domingo, junio 30, 2024

EL CICLO DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y SUS CONSECUENCIAS

Aunque la agresión física, sea el aspecto mas visible y relevante, esta no es mas que otro eslabón más de la cadena de maltrato. Pero hay mucho más. Lo explica muy bien la teoría del “Ciclo de la violencia de género” formulada por la psicóloga norteamericana Eleonor Walker en 1979. Es muy útil para entender el desarrollo de la violencia y sus consecuencias. Del mismo modo, nos ayuda a comprender el comportamiento de algunas víctimas así como la vuelta de esta con el maltratador.

Este ciclo  se da prácticamente en la totalidad de los casos y comprende las siguientes fases:

Primera fase denominada de acumulación de tensión. Se caracteriza porque la relación se va volviendo tensa y hostil de forma progresiva. El agresor va “calentando” el ambiente mediante conductas amenazantes y desestabilizadoras, enfados por nada, silencios inexplicables… La víctima que normalmente “lo ve venir” va acumulando ansiedad porque absolutamente todas las medidas dirigidas a cambiar la situación son ineficaces.

Esta fase es de duración variable. Puede durar apenas unas horas o bien dilatarse durante meses, hasta que el agresor considera llegado el momento adecuado para actuar. 

A esta, le sigue una segunda fase, la explosión. Aquí el agresor, una vez más, ha elegido premeditadamente el lugar, el momento y los medios. Es la fase más conocida, porque es la más visible, solapando lo previo y lo posterior que juntos, forman parte de un ciclo.

La explosión es el episodio de violencia muy aguda. Es la ira en estado puro. El agresor descarga la tensión y la agresividad acumulada durante la primera fase. Es el punto álgido de la violencia y es también cuando el agresor vive su mayor momento de gloria. Digamos que es cuando se siente más hombre en el sentido más machista del término.

La agresión se produce con una explosión de brutalidad tal, que no repara ni en medios ni en formas, pudiendo causar la muerte tanto de la víctima como de los hijos. Esta fase es muy breve, suele durar apenas unos minutos, pero es la más dura ya que la mujer se enfrenta directamente a la ira del agresor y no tiene ningún control ante una situación. 

Pero otras veces, -la mayoría- el episodio violento (segunda fase) finaliza con una mujer destrozada física y/o psicológicamente, muerta de miedo, que teme por su vida y un agresor que se reactiva, al menos de momento, y que, ante el temor de perderla, reacciona y manifiesta arrepentimiento por sus actos al tiempo que le promete cambiar.

Así se entra en la tercera faseAquí, desaparece totalmente la tensión y la violencia. Surge una especie de estadío plano, de relax y de calma. El agresor se muestra muy arrepentido por el episodio que acaba de producirse y busca con ansia a la víctima implorando su perdón, ya que realmente no soporta perderla. Esto puede ocurrir de forma inmediata a la explosión o bien pasados unos días.

La víctima, si llega a retomar el contacto con él, ve a un hombre nuevo, distinto al que la agredió, vuelve a sentirse nuevamente querida y adorada como al comienzo de la relación. Esta calma, este arrepentimiento, es sobrevalorado por la víctima después de la tensión y de la agresividad vivida. Pero el agresor, con su falso arrepentimiento, no hace sino apuntalar su poder, reforzar su posición.

A esta tercera fase se la conoce como de reconciliación o “luna de miel”. Pero esta fase tan dulce, es extremadamente peligrosa porque el agresor aparentemente arrepentido le pide perdón y una nueva oportunidad. La víctima, que toma esto como una intención de cambio, se relaja y se renuevan las esperanzas de proseguir con la relación. El resultado es obvio: la mayoría de las veces, la víctima vuelve a dar una segunda oportunidad, y una tercera, y una cuarta. Pero las agresiones no tardarán en aparecer y el ciclo volverá a repetirse una y otra vez. Con el paso del tiempo, la última fase se irá haciendo más breve hasta desaparecer y las agresiones cada vez más cercanas y violentas, reduciendo la fase de tensión que brota inmediatamente después de la explosión violenta.

Cuando una mujer vive estos ciclos de forma mantenida en el tiempo, termina perdiendo su autonomía, su independencia y su capacidad de tomar decisiones. Al mismo tiempo, genera una gran dependencia del agresor, esperando siempre esa parte amable, ese resurgir del niño malo arrepentido que ella valora tantísimo.

Como podemos ver, básicamente, la violencia opera en un círculo de tensión, explosión y arrepentimiento, como una rueda que gira y gira y siempre regresa al punto de partida. La ida y vuelta a la relación es una constante.



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