jueves, marzo 30, 2017

SIMONE DE BEAUVOIR

"Existen dos tipos de personas en el mundo: los seres humanos y las mujeres. Y cuando las mujeres tratan de comportarse como seres humanos, se les acusa de intentar ser hombres"           
                                                                                            SIMONE DE BEAUVOIR

domingo, marzo 26, 2017

CUANTO TIEMPO DURA EL MALTRATO?

Otra de las características del maltrato a la mujer es que este no suele terminar con el mero cese de la convivencia de la pareja,  ni con la separación/divorcio, ni con la denuncia, ni con una orden de alejamiento. Los malos tratos pueden continuar perpetrándose -de una u otra forma- a lo largo de muchos años  e incluso a lo largo de toda la vida. 
Es muy frecuente que las mujeres víctimas se pregunten una y otra vez ¿hasta cuándo? ¿Es que esto no tiene final? ¿Se cansará algún día?
Pero los malos tratos  no terminan fácilmente. Y no terminan porque no son una trayectoria ni un camino a recorrer, no un fin en sí mismos. Los malos tratos es el medio, el método que usa el agresor para imponer su criterio, su poder, su control y dominio y seguir así castigando la falta de obediencia a sus principios machistas; es la herramienta que usa para aleccionar a una mujer que él considera una cosa de su propiedad. 
Y cuando no lo puede llevar a cabo de manera directa, lo hace  a distancia a través de los hijos, familiares, amigos, compañeros de trabajo. Y si no puede hacer daño físico, será psicológico o económico o bien atentará contra su prestigio social. Pero mantener el maltrato -pese a todo- puede ser una constante. 
Y esto es así de una forma abierta o soterrada aun cuando los propios Tribunales de Justicia lo hayan condenado. El maltratador, tratará de encontrar una fisura por donde colarse en la vida de la víctima.  Y lo llevará a cabo siempre que pueda, pero además, con sorprendente naturalidad porque es algo para lo que se siente legitimado, algo que considera un derecho irrevocable.  
Su rígida estructura mental le impide ser de otra manera. “Necesita” imponerse sobre la mujer, necesita sentir que es capaz de dominarla y renovar así esa hombría que ella ha puesto en entredicho al romper la traza, el camino que él, como hombre,  había marcado. Es pues, una cuestión de honor patriarcal. 
“Tus lágrimas son mi vitamina”, decía un maltratador a su víctima. 
Como las alimañas, se nutre del poder que impone a través del miedo, de la sangre que succiona, del terror que siembra en torno a una víctima cada vez más pequeña, indefensa y frecuentemente incomprendida por una sociedad que todavía no ha aprendido todo sobre el maltrato.  Así, el dolor que genera garantiza su triunfo, su supervivencia, reafirma su poder. 
Se dice que el miedo de la víctima es proporcional al temor que sufriría el agresor por la ruptura, por la pérdida.
Todo esto se recrudece en el caso de los perversos narcisistas, donde a través del acoso el maltrato puede alcanzar cotas insospechadas y muy dañinas.

Y son estos unos hechos que, al menos para el maltratador no admiten cambios.





domingo, marzo 19, 2017

MACHISMO TECNOLÓGICO

http://www.20minutos.es/noticia/2988719/0/samantha-muneca-sexual-inteligencia-artificial-orgasmo/

Lo anuncian como un avance tecnológico cuando no es más que la nueva modalidad de denigración a la mujer y muchas veces una nueva versión de la prostitución. De hecho, ya han instalado en Barcelona el primer burdel con muñecas prostitutas. 
Así es el patriarcado: siempre buscando nuevas fórmulas, nuevas vías de manifestación de poder y superioridad sobre la mujer.
Porque no nos confundamos. No se trata de un artilugio electrónico cualquiera, es una muñeca que representa a la mujer, es una atractiva figura femenina al más puro estilo patriarcal.  Es un símbolo. Es una creación machista porque es Una mujer diez, sin dejar de ser un cero a la izquierda. Y tal como dice su creador “todo el mundo sabe a la primera para qué sirve”.
Es la ciencia al servicio de la ideología machista, despreciable y ruin por mucho que se disfrace.
En esta ocasión, la tecnología ofrece una respuesta ideal pero no a los hombres, sino  a individuos asociales y machistas babosos, perversos, depredadores sexuales y depravados y otros desesperados que andan a la búsqueda del autoconvencimiento de su propia hombría de la que, -digo yo- debe tener muchas dudas.

viernes, marzo 17, 2017

UNA HISTORIA DE MALOS TRATOS, por Raquel M.T.

