntuales que se producen en determinadas ocasiones y que son denunciados o aparecen en los medios de comunicación. Porque además, gracias a la información, gracias al mayor asesoramiento que tienen las mujeres, ahora estamos viendo también cómo otro tipo de agresiones menos intensas en el resultado también están siendo denunciadas como consecuencia de la violencia contra las mujeres. ¿Y qué ocurre? que en lugar avanzar en el sentido de decir “esto va mejorando, esto va aumentando, ya vamos conociendo lo grave y lo menos grave, ya vemos que hay una situación de violencia...”, lo que se está haciendo es minimizando, rechazando la violencia; se está diciendo: “¿ves cómo las mujeres denuncian por cualquier tontería?”, “¿ves cómo no tiene sentido esto?”, “¿ves cómo es mentira que las mujeres...? lo que pasa es que se aprovechan ahora para separarse...”, etc. En lugar de insertar todo eso en lo que es la violencia de género, está siendo utilizado para cuestionar la violencia de género.

Si por exceso, cuando la agresión es especialmente grave, se justifica por medio del alcohol, de los celos, de la pasión, etc., cuando el resultado es más leve se está diciendo que no tiene importancia, que las mujeres denuncian por cualquier cosa y que en el fondo lo hacen para conseguir quedarse con la casa, con la custodia de los niños, etc.

Por tanto, si nos damos cuenta, tanto por exceso como por defecto la violencia de género parece no existir como realidad, sino que existen los casos que en algunas circunstancias no pueden ser justificados bien por exceso o bien por defecto. Esa situación es una situación sobre la que tenemos que reflexionar porque de una manera u otra, a pesar de la objetividad de los datos y de los elementos que vemos, sigue cuestionándose la realidad de la violencia de género. Y esa situación sin darnos cuenta, cuando no actuamos adecuadamente y permitimos que se prolongue en el tiempo, es la que da lugar a la cosificación de la mujer, como dicen los juristas; da lugar a que el agresor entienda que la mujer es algo de su propiedad y que él puede recurrir a los elementos que considere para obtener los objetivos, los beneficios que él también estime oportunos.

Porque la clave precisamente, en ese desarrollo de la violencia desde la perspectiva del agresor, está en diferenciar lo que es la acción (el resultado de una agresión puntual) de lo que es la exposición a la violencia (el estar viviendo, conviviendo con una persona que ha impuesto una pauta de relación basada en la desigualdad, basada en la imposición, en la amenaza, en la coacción, en la restricción, en el cuestionamiento sistemático); ese vivir en esa circunstancia genera una serie de consecuencias, mientras que la acción, la agresión, da lugar a una serie de resultados.

Esa matización es importante porque el resultado, es decir la consecuencia o el elemento derivado de una agresión, de un ataque puntual, de un hecho, es algo más delimitado, es más objetivo, está más relacionado de causa-efecto con la agresión y por lo tanto se puede identificar e interpretar más fácilmente. Pero junto a ese resultado objetivo, que aparece como consecuencia de la acción puntual de la agresión, también vamos a encontrar las consecuencias de la violencia: el hecho de estar sometida a esa situación. Y las consecuencias no son tan objetivas en cuanto que aparecen solapadas con otra sintomatología; no se puede establecer una relación de causa-efecto tan directa, porque pueden ser por la violencia, como veremos, pero también pueden ser por otras circunstancias, y eso hace que en lugar de entender e interpretar desde esa perspectiva global lo que es la violencia, a veces se tienda a justificar por causas externas a la violencia.

En cuanto al estudio, por lo tanto, a la consideración de lo que es el resultado y las consecuencias debemos de ser conscientes de que cuando hablamos de resultado (de la consecuencia de una acción puntual de una agresión) vamos a tener una repercusión en el plano físico y una repercusión en plano psíquico. En el plano físico aparecen las lesiones que, muchas veces lo hemos comentado, se caracterizan básicamente por dirigirse a la cabeza y al tronco porque la ropa y el cabello las cubre y por lo tanto la mujer puede hacer vida normal y nadie ve ningún signo de que esta mujer está siendo maltratada. Además, como consecuencia de esas agresiones repetidas, aparecen agresiones en diferente data evolutiva: aparece un hematoma morado, azulado, junto a otro amarillento o verdoso... señal de que va evolucionando en el tiempo, derivado de esa diferente data como consecuencia de las diferentes agresiones que sufre la mujer.

