jueves, febrero 23, 2017

MACHISMO ASESINO por Miguel Lorente

Los 15 hombres que han asesinado este año a sus parejas y ex parejas no asesinaron a ninguna mujer en 2016. Los 52 hombres que mataron en 2016 no asesinaron en 2015. Los 54 asesinos de 2015 no acabaron con la vida de ninguna mujer en 2014... Y así podríamos continuar hasta tomar conciencia de que, en España, hay 60 hombres de media que cada año asesinan a sus mujeres.
60 hombres que no forman parte de grupos criminales ni están dentro de la delincuencia organizada ni de mafias asesinas. 60 hombres de todas las edades, de cualquier provincia, de entornos rurales y urbanos... Son 60 hombres tan normales que, cuando acaban con la vida de sus mujeres, los vecinos los consideran "buenas personas", "amables", "correctos y educados", tal y como vemos en los informativos cuando éstos cubren los homicidios por violencia de género.
Ellos mismos se consideran víctimas de las circunstancias cuando los entrevistan en prisión después de haber sido condenados por el homicidio cometido. Esto es lo que comprobé, personalmente, en una serie de entrevistas realizadas en 2011.Para la mayoría de estos hombres, todo son excusas y justificaciones, amparadas en las referencias culturales.
Y ésta es la clave para entender esta violencia y acabar con ella. No la situación y circunstancias de cada violento y asesino sino el contexto común a todos ellos. Y ese contexto es esa cultura machista que permite iniciar la violencia de género desde una normalidad que habla de hombres malos, borrachos y alcohólicos y de malas mujeres, madres y esposas.
Una normalidad que consigue que el 3% de la población de la Unión Europea considere que hay razones para maltratar a una mujer (Eurobarómetro, 2010) y que luego, cuando se produce la violencia y sus 60 homicidios anuales, sólo el 1'8% de la sociedad considere que se trata de un problema grave (CIS, enero 2017).
Mata el machismo, los machistas sólo ejecutan la conducta que han construido a partir de una sociedad distante, que sólo se detiene ante los homicidios para guardar minutos de silencio con los que seguir construyendo la ausencia en la solución.

jueves, febrero 09, 2017

25 COSAS SOBRE MALTRATADORES, por Angeles Alvarez

  1. Utiliza la violencia con el fin de doblegar la voluntad de la víctima.
  2. Los ejes en que basa los abusos domésticos vienen determinados por la edad y el género.
  3. No es enfermo mental.
  4. Selecciona a la víctima y escoge el lugar del ataque.
  5. Tiene actitudes sexistas y creencias estereotipadas de las mujeres.
  6. Ve amenazado permanentemente su poder en el ámbito familiar.
  7. Impone el aislamiento social de su entorno familiar, como estrategia para romper la independencia y autoestima de su pareja.
  8. La imposición de aislamiento en no pocas ocasiones va más allá de lo psicológico y pasa a la inmovilidad física, dándose situaciones de secuestro en el propio hogar.
  9. Critica constantemente con el ánimo de crear inseguridad y fomentar la dependencia.
  10. No asume la responsabilidad de sus actos violentos ni considera el problema como propio.
  11. Tiene una gran capacidad de persuasión.
  12. Con extraños utiliza la seducción para imponer sus criterios.
  13. Racionaliza su conducta violenta, la justifica y minimiza.
  14. Utiliza todo tipo de estrategias para lograr un único fin: que la mujer no se aleje o que vuelva a su lado. Atribuye el problema a la propia conducta de la víctima, a la familia, el trabajo, la situación socioeconómica.
  15. Representa una imagen social opuesta a la que tiene en el ámbito privado.
  16. Fuera de casa puede ser educado, alegre, amable, seductor, solidario, atento, respetuoso.
  17. Una de sus estrategias es la de convencer a la mujer de que no puede vivir sin él, cuando en realidad es él quien depende “funcionalmente”de ella.
  18. Manipula a la compañera ejerciendo el control sobre los bienes materiales.
  19. Utiliza las visitas a sus hijos para acercarse a su víctima y seguir maltratándola.
  20. Tiende a manipular e intenta seducir a los profesionales con su juego de doble fachada.
  21. Entiende su equilibrio emocional como control absoluto del otro.
  22. Siempre pide una segunda oportunidad.
  23. Esgrime los celos para invadir y controlar la vida de la mujer.
  24. Tiene generalmente antecedentes de violencia en su familia de origen.
  25. Repetirá su conducta violenta en las sucesivas relaciones que mantenga con otras mujeres.

