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Agredir a una mujer en la violencia de género no es sólo atacar a su integridad física. El maltratador no sólo golpea y lesiona su cuerpo: atenta directamente a su integridad moral.
La agresión se enmarca en una actitud constante de control, dominio, posesión,
como forma de consolidación de poder para afrentar a la independencia y
a la libertad de la mujer. Además de golpear y lesionar su cuerpo, se
afectan fundamentalmente otros derechos íntimos de la mujer.
En modo alguno puede considerarse que la violencia de género sea tan
solo una agresión a su cuerpo. Se atenta al cuerpo pero también al
alma de la mujer. Es evidente que las lesiones físicas están unidas directamente a las lesiones psíquicas.
Y es que las lesiones psíquicas mantienen su propia sustantividad
independientes a los concretos actos o conducta de agresión física a la
mujer.
Someter a humillaciones verbales en presencia de los hijos,
marcar las relaciones de pareja para producir sumisión, acosos,
prohibiciones, castigos morales, imposiciones físicas, psíquicas o
sexuales, aislamiento, insultos, vejaciones, crear dependencias
emocionales, económicas o afectivas, motivar inseguridad, o propiciar
la vulnerabilidad en la mujer son actos tan deplorables como la
violencia física y no pueden permanecer invisibles ante la violencia de
genero.
Creer que la violencia de género es sólo la agresión física supone
invisibilizar todas estas conductas que conviven, preceden a la
agresión y son su germen.
Y lo sabemos. Es matemática pura. La violencia física a la mujer es posterior a la psíquica. Aparece al fallar los resortes de la violencia psíquica o
cuando estos no son los adecuados por no ser ya suficientes al control y
al domino. Pero ante todo sirven para la destrucción del ser.
Sometida la víctima, el siguiente paso es marcar con golpes la
posesión acreditada previamente en la propiedad, la cual ya ha sido
minuciosamente trabajada por el maltratador a través del control
psíquico.
Marcar un cuerpo con golpes es negar la existencia de la mujer como
única, como exclusiva titular de derechos. Son marcas que tienden a
abolir el ser, encaminadas a cosificar su cuerpo y adecuarlo a esa
posesión y pertenencia previamente trabajada psíquicamente. Porque ese
cuerpo golpeado guarda la memoria de los atentados a su integridad
moral.
La violencia de género es siempre instrumental, es el conducto de dominio y control de poder. Es además un innegable instrumento pero también es un fin en sí mismo. Control pero también destrucción.
Explicar el contenido de la violencia a la mujer solo como
instrumento de control físico es dejar de llenar parte de su contenido.
El maltratador destruye el cuerpo y el alma de la víctima. Aniquila derechos. Los que no sabe gestionar sin el uso y el abuso de la violencia y la fuerza.
Por tanto la violencia de género se enmarca en el sometimiento pero
también en la destrucción de lo más íntimo que tiene una persona: Su
ser. Inicialmente en su ser psíquico y cuando este no es suficiente es
el ser físico.
Y la Constitución nos regala dos hermosos instrumentos. Dos bellos
artículos: El 14 de la igualdad y el 15 que distingue la integridad
física de la moral. Visibilicemos estas dos violencias de género que
conviven.
Flor de Torres es Fiscal Delegada de la Comunidad Andaluza. Violencia a la mujer y contra la discriminacion sexual de género.