Se llama Raquel y envía este texto con su experiencia, su historia personal. Ella y yo esperamos pueda serle de utilidad a alguien, porque quedan perfectamente reflejadas todas las características que se dan en una relación de malos tratos sin apenas violencia física.

LA VERDAD
No sé por qué de repente necesito escribir esta carta. No sé si tiene destinatario o no. No sé si la escribo para ti, para él o para los otros. Para que sepan.
Muchas veces me ha preguntado que por qué le dejé. Mi respuesta en su momento fue que es que ya no le quería... El solo hecho de que me preguntara me hacía dudar de mí. De si había sido injusta, de si era egoísta o una mala esposa, una mala amiga, una mala cuñada, una mala hija, una mala persona.
No me parece que haya pasado ya tanto tiempo desde que me fui de casa. Me he puesto a contar y ya son cinco años y me han pasado muchas cosas. Me he sentido sola, vulnerable, perdida, frágil, he llorado y he sufrido. He odiado y he amado, he aprendido mucho sobre las personas y sobre todo sobre mí misma. Pero aún me quedan secuelas. Todavía sueño a veces, me veo en reuniones familiares en las que nunca salgo bien parada, a veces oigo la puerta y le veo y el corazón me da un vuelco, a veces lloro sin sentido, o me vuelven a salir los eccemas. Sobre todo lo noto con el trato con la gente, me siento insegura, como si mostrarme tal como soy fuera algo temible. Siento que no soy capaz de decir que no, que siempre tengo que ser agradable, o sea, agradar a otros. Que tengo que anteponer los deseos de otros a los míos. Afortunadamente ahora me doy cuenta. Y solo eso ya hace que mi actitud cambie.
Quizá en parte fuera así. Pero hay tantas cosas y tantos detalles que recuerdo, y que no quisiera seguir recordando y que en cambio continúan machacando mi cabeza como si fuera un complot de mi cerebro para recordarme que tengo que ponerme a salvo de cosas así. Lo peor es que creo que mi hijo ha sufrido antes y después las consecuencias de todo mi aguante. Y sé que lo llevara consigo toda su vida.
Cuando alguien te maltrata sin pegarte es muy difícil darse cuenta. Es como una enfermedad fantasma que nadie puede curar porque no se ve la causa, ni los síntomas, solo sientes dolor y miedo. Y nadie se da cuenta, ni siquiera tú.
Tu pareja te mima, te lleva de paseo, a la playa, te trae y te lleva, te salva, te hace la compra, cuida del niño, todo el mundo te dice lo majo que es, lo bien que te cuida., se desvive por ti. Y tú asientes para tus adentros como una perversa víbora desagradecida. Y te preguntas ¿por qué no soy feliz? Te preguntas qué es lo que está mal dentro de ti si tienes mucho más de lo que cualquiera podría desear, por qué tienes tantas migrañas, o llantos desconsolados sin saber por qué, o se te empieza a pelar la piel, a caer el pelo, por qué te duelen los huesos, por qué no puedes contarle a nadie que estás sola y que estás todo el tiempo tan triste y que lo único que quisieras es de verdad estar enferma para poder morirte sin remordimientos. Así que finges, finges todo el tiempo, cuando vas a ver a tus padres, cuando te reúnes con tus amigas, cuando comes en casa de tus suegros o juegas con tus sobrinos. Finges que estás bien porque ¿cómo podrías contarles lo que te pasa? ¿cómo puedes contar lo inexplicable? Que te sientes confusa, que no sabes si eres tú, o es él, pero que hay cosas que no tienes claras. Y cuando te atreves a contar solo un poco, enseguida te dicen que es que hay que tener paciencia, que eso le pasa a todo el mundo, que la convivencia es difícil, que hay que aguantar, que el matrimonio no es fácil... Así que te callas y sigues fingiendo porque sí, seguramente sean figuraciones tuyas, cosas que se te ocurren a ti porque te aburres mucho en la vida.
Luego hay alarmas continuamente, pero sientes tal necesidad de que te quieran que las obvias, no atiendes a las llamadas, no contestas a los mensajes de aviso...
Veintitrés años quizá son demasiados para darse cuenta de un maltrato. Me cuesta escribirlo. Lo digo como si fuera algo que le ha pasado a otra persona. Me da vergüenza. Yo que siempre dije que jamás me dejaría pegar por nadie, que siempre he sido valiente en la vida, que nunca dejé que nadie me molestara de más. Y en cambio, no fui capaz ni siquiera de reconocer el dolor que se me estaba infringiendo. Me da vergüenza reconocerlo, pero sí, se llama maltrato.