viernes, febrero 03, 2017

MI HISTORIA CON EL MALTRATO por Niunamenosniunomas

Soy una persona, soy una mujer en la mitad de la vida, y  voy a dejar ir sobre el papel mi fortaleza y mi vulnerabilidad, con ambas puedo  expresarme y señalar a un ser exaltado de odio y anclado en un malsano exterminio. Mi experiencia como persona, mi experiencia como mujer, como mujer maltratada, mi vivencia aquí en este escrito haciéndome  justicia en mis malas experiencias.
Hace casi once años viví, diez años de mal-trato, de no-trato de des-trato de inferior -trato, de sub-trato, sufriendo sin saber ni tan siquiera porqué sufría tanto, porqué no quería estar en casa, porqué me sentía tan infeliz. Yo era como la rana del síndrome, cociéndome en un fuego sutilmente lento, y él un cocinero frio y meticuloso, tan cocida ya, tan semimuerta, que era incapaz de sentir que el agua estaba a punto de ebullición conmigo dentro. Y de golpe y así fue, literalmente, del golpe,  desperté un día. Y el terror psicológico se convirtió en terror físico, me cogió por el cuello y me intentó estrangular, dejó huellas, aquello ya no parecía que era maltrato, aquello era maltrato, no eran mis fantasías,  esta vez no se le había ido la boca, ni la actitud, se le fueron las manos. Y que suerte, y que mala suerte que mi hija tuviera sólo 4 años y que sólo se acordara a partir de ahí de que un día estuvieron unos mosos de escuadra en casa.
Oficialmente juzgaron y acabaron condenando a un hombre por agresión física, por amenazas de muerte hacia mí, para mi estaban condenando a un perverso psicológico, a un psicópata que maltrataba con sus palabras y sus silencios en la cocina, que humillaba en el dormitorio, a un perverso con oficio de actor en el mundo exterior, y con oficio de verdugo en el mundo interior.
Mi familia, mis padres,  optaron por silenciar, por enterrar a escondidas y por la noche el cadáver de lo malvivido, y yo les ayudé con la pala a tirar tierra,  mimetizada con ellos en el que dirán, que pensarán, la culpa siempre hacia dentro, lapidando un poco más mi autoestima ya devastada. En sus ojos leía, como cuando era una niña, algo habrás hecho mal, y yo me decía, algo habré hecho... por un proteccionismo mal entendido de mi hija, de su nieta, que no se sepa que es su padre,  por unas raíces milenarias ancladas en un machismo ancestral y metido hasta en el cuerpo,  por estar impregnados de las normas más dañinas  y machistas  de la incultura de aldea.
A ellos les pasó por encima, a mí me atravesó arrasando como un río fuera de su cauce, me había dañado, tenía quemaduras  en la capa más profunda de la piel de mi alma, y obedecí y tiré para adelante, inundada por dentro de lágrimas, de rabia, no reparé a la mujer sin autoestima desde la niñez, me lo tapé siguiendo como si nada, como si todo se hubiera reducido a simplemente un mal día; como si sólo el día del maltrato físico hubiera sido maltratada. Pero fueron todos los días durante diez años donde hubo maltrato. Y si no hay un destrozo psicológico previo, no hay un destrozo físico posterior.
Ahora sé, tanto tiempo después, que fui educada  para parecer una mujer inteligente, educada, culta, y una mujer así no-se-deja-maltratar, y si la maltratan es porque se deja y ha elegido mal, veredicto: culpable. Por lo tanto lo merece.
Pero también fui domesticada para pasar de la cárcel invisible de unos padres para quienes en realidad, era un ser inferior por ser mujer, a ser propiedad de un hombre dispuesto a perpetuarlos, a romper esa cárcel. Cuando externamente todo parecía perfecto, era un acto de insumisión a unos principios arcaicos, insertados en los genes, de “tu eres alguien con respecto a”, “no eres alguien en ti misma”, de nuevo, veredicto: culpable, una mujer divorciada en la familia, una mujer sin la tutela de unos padres ó de un marido; no era un buen hombre, pero no importaba, parecía un buen hombre y eso debía ser suficiente. Y además una niña, mi hija necesitaba la figura paterna, la figura de su padre.
Pasó poco tiempo, de nuevo, afortunada y desafortunadamente, algo en mi cayó; caí en una depresión. El sufrimiento pasado se manifestó, se instaló,  de nuevo un entorno familiar que había hecho del maltrato como que no había pasado, hizo de la depresión lo mismo, de nuevo, veredicto: culpable, ¿qué podía esperar?
Decidieron, si, decidieron que yo estaba en manos de una depresión por voluntad propia. Desde la incultura  una depresión, no existe  y que mi hija hasta donde no llegaba yo, era mejor que llegara su padre. Parecerá increíble, pero había pasado mucho tiempo.  Caí en la trampa.  Pasó entonces a relacionarse más con su padre, ayudado por mis padres.
Y así, poco a poco, durante años convirtiéndola en el martillo indirecto de lo que no pudo acabar. Empezó a poner en la boca de mi hija las mismas frases, las mismas palabras. Aprovechando mi debilidad, de nuevo, algo sutil y leve, que subió de intensidad al ver que, parecía que yo remontaba.
La buena gente que encontré en el camino que me empujó y me arrastró, me sostuvo y me dio fuerza para salir. hasta el punto de reconstruir mi vida, con un hombre, con un ser que ha sido mi bendición, y que está a mi lado y conmigo en esto. Que hoy me ve sufrir por mi hija, por ver como se aleja de mí, por ver lo abducida que está, por ver como reproduce lo que el machista le ha inculcado.
Para mí, hoy,  este escrito es un pequeño paso, un, “no le permito a un maltratador estar en mi vida, ni directa, ni indirectamente”. Un día fui su rehén, y escapé; hoy lo está siendo mi hija, y escapará.
Yo he perdido años reconstruyéndome y hoy ya sé que un ser humano sólo le pertenece a la vida, que hay vínculos sagrados, eternos, como lo es el de una madre y su hija que no puede romper otro ser humano.

De nuevo confío, confío en la vida para que, como tantas veces he presenciado, todo acabe colocándose en su lugar. Y que a pesar de que, de nuevo se ha instalado el dolor en mi, no dejaré de pelear por lo que quiero, por el ser más importante que hay en mi vida, mi hija, y no, no voy a caer en el odio. Caeré una y otra vez en el amor, en el amor a mí misma, y a las personas que quiero y que me quieren.

miércoles, febrero 01, 2017

LA IMAGEN DEL MACHISMO

La mujer descalza, cargando con tres criaturas y el rictus de la tragedia en su rostro. Los hombres cubiertos, calzados y con las manos en los bolsillos. 

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