El
maltrato continuado genera en la mujer un proceso patológico de
adaptación. Es el
síndrome de la indefensión aprendida denominada también de
desesperanza inducida. Es una situación o condición psicológica en
la cual una persona aprende a creer que está indefensa, que no tiene
ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que
cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado de un proceso
continuado y sistemático de violencia, la mujer permanece pasiva
frente a una situación tan gigantesca como dolorosa y dañina, que
incluso cuando dispone de la posibilidad de cambiar tales
circunstancias permanece impasible y acepta con resignación lo que
considera le ha tocado vivir.
En
esta situación no hay ninguna resistencia al agresor por parte de la
victima, con lo cual, este reafirma su posición de control, abuso y
violencia, su posición de superioridad y dominio aunque desde fuera
se interprete como que la situación real no es tan mala y
son
muchas las víctimas de maltrato condenadas a oír, cómo se les
cuestiona por el hecho de seguir junto a sus agresores.
Desconocer
la complejidad del tema, impide comprender qué ocurre en la mente de
las personas sometidas a una violencia mantenida. En psicología se
conoce este síndrome como una “adaptación psicológica”, la
única salida posible que encontraron las víctimas para procesar
tanto dolor acumulado. Cuando se ha sufrido violencia - en cualquiera
de sus manifestaciones - ciertas situaciones se presentan como “sin
remisión” y antes que intentar cualquier acción para revertirla,
se asumen como tales, en el convencimiento de que ya nada puede
hacerse para mejorar dicha realidad y que no hay otra salida que la
adaptación.
La
forma sistemática en la que se produce el maltrato, la falta de
motivos que desencadenan la agresión, la responsabilización, hacen
que la mujer se sienta incapaz e impotente para evitar los ataques.
Es
el más perfecto estado de indefensión, este en el cual la víctima,
con toda la carga de su desesperanza, encuentra un modo de adaptarse
a la situación, renunciando a cualquier intento de cambio.
Son
mecanismos psicológicos internos los que llevan a esto, dando la
sensación de que una gran apatía se ha instalado en su vida y lo
que es peor, dando la sensación de que sintoniza perfectamente con
el maltratador y acepta la agresión como algo natural. Pero no es
más que indefensión, situaciones extremas en las que se percibe que
la ayuda es prácticamente imposible.