Ni siquiera sé cómo empezó.
Sé que la primera vez que me sentí mal con él fue de novios,  por cualquier cosa, no puedo recordar por qué. Sé que le hice notar algo que no me gustaba y se puso a conducir como loco. Sentí miedo y en cuanto pude me bajé del coche. Y me persiguió, me gritó y luego me suplicó. Hicimos las paces y me quedé rara, confusa. No sabía si yo había hecho algo malo, porque él se comportaba como si fuera yo la rara, la sensible, la exagerada, la loca.
Escenas como estás se convirtieron en habituales en nuestra vida. Así que cuando discutíamos por cualquier razón siempre quedaba la cosa como que yo era demasiado sensible, llorona, exagerada, rara, o no sabía encajar las cosas de la vida.
Además mentía continuamente. Mentía sobre el dinero, sobre con quién estaba, sobre qué estaba haciendo. Mentía cuando te prometía que haría algo, mentía para cambiar la tele de canal, mentía cuando decía que iba a un recado e iba a otra cosa. Mentía tanto que ya podría haberme jurado por el día que era de día que no le habría creído.
También prometía cosas que luego no cumplía, o te decía cosas que luego no reconocía haber dicho.
También robaba. Eran pequeños robos, tonterías, desde unas latas de atún en unos grandes almacenes o cosas pequeñas pero ¿qué necesidad tenía de hacer una cosa así?
Sobre todo me hacía sentir insegura, con miedo a que pasara algo, esperando siempre su última ocurrencia...
Uno de los motivos por los que más se enfadaba era que no estuvieran las cosas como él quería. Sobre todo la limpieza. No es que quisiera que estuvieran las cosas limpias, era su nivel de exigencia. Dios, como odiaba su arrogancia con el trapo. Llegaba de trabajar y comprobaba si estaba todo limpio, tocaba los muebles con el dedo por si no había pasado el polvo. Todo tenía que estar impecable, hasta me hizo al principio limpiar con un cepillo de dientes el baño...
Cuando él llegaba del trabajo todo tenía que estar en su sitio. El niño tenía que tener su cuarto recogido. Si habíamos estado en el salón viendo la tele o jugando tenía que recoger todo corriendo para que él no se enfadara. Si me estaba tomando un café tenía que recoger la taza según lo terminaba, la taza no podía quedarse ahí. Y su preguntita que yo tanto detestaba de cada día: ¿Y que has estado haciendo todo el día?
Cuando se enfadaba se ponía muy violento, iba y venía por el pasillo como un tigre en una jaula, bufaba, daba golpes. No importaba que no me pegara, sus gritos, sus portazos y sus desmanes eran suficientes para que viviera asustada y para asustar a mi hijo cuando era pequeño. Los niños siempre se obvian en estos temas y sufren por nosotras y con nosotras e igual que nosotras todo este maltrato, son los testigos invisibles. Nuestros damnificados.
En cuanto entraba por la puerta ya sabía que talante tenía ese día. Primero me atacaba a mí, con preguntitas, insinuaciones o humillaciones veladas,  y si no podía conmigo entonces iba a por Iago. El motivo podía ser cualquier cosa. También muchas veces me castigaba con su indiferencia. Dejaba de hablarme tanto si yo le hablaba a él como si no. O musitaba un mmmm como mucho.  
Muchas veces también caminaba por delante de mí, como si yo fuera su perrito faldero, eso me sacaba de quicio. ¿Venía conmigo o no? ¿Por qué hacía eso?
Cuando sus enfados eran soterrados o silenciosos me producía mucha ansiedad, era agresivo, respiraba muy fuerte. Pegarme solo me pegó una vez. Digo solo como si no fuera nada. Pero solo un tortazo basta para que sientas pánico y para que sepas que estás realmente encerrada. Ese día arrancó el teléfono, no sé por qué y yo me enfadé y quise irme de casa y me dió un bofetón.
Otras veces usaba el drama. Utilizaba el chantaje emocional para que hiciera lo que él quería.
Sobre todo cuando yo quería dejar la relación es cuando se ponía más triste, hasta el punto que la vez que intenté con anterioridad divorciarme temí que fuera a pegarme, o a hacerse daño él. Empezó a recorrer el pasillo como loco dando golpes en las puertas y en las paredes y recuerdo que en ese momento pensé que jamás podría salir de allí.
Cuando tenía problemas lo achacaba a mi sensibilidad. En parte era cierto. Lo es. Cuando tienes la autoestima tan baja eres muy vulnerable. Nunca sentí que me defendiera de nada. Nunca vi que diera la cara por mí. Ni por su hijo.