En el plano psíquico aparece la reacción aguda, la fase de schok, de aturdimiento... como consecuencia de ser víctima de una agresión por parte de tu pareja. Eso siempre conlleva un cuadro ansioso bastante marcado, que es el elemento más característico que representa la fase psíquica aguda siempre y cuando estemos cerca del momento de la agresión; cuando nos distanciemos de ese momento el cuadro será más débil, más solapado, habrá otras reacciones que se han producido y por lo tanto no lo veremos tan florido como cuando estamos cerca de la agresión.

Pero, en esa estrategia que desarrolla el agresor para controlar a la mujer, es muy importante que la consecuencia de esa exposición a la violencia se va a producir tanto sobre la mujer como sobre los menores. Es muy importante si queremos hacer una adecuada valoración integral de la violencia de género. Si hablamos de un clima generado por el agresor, si hablamos de un clima frío, de un distanciamiento emocional, de una sensación de amenaza, de control..., ese clima frío lo va a sufrir tanto la mujer que está en esa relación como los menores que están expuestos a la misma temperatura emocional.

Por lo tanto, cuando un menor percibe, oye, ve la situación de violencia generada por el agresor, este menor va a desarrollar una reacción, va a sufrir una serie de alteraciones derivadas precisamente de esa exposición. Ahora lo comentaremos más despacio.

Desde el punto de vista de esas consecuencias sobre la mujer, de esa exposición a la violencia, es importante entender que hay una serie de patologías, de alteraciones que han sido descritas clínicamente (publicadas en la revista Lancet) y que hacen referencia a que muchas patologías teóricamente banales o comunes que puedan estar relacionadas con otros factores también pueden ser consecuencia, o de hecho son consecuencia, de la violencia; situaciones como el dolor crónico de cabeza, de espalda, alteraciones gastrointestinales, alteraciones de la conducta alimenticia, hábitos de bulimia, de anorexia, problemas derivados de infecciones de vías respiratorias altas de repetición... se ha comprobado que en todo ese tipo de alteraciones (que pueden ser, y de hecho son con mucha frecuencia, derivadas de factores completamente distintos a la violencia) hay un doble mecanismo: el estrés crónico por una parte y la disminución de las defensas del sistema inmunitario por otra, y pueden ser consecuencia de la violencia.

Esa situación, por esos dos mecanismos, puede dar lugar a este tipo de patologías y por lo tanto sabemos además que como consecuencia de estas patologías y de la percepción que tienen las propias mujeres de su estado de salud, acuden un 20% más a demanda de atención médica, de atención clínica que las mujeres no maltratadas.

Luego si tenemos esa mayor demanda de asistencia clínica y alteraciones teóricamente, o posiblemente, banales pero que pueden ser consecuencia de la violencia, tenemos una fuente muy propicia para poder detectar la violencia y por tanto para poder utilizar esos datos, esa información, como elemento para poder conseguir alcanzar la valoración integral de la violencia.

Pero además, junto a lo que es el plano físico general, también se ha encontrado que en el aparato genito-urinario se producen patologías con una incidencia también más elevada que el resto de mujeres. Fundamentalmente por esa cosificación de la mujer, por esa consideración de que la mujer es un objeto que el agresor puede utilizar cuando él considere, esa situación da lugar a que aproximadamente en el 40% de los casos en los que hay maltrato también se produzcan agresiones sexuales; es decir, el maltratador agrede sexualmente, mantiene relaciones sexuales forzadas con la mujer porque él la impone, y lo hace de forma que da lugar a enfermedades de transmisión sexual cuando hay promiscuidad; éste es un elemento que utilizan muchos agresores para humillar a la mujer, le dicen “me voy a acostar con otra mujer, me voy a tal sitio, porque tú no me das placer, porque tú no vales ni para la cama...”, ésta es una forma de hundir, de humillar, de denigrar a la mujer y a veces da lugar a una mayor incidencia de enfermedades de transmisión sexual, pero también se produce sangrado vaginal, fibrosis vaginal, dispareunia, infecciones genito-urinarias de repetición, etc.

Luego vemos que tanto en el plano genito-urinario, por ese componente añadido de la agresión sexual, que suele acompañar a la agresión que sufren las mujeres, más la patología derivada de esa exposición a la violencia, pueden ser elementos objetivos para considerar en el juicio diagnóstico a la hora de analizar un posible caso de violencia contra las mujeres.

