ENTRE TODAS LAS MUJERES
Si cada tres meses murieran en la calle 20 personas destripadas por la ETA, reventadas por la droga, agujereadas por las balas de un borracho o rotas por las hostias de un facha o de un rojo, este país nuestro estaría en pie de guerra.
Pero como las que se mueren de veinte en veinte cada tres meses son las mujeres, aquí no pasa casi nada. Las mujeres del mundo siguen siendo carne de cañón y de titular, estadísticas de Bibiana, pliego de cordel, muerte de cuneta, parqué ensangrentado y titular ajado que envuelve el bocadillo.
Mujeres muertes de tómbola de locos, de seres mal medicados, que no saben vivir ni beber, que creen matar su mala suerte matando a quien fue su salvavidas un día en el altar, en la salud y la enfermedad y hasta que su muerte nos separe.
Entre todas las mujeres, entre esas mujeres que van a la compra, que aman, que se preñan, que paren, que besan, que perdonan, que aguantan, que callan ante la poli, hay veinte que son asesinadas por tipejos de mirada vidriosa, que seguramente se mean en la cama, que quieren ir con su mamá, que no tienen más discurso que el comentario de un penalti en la barra del bar, ni más filosofía que la de te doy dos patadas.
Esos son los autores y ellas son las víctimas. Y en cada cama se cuece una tragedia que no adivinan ni los vecinos precavidos, ni los parientes avisados, ni los hijos/as amedrentados/as.
Esta sociedad de la arroba (@) para lo políticamente correcto, de los ministerios de igualdad y de los discursos de mitin de domingo con cazadora y camisa de cuadros, tiene aún mucha *** en las uñas, mucha sangre seca de mujeres, de entre todas las mujeres, que llenan morgues y titulares de una desesperación civil y femenina que ha de meter miedo a toda esta sociedad, a la de ellas y a la de ellos.
Si cada tres meses murieran en la calle 20 personas destripadas por la ETA, reventadas por la droga, agujereadas por las balas de un borracho o rotas por las hostias de un facha o de un rojo, este país nuestro estaría en pie de guerra.
Pero como las que se mueren de veinte en veinte cada tres meses son las mujeres, aquí no pasa casi nada. Las mujeres del mundo siguen siendo carne de cañón y de titular, estadísticas de Bibiana, pliego de cordel, muerte de cuneta, parqué ensangrentado y titular ajado que envuelve el bocadillo.
Mujeres muertes de tómbola de locos, de seres mal medicados, que no saben vivir ni beber, que creen matar su mala suerte matando a quien fue su salvavidas un día en el altar, en la salud y la enfermedad y hasta que su muerte nos separe.
Entre todas las mujeres, entre esas mujeres que van a la compra, que aman, que se preñan, que paren, que besan, que perdonan, que aguantan, que callan ante la poli, hay veinte que son asesinadas por tipejos de mirada vidriosa, que seguramente se mean en la cama, que quieren ir con su mamá, que no tienen más discurso que el comentario de un penalti en la barra del bar, ni más filosofía que la de te doy dos patadas.
Esos son los autores y ellas son las víctimas. Y en cada cama se cuece una tragedia que no adivinan ni los vecinos precavidos, ni los parientes avisados, ni los hijos/as amedrentados/as.
Esta sociedad de la arroba (@) para lo políticamente correcto, de los ministerios de igualdad y de los discursos de mitin de domingo con cazadora y camisa de cuadros, tiene aún mucha *** en las uñas, mucha sangre seca de mujeres, de entre todas las mujeres, que llenan morgues y titulares de una desesperación civil y femenina que ha de meter miedo a toda esta sociedad, a la de ellas y a la de ellos.