Yo era una loca exagerada. Mi sudor, mi ansiedad o mis lágrimas daban igual. No solo no me ha defendido nunca es que encima me ha atacado.
Siempre sentí que yo no valía nada. Las demás mujeres que le rodeaban eran más guapas o exitosas que yo, me comparaba con otras mujeres constantemente. Y si alguna vez hacia algún comentario de alguna chica me decía que no fuera tan celosa que tenía mucha suerte porque él solo me quería a mí. Y todas eran más listas y tenían más estudios que yo o trabajos o lo que fuera. Todas estaban por encima de mí. Yo me sentía la mujer más fea del mundo.
Muy a menudo flirteaba con otras mujeres delante de mí, la que fuera, la cajera del super, si se encontraba con alguna prima, con alguna amiga. Y me minimizaba. Físicamente se interponía entre la interlocutora y yo como para borrarme, o hablaba y hablaba y si veía que yo iba a decir alguna cosa gastaba una broma sobre mí como tratando de ridiculizarme. Lo peor es que muchas veces he llegado a pensar que yo estaba loca.
Con el dinero también teníamos problemas. Nunca había dinero. Todos los meses venían cartas o llamadas del banco porque gastaba en tarjetas que yo desconocía. Yo tenía miedo de que pasara algo o me dejara alguna deuda que yo desconocía porque nunca he sabido de verdad qué pasaba con el dinero.
La verdad es que todos los meses venían multas. Todos los meses iba al fútbol sí o sí. O compraba cosas sin necesidad. O se compraba un coche cada año. Siempre encontraba la manera de gastar pero luego lloraba por haber gastado y eso sí, hacerme notar que en cierto modo era por mi culpa. Él siempre sabía lo que había en mi monedero, lo sé porque le puse trampas para saber si él llevaba la cuenta de lo que entraba o salía en mi monedero y sí...la llevaba. Y cuando le preguntaba que por qué tenía que mirar mi cartera, en lugar de disculparse por su intromisión a mi intimidad, él me contestaba que es que él se preocupaba por el dinero de casa, como si yo no lo hiciera.
Me consta que sigue teniendo problemas con el dinero. Y yo ya no vivo con él.
Las intromisiones en mi intimidad o la de mi hijo eran constantes. Era como vivir con la policía. Nada se movía en casa sin que él lo supiera. Me consta, aunque no puedo demostrarlo que miraba en mi ordenador y en mis cosas. Trampas que yo ponía, trampas en las que él caía.
También me molestaba mucho que no dejara de recordarme lo bueno que es, la suerte que tenía de estar con él, me decía que no hay maridos tan buenos que ayuden tanto a sus mujeres, que vayan a la compra o vayan a comprarles los tampones, me llegaba a resultar tannnnn ridículo.
Su manía por la limpieza y el orden era exasperante pero lo que más me fastidiaba es que era muy exigente conmigo pero para con él no es tan exigente.
Cuando trababa de hablar con él me salía por otro lado, o se sorprendía preguntándome cómo podía pensar yo que él fuera tan malo si siempre se ha desvivido por mí. Pero siempre te enreda, o te acusa a ti de lo que sea para no contestar a nada ni ante nada. Si me mentía es que yo estaba loca, si me engañaba con otra mujer es que yo era celosa, si le preguntaba qué pasaba con el dinero la culpa era mía que era una gastadora, si le decía que no podían venir tantas multas, lloraba, si le pedía que condujese más despacio, se encabronaba y conducía más deprisa. No admitía ningún tipo de crítica y se defendía criticando. Otras veces se mostraba paternalista, como si yo fuera una niña pequeña que no sabía conducirse en la vida. De verdad que llegué a pensar que no estaba bien de la cabeza.
Todo con él ha sido siempre soterrado, oculto, nunca era directo y si lo hacía era para mostrarse violento.
Llegué a sentirme tan dañada y sola que quise morir. Intenté morir. Ni siquiera me importaba a esas alturas qué pensara mi hijo o cómo podría afectarle esa decisión, me sentía tan acabada y tan rota que ni siquiera sabía quién era yo. Al mismo tiempo que seguía fingiendo que todo estaba bien. Una locura.
Cada vez que miro atrás pienso que lo mejor que he hecho en mi vida fue hacer caso a mi sistema de defensa. No importa porque me fui, solo sabía que tenía por delante la tarea más difícil de mi vida, y que una vez que la consiguiera todo lo demás iría bien: aprender a quererme y a valorarme.
Y por eso, creo... me he dado cuenta de que antes, sí que me habían maltratado.
Raquel