Y si a eso, que es en el plano físico, le unimos la situación psicológica crónica de la mujer, que Leonor Walker describe como el síndrome de la mujer maltratada, con estas características pero que desde el punto de vista clínico, siguiendo las clasificaciones psiquiátricas, se puede encuadrar dentro de lo que es un cuadro de estrés postraumático... esa situación psicológica, unida a la situación física, puede ayudarnos, puede facilitarnos la adecuada valoración y la puesta en marcha de medidas que vengan a resolver la situación de la mujer y a recuperar el estado de salud perdido como consecuencia de la violencia.

Si además estamos en una en una relación de pareja en la que haya niños o niñas conviviendo, debemos de considerar también las consecuencias de esa exposición a la violencia.

Una niña de unos 6 ó 7 años me decía, de forma muy gráfica (para percibir un poco esa situación de violencia, de miedo, de terror, en la que viven): “mire usted, yo estoy en mi casa con mi madre y estoy muy bien, pero cuando entra mi padre es como si entrara una corriente de aire frío”. Yo creo que no hacen falta más palabras: era la sensación de estar normal y era entrar el padre, oír las llaves, y ya era un aire gélido que congelaba, que hacía que la niña se quedara en su cuarto escondida, que la madre se fuera a la cocina... todo era estar lejos, retiradas de esa fuente de violencia que podía ser el padre en cualquier momento.

Esa exposición a la violencia, además, entre el 40 y el 60% de los casos se acompaña de maltrato físico directo: hay agresiones físicas directas a los niños y a las niñas cuando hay agresión a la mujer. Esa exposición a la violencia además suele ser muy intensa porque en el 90% de los casos los niños están en la misma habitación o justo en la habitación de al lado, con lo cual oyen de manera directa los gritos, los llantos, las amenazas, los insultos, las súplicas de la mujer, ven cómo las golpea...; todo eso produce un impacto emocional muy importante en los menores.

De hecho se sabe que el impacto es diferente en los niños y en las niñas: los niños tienden a reproducir conductas violentas, se identifican más con la conducta del padre, perciben esa sensación de poder por encima del daño que producen, y eso hace que ellos en los juegos, en las relaciones, se busquen niños que puedan controlar, cuando llegan a la adolescencia tienen mayor incidencia de conductas delictivas, de consumo de sustancias tóxicas... eso es una conducta más parecida a, o como consecuencia de la identificación de los niños con el maltratador. Las niñas, por el contrario, se identifican más con la madre; son niñas solitarias, aisladas, apenas tienen relaciones de amistad, son niñas con tendencia a la depresión cuando llegan a la adolescencia... y todo eso hace que vayan interiorizando ese patrón de víctimas, esa victimización o esa sensación de vulnerabilidad que algunas viven incluso desde la primera infancia.

Además se ha visto que la reacción es distinta dependiendo de la edad. Tanto en niños como en niñas cuando tienen más de cierta edad (a partir de los 6-7 años) el impacto es menor porque en primer lugar los padres evitan las agresiones directas en presencia de los niños (se suelen ir a la cocina, se suelen ir al dormitorio, suelen echarlos a su cuarto y entonces llevan a cabo la agresión), y además no necesitan explicaciones externas para entender lo que ha pasado ahí porque ellos saben que el padre está maltratando a la madre.

En el caso de los niños y las niñas más pequeñas (menores de 5-6 años) en primer lugar los padres no se ocultan de ellos para llevar a cabo la agresión (presencian con mucha frecuencia las agresiones directas) y además suelen preguntar qué ha pasado, por qué llora mamá; esas preguntas nunca son contestadas con la respuesta adecuada, sino que le dicen: “pues nada, que estábamos jugando, que estábamos bailando, me ha cogido fuerte, me ha hecho daño...”, o cualquier otro elemento que pueda tratar de hacer minimizar la situación. Y eso les genera un conflicto añadido, porque ellos han percibido esa situación como una situación de violencia; es decir, si son muy pequeños no saben qué es lo que está pasando, pero ellos perciben ese ambiente frío que decía la niña que se producía cuando entraba el padre.

Todas esas alteraciones (lo digo porque me ha enseñado Begoña una noticia del síndrome de alienación parenteral) que están descritas y publicadas no pueden ser interpretadas como consecuencia de una conducta voluntaria de la madre para indisponer a los niños contra los padres. Eso es una barbaridad. En cuanto los niños toman distancia del padre, en cuanto los separan de ese clima de violencia y de terror que genera la violencia (no lo genera la madre con sus comentarios) se indisponen contra la fuente de violencia.

Es verdad que a veces los niños varones pueden tardar más tiempo porque suelen justificar la violencia, pero eso se puede determinar perfectamente con los estudios; pero entender que las alteraciones que puedan tener los niños y la actitud que puedan adoptar los niños y la actitud que puedan tener esos menores frente al padre es consecuencia de una conducta manipulativa de la madre es una barbaridad, porque se niega la evidencia, que es la situación de la exposición a la violencia, y se interpreta una situación que viene a justificar precisamente lo que estamos cuestionando, que es esa minimización de la violencia hacia las mujeres.

Pero el componente que estamos comentando, esa actitud, es lo que siempre hemos dicho que se produce como consecuencia del contexto cultural. Es decir, si no tuviéramos un contexto en el cual se minimizara, se justificara, se entendiera que hay una cierta licitud en actuar de manera violenta contra la mujer, y por tanto hay una conducta coherente con esos valores generales para minimizar, para normalizar la violencia..., si no existiera esa posibilidad, la situación sería totalmente distinta: habría una crítica, habría un rechazo, habría un cuestionamiento de muchas de las actitudes que llevan a cabo los agresores y no sería posible admitir la violencia como una situación normal.

Lo digo porque a veces cuando nos centramos en casos de violencia ya denunciados o ya en instituciones donde abordan la violencia de manera específica, pues podemos tener una distorsión de esa realidad entendiendo que han sido factores relacionados con la violencia los que han tendido a la normalización, etc. Pero es que la situación en la sociedad es grave porque existe esa percepción o concepción de que la violencia de género no tiene importancia.

En un estudio que hicimos en Andalucía, entre otras muchas cosas hicimos preguntas a mujeres que iban a un centro de salud. No eran mujeres con lesiones, no es que tuvieran lesiones que podían ser derivadas de la violencia, sino que eran mujeres que iban a un centro de salud por cualquier motivo, incluso a veces acompañando a algún enfermo. Entre las preguntas que les hicimos se les dijo que describieran cómo consideraban ellas sus relaciones de pareja (malas, muy malas, regulares, buenas, muy buenas) y que si sufrían violencia (no se le decía “usted ha hecho esto pues entonces eso es violencia”; no, no, sino que ellas mismas dijeran si sufrían o no sufrían violencia).

Lo curioso fue que prácticamente el 52% de las mujeres que definían sus relaciones como buenas o muy buenas decían que en sus relaciones sufrían violencia; es decir, que reconociendo que sufrían violencia estaban considerando, conceptualizando su relación de pareja como buena o muy buena. Es decir, la violencia no se ve como parte de la relación, como parte de esa estructura, como parte de esa construcción, sino que la violencia se ve como una tormenta que viene, descarga, se va y vuelve a brillar el sol. Por lo tanto, como se ve como esa agresión, como ese pico, y el pico viene propiciado por un conflicto, y el conflicto por unas circunstancias, al final son las circunstancias las que dan lugar al conflicto y a la violencia. Luego si no hay circunstancias no hay agresión, no hay violencia.

Esa situación es un poco el clima social, la situación social en la que nos encontramos y la que tenemos que combatir, sobre la que tenemos que actuar para acabar con la violencia de género; no sólo con las medidas que se puedan poner desde las instituciones. Porque todo ello, al hablar de cultura, de sociedad, es parte de lo que se denomina una ética patriarcal, que es una organización de los valores, de la conceptualización, del desarrollo de roles en la sociedad según unos criterios. Esa ética patriarcal, esa forma de entender las relaciones dentro de la sociedad, se basa en la jerarquización, en que hay personas que tienen más valor que otras por diferentes circunstancias; como consecuencia de esa jerarquización hay una desigualdad consustancial a la propia concepción de la sociedad y además esa desigualdad y esa jerarquización organiza o genera conflictos que además se resuelven o tienden a acudir al conflicto para resolver los problemas. Y como hay poder cuando hay una situación de problema, en lugar de generarse de una manera consensuada, dialogada si estuviéramos en situación de igualdad, quien tiene el poder lo que hace es imponer en lugar de hablar.