sábado, marzo 11, 2017

LA VIOLENCIA DE GÉNERO: Ese juego perverso

Una de las características de la violencia de género es la falta de la relación lógica entre la causa y el efecto de la agresión a la mujer.
Frecuentemente las mujeres, a las primeras manifestaciones de violencia por parte de su pareja y con el fin de salvar la relación reaccionan tratando de encontrar una explicación, una justificación que le ayude a comprender lo que está viviendo. 
Así, se lanzan con desesperación a la búsqueda de las señales, de los elementos justificativos, de las razones, de los motivos  que llevan al agresor  a actuar como lo hace y dar así una respuesta, una solución coherente y racional al conflicto.
Pero cuando parece que ha encontrado la solución,  sin saber ni como, otra vez un retroceso, otra vez en el punto de partida de esta sinrazón, de este desatino, de esta locura, porque para un maltratador nunca la respuesta es la adecuada, nunca es suficiente y jamás la solución aportada por la víctima da resultado.
Este estado de lo absurdo, esta confusión, esta especie de tira y afloja, este sí pero no, este amor/odio, este sinsentido, este triunfo de lo irracional, esta especie de locura,  se acaba convirtiendo en un mecanismo diabólico,  en un juego perverso, en una estrategia peligrosísima, donde lo único que prevalece, lo único que crece cada día, lo único que se refuerza es el dominio, el control, el poder del maltratador el cual sale, naturalmente, fortalecido.  
Él es quien ha elaborado previamente las reglas del juego, por eso él siempre gana. Mientras tanto, la víctima, agotada, se va consumiendo un poco más cada día porque ve, desesperanzada como sus esfuerzos nunca dan resultado. Desorientada, perdida, sola, se va hundiendo y enredando en una tela de araña de la cual, intentar salir, le puede costar la vida.
Esta situación se da en la práctica totalidad de los casos y se puede mantener durante años. 
Naturalmente la búsqueda de comprensión, de entendimiento, de acercamiento de posiciones  no da resultado precisamente porque se trata  de eso, de mantener abierta una zona de conflicto que justifique sus reacciones violentas. Y se trata además, de confundir a la víctima, de que esta no entienda nada y agote y destruya su tiempo y toda su energía en la búsqueda de esa solución que queda perdida en el laberinto de un juego incomprensible, peligroso y perverso. 

miércoles, marzo 08, 2017

EN MEMORIA DE MARIA JOSÉ GARCIA

Hoy he recibido este mensaje de una muy querida amiga inspectora del Cuerpo Nacional de Policía. Es el mensaje de un recuerdo entrañable y muy sentido del colectivo al que ella pertenece. Le prometí difusión. 

"Para celebrar el día de la mujer yo he elegido recordar a MARIA JOSE GARCIA, la primera mujer policía asesinada en acto de servicio como no, por ETA en el año 1981.
Tenía 23 años cuando fue asesinada y perteneció a la primera promoción de mujeres inspectoras de policía.
Y es justo recordarla hoy no solo porque abrió un hueco junto a otras mujeres en un espacio profesional muy cerrado entonces a las mujeres, sino también porque con su sacrificio y entrega junto al de otros y otras como ella, los españoles podemos disfrutar de una cuestión tan imperceptible como la derrota del totalitarismo criminal terrorista.
Y lo digo porque hoy se recordaran a científicas, catedráticas, ingenieras y otras profesionales que, sin quitarles un ápice de mérito, han podido desarrollarse en paz y seguridad gracias a estos desconocidos sacrificios. "