Es decir, se recurre al conflicto para resolver problemas. Esa es la estructura en la que están basados muchos de los valores que existen en la sociedad. Por ejemplo, en nuestra sociedad occidental lo que más vale en cuanto a personas, el elemento más valorado en cuanto a posición, status, etc. sería un varón de raza caucasiana, blanca, de status social elevando, profesión liberal, con muchos ingresos, heterosexual, casado con hijos. Ese status vale muchísimo. Si a ese status que vale muchísimo según la concepción, la estructura que nosotros culturalmente nos hemos creado, le cambiamos elementos, ya vale menos. Si hablamos de hombre, heterosexual, casado, con hijos, muy rico, negro... ya vale un poco menos que el igual con raza caucasiana. Si en vez de ser hombre, blanco, etc., es homosexual, un poquito menos. Y si en vez de hombre ponemos mujer, bastante menos.

Esa concepción desigual de la sociedad es la que da lugar a conflictos, y quien tiene el poder recurre a la violencia para resolver el conflicto; no quiere el diálogo, no quiere el consenso, no quiere hablar porque no lo necesita; se sabe victorioso utilizando su elemento de fuerza que es el poder. Y lo vemos tanto en las relaciones humanas como en las relaciones internacionales; sin ir mas lejos, si recordáis, cuando empezó la guerra de Irak había un debate en la ONU no para evitarla sino para ir todos de la mano a la guerra y no se llegó al acuerdo porque a un país poderoso no le interesa el consenso, no le interesa el diálogo, no le interesa pactar de manera consensuada.

Respecto a la capacidad de premiar y la capacidad de influir. La capacidad de influir va de la mano a lo que es el status distinto, la posición de autoridad y la imposición que va desarrollando progresivamente. El castigo es la violencia por medio directo y la capacidad de premiar es incluso el no castigar. Varias mujeres me han dicho alguna vez: “mi marido es muy bueno, a mí nunca me ha puesto la mano encima”. La bondad del marido es que nunca le han puesto la mano encima, pero luego te dicen: “claro que yo tampoco le he dado motivos; yo he desarrollado mi rol de mujer-esposa-ama de casa perfecta”. Esa sensación de decir “lo he hecho bien porque mi marido no me pega” o “mi marido es bueno porque no me pone la mano encima” es una situación bastante generalizada, porque viene impuesta desde una posición de poder, desde una posición de desigualdad, que es lo que venimos comentando.

Y ese agresor precisamente, como muchas veces hemos dicho, no es una persona patológica, no es una persona enferma; es una persona normal y simpática. Cuando me preguntan cuáles son las características, el perfil del agresor pues yo digo que son muy claras las características; el perfil del agresor es: hombre varón de sexo masculino. No hay un perfil, no hay una conducta, una alteración, un rasgo psicológico que te lleve a maltratar, a ejercer la violencia continuada y sistemática como mecanismo y elemento de control. No existe esa patología. Pueden existir elementos, rasgos, o trastornos o enfermedades de la personalidad o mentales que puedan favorecer la respuesta impulsiva, la dificultad para el autocontrol, etc., pero el ejercicio sistemático, continuado y mantenido de la violencia para obtener beneficios no deriva de una patología sino que deriva de una voluntad, y esa voluntad es la que desarrolla el agresor cuando quiere conseguir esos objetivos basándose en la violencia.

Por eso es muy importante, a la hora de plantear los estudios con el agresor o la aproximación para estudios del agresor, que el elemento fundamental de cara a los casos que llegan al juzgado deba ser la peligrosidad; la peligrosidad entendida como capacidad criminogénica o probabilidad de nueva agresión cuando se ha producido una actuación delictiva. No estamos hablando de peligrosidad social ni mucho menos sino de peligrosidad criminal cuando previamente se ha producido algún tipo de agresión o delito, en este caso de violencia contra las mujeres.

Y la peligrosidad y la probabilidad (siempre será una probabilidad, nunca será una certeza, por tanto podemos equivocarnos pero la ciencia hoy por hoy llega hasta ese elemento de probabilidad) va a depender de una serie de características psicológicas importantes (la nocividad, la intimidabilidad, la adaptación social) que van a estar relacionadas con la personalidad del agresor; la personalidad es un elemento clave para entender esta peligrosidad, y eso habrá que estudiarlo y luego ponerlo en relación con unos factores contextuales que son muy importantes porque precipitan más la peligrosidad o la probabilidad de que vuelva a agredir que la propia personalidad; porque esos elementos en este contexto cultural, cuando vemos que existe un maltrato anterior, cuando además se produce la separación de la pareja (es un momento de máximo riesgo) si esa separación de la pareja coincide con una nueva relación sentimental por parte de la mujer, si además la mujer o el agresor hace referencia a consecuencias jurídicas o a un posible suicidio, son elementos todos que nos indican que el agresor está preparando, está considerando la posibilidad de llevar a cabo una nueva agresión o incluso del homicidio. Por lo tanto, si nosotros consideramos los elementos de personalidad psicológicos junto a los factores contextuales podemos establecer la peligrosidad de ese individuo y por tanto facilitar que se puedan adoptar medidas desde el punto de vista judicial de protección e incluso de restricción de libertad para el agresor en determinadas circunstancias.

Y precisamente si analizamos la conducta, las características del agresor en los homicidios ocurridos durante estos últimos cuatro años, vemos que no hay un elemento común o característico que se mantenga a lo largo del tiempo, sino que precisamente en este último año (2004) vemos cómo ha aumentado de manera muy significativa el número de agresores (incluidos los agresores que han matado a su mujer) por debajo de los 25 años, también ha aumentado el número mayores de 65 años y ha aumentado un poco los de 25-44 años. Es decir no hay un patrón, ni siquiera por edad (que sería el elemento más objetivo para diferenciar conductas, actitudes, valores, roles, ideas que han sido interiorizadas según unos patrones culturales distintos, según la época...)

Vemos que no hay ni siquiera un elemento homogéneo, común, en la edad del agresor a la hora de llevar a cabo los homicidios: lo mismo mata un adolescente de 16-17 años o un hombre de 18 años que un hombre de 70 años. Lo mismo cuando el conflicto es el mismo, cuando se produce un conflicto entre su posición de poder y la libertad de la mujer; cuando se produce ese momento, generalmente con la separación, es cuando el agresor lleva a cabo la última agresión, que puede ser la agresión mortal. Y estamos hablando de circunstancias muy distintas; insisto, han aumento incluso los casos de 70-80 años el agresor y los que tienen menos de 25 años: circunstancias socioculturales totalmente distintas y cuando el conflicto es el mismo actúan de la misma manera. ¿Por qué? Porque los valores, esa ética patriarcal, esos valores que siguen manteniéndose continúan siendo iguales, apenas se han modificado en sus raíces aunque a veces en la parte más superficial aparecen de diferente manera según el momento histórico que venimos comentando pero en su raíz siguen siendo similares.

En cuanto a las características de algunos homicidios, vemos que se ha producido una disminución de los casos de los fallecimientos en los domicilios. Eso viene siendo coherente con lo que venimos diciendo desde hace muchísimos años: los agresores llevan a cabo este tipo de homicidios en lugares públicos; cuando se produce la separación y quieren matar a la mujer la esperan a la puerta de la casa, a la puerta del trabajo, a la puerta de la guardería, a la puerta del colegio y la matan en la calle, y luego se entregan porque como es un crimen por autojustificación o moral no se esconden, sino que se entregan y actúan de manera impune ante la vista de muchos testigos, etc. Luego el hecho de que vayan disminuyendo en esas circunstancias nos está diciendo “cuidado con las órdenes de protección si no tomamos otras medidas” porque el que está dispuesto a matar a su mujer no le importa quebrar una orden de protección, por ejemplo.

Hay que analizar los casos de manera más individualizada para adoptar medidas más individuales también de cara a la protección efectiva de las mujeres y evitar el número de casos. También es significativo que el porcentaje de mujeres que ha fallecido habiendo puesto una denuncia previa sigue estando alrededor del 20-22% en este último año; es decir que a pesar de haber denunciado que estaba siendo víctima de malos tratos y que en muchos casos posiblemente haya sido amenazada de muerte, pues de alguna manera no hemos sido capaces de responder proporcionalmente a esa situación y a pesar de ello han sido asesinadas.

Para ir finalizando, simplemente mencionar un elemento que yo creo que es muy importante de cara a lo que se apuntaba en la presentación: la implicación de la sociedad. A pesar de todo esto y de que no estamos hablando de una situación nueva, sino que llevamos ya bastantes años hablando de violencia de género y profundizando en su conocimiento, la respuesta social sigue siendo mínima. Esta respuesta sigue siendo mínima porque por ejemplo en los estudios que hace el CIS (el barómetro que hace mensualmente el Centro de Investigaciones Sociológicas) hay una pregunta que se hace sistemáticamente a la sociedad: se le pregunta a los hombres y mujeres aquí en España cuáles son los problemas que consideran más graves.