domingo, marzo 05, 2017

8 DE MARZO. MI REFLEXIÓN

En el momento social que nos ha tocado vivir, es justo reconocer como la situación de la mujer ha evolucionado considerablemente con respecto a cualquier época anterior. Es innegable que se han obtenido grandes avances muy positivos y se han conquistado derechos impensables hace apenas un par de décadas. 
Que hoy se dispone de un marco normativo que ampara jurídicamente la igualdad entre los hombres y las mujeres y que la mujer víctima de la violencia machista cuenta con una protección jurídica,  es algo que, aunque mejorable,  es un logro novedoso.  
Pero estos derechos de que hoy disfrutamos todas, no se han obtenido por un arranque cualquiera de espontaneidad; tampoco por iniciativa de las instituciones. Estos derechos se han logrado, fundamentalmente, por la lucha continuada de diversos movimientos sociales, especialmente por las reivindicaciones de los colectivos feministas y asociaciones para la defensa de la igualdad y de los derechos de la mujer y contra la violencia. Logros que, por otra parte,  han sido duramente trabajados; que se han obtenido paso a paso y tras los cuales están muchas movilizaciones sociales, denuncias, privación de libertad de muchas mujeres y como sabemos, un importante reguero de víctimas supervivientes y mortales y siempre, siempre, muchísimo dolor.
Dicho de otro modo, ha sido una lucha y triunfo de la mujer, que nadie se llame a engaño. Pero  de la mujer que ha despertado, de la que ha sido capaz de soltar sus amarras, de la luchadora, la reivindicativa, de la que deja a un lado el miedo, de la que clama, reclama y exhorta a las instituciones... De la mujer que, consciente de sus derechos, no se ha conformado con menos.
Ha transcurrido el tiempo. Hoy podemos contemplar que no sólo no hemos terminado en nuestras reivindicaciones, sino que a veces y como consecuencia de que el progreso lo ha sido más en la forma que en el fondo,  emergen brotes de machismo radical y peligroso. Brotes propios de un modelo social androcéntrico, muy dominante y temeroso de perder sus privilegios; que no son sino la respuesta violenta de un férreo sistema patriarcal, que necesita mantener la subordinación de la mujer, como el apéndice que solo adquiere consistencia, unida al hombre.
La complejidad del tema requiere soluciones específicas. Soluciones que no se limiten a paliar los efectos, sino que aborden de frente las causas que lo originan. Acciones en fin que cuestionen y transformen esas rígidas estructuras sociales desiguales que tan nefastos resultados nos ofrecen cada día.
Para ello, es necesario ante todo, y de manera urgente, esparcir mucha, muchísima información en materia de igualdad y violencia de género. Información que, por una parte, alumbre el desconocimiento y sirva para sensibilizar, despertar las conciencias adormecidas y anestesiadas de muchas mujeres y que, por otra parte, extienda el mensaje de “nuestra lucha no ha terminado, tenemos que seguir avanzando”. Información que ha de ser veraz, práctica,  eficaz y muy expansiva; que lleve el conocimiento a todas las mujeres.
No podemos limitarnos a esperar la acción paliativa proveniente del paternalismo institucional,  asentado en el mismo modelo social que ha originado esa desigualdad y que mantiene esas diferencias. Modificarlo va contra su propia naturaleza. No nos confundamos.
Es necesario derribar ese modelo tradicional, castrador y nefasto. Y porque son nuestros derechos, pero también nuestra responsabilidad, vamos a trabajar para ir dejando atrás todo ese lastre androgénico de nuestra cultura, que es muchísimo.
Es necesario luchar por ser mujeres autónomas, independientes, que vivamos por y para nosotras mismas. Luchar por ser mujeres libres de tutelaje y responsables, seguras y sin complejos, que sepamos amarnos y respetarnos y capaces de desarrollar una saludable autoestima que se convierta en el pilar que sostenga nuestra existencia. Mujeres que en lugar de destinar las energías vitales por y para los demás, sepamos revertirlas sobre  nosotras mismas.
Mujeres que nos aceptemos con nuestras limitaciones y nuestras habilidades, sin juzgarnos. Mujeres que cambiemos la postura existencial de pedirle a la vida, porque hemos aprendido a responder y a darle sentido a nuestra vida y por supuesto responsables únicas de nuestra propia existencia.
Esta sería nuestra contribución a la eliminación de la desigualdad, nuestra apuesta por el cambio de una sociedad digna de ser habitada, donde todas las personas sean respetadas por igual y bien tratadas, por el mero hecho de existir. 



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