Los dos primeros siempre son paro y terrorismo; la violencia contra la mujer apareció por primera vez en mayo del 2001 y es considerado como un problema grave sólo para el 2,7-3% de la población (el porcentaje más alto se alcanza en marzo con un 5,1%, pero la media está alrededor del 3%). Es decir, sólo para el 3% de la población española esta violencia que venimos describiendo, con todo su significado y no sólo con el resultado, es un problema grave. Y yo estoy seguro de que si se le pide al CIS que haga una separación por género (de momento no lo ha hecho) el 3% son prácticamente mujeres, igual que hoy aquí estamos prácticamente mujeres (si no físicamente, sí psicológicamente) porque sigue siendo considerado como un problema de las mujeres y que como le afecta a ellas pues que sean ellas las que pongan las medidas en marcha ¿no?

Esa situación de falta de respuesta o simplemente de sensibilización (porque no se les pregunta “¿y usted qué hace para combatir...?”, sino simplemente “¿usted considera que esto es grave?”) sobre el problema ya es muy significativa porque, además, si comparamos esa evolución del porcentaje medio de población que considera que es un problema grave con la media de homicidios que se producen en cada uno de los meses durante estos 5 últimos años vemos que no hay una relación directa entre los meses en los que la media es más alta y el porcentaje de sensibilización o de respuesta en ese sentido. De hecho si lo comparamos por años en lugar de mensualmente, vemos que el porcentaje medio anual se ha mantenido prácticamente estable hasta este último año mientras que el número de homicidios ha ido aumentando de manera muy significativa; a pesar de haber aumentado el número de homicidios, apenas se ha modificado el porcentaje de población que considera que es un problema grave.

Se está viendo que todos estos homicidios han aparecido en la prensa, y muchos de ellos a veces con un tratamiento profundo incluso en televisión. Pues a pesar de estar viendo que la violencia contra las mujeres es un problema más grave cada año (no voy a decir en términos generales si es grave o no, que cada uno piense lo que quiera), el porcentaje medio de población no se ha modificado prácticamente durante este tiempo Es verdad, y ahí está la parte positiva, que en este último año ese porcentaje ha aumentado; esto es señal de que ha habido un avance.

Yo creo que éste es el elemento más esperanzador que encontramos en el momento actual; junto al desarrollo de una legislación específica como la Ley Integral, de medidas y la organización de recursos, la coordinación de los recursos y la implicación de muchos sectores fundamentalmente por medio de las asociaciones de mujeres, también hemos tenido una respuesta positiva en cuanto a la sociedad: el porcentaje de personas que consideran que esto es un problema grave. Pero es muy importante que continuemos trabajando, como bien se ha dicho también al principio, en lo que cada uno puede hacer porque, si os dais cuenta, los dos picos más altos aparecen en marzo y alrededor de octubre-noviembre, que son precisamente las dos fechas que generan mayor número de jornadas, de campañas publicitarias, de campañas institucionales sobre la violencia contra las mujeres.

Cuando hay un conocimiento de la realidad de la violencia, la gente, la ciudadanía, la sociedad se posiciona contra la violencia contra las mujeres. Si no hay un conocimiento, si solamente vemos el resultado objetivo de la violencia por medio de un caso, lo que nos encontramos es que hay un rechazo a ese caso; hay un rechazo a lo que es la situación de violencia, pero el rechazo no es posicionamiento crítico y lo que necesitamos es un posicionamiento crítico basado en el conocimiento, ya que el rechazo (que es más emocional, más afectivo) no es suficiente para acabar con la violencia.

Además (como recogen los estudios del CIS y de Europa) la inmensa mayoría de la población conoce la violencia a través de los medios de comunicación, fundamentalmente a través de la televisión, y sabemos cómo se trata esa justificación que se hace a veces de la violencia de género cuando rápidamente se habla de alcohol, de cocaína, de ataque de celos, de crimen pasional..., siempre junto a la noticia surge la justificación. Por lo tanto necesitamos ese posicionamiento crítico basado en el conocimiento de la realidad para que consigamos no sólo combatir los casos que se denuncian, los casos que se conocen, sino los elementos, los valores que existen en la sociedad para acabar de una vez por todas con la violencia de género, lo cual conlleva acabar con la desigualdad.

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