Una de las características de la violencia de género es la
falta de la relación lógica entre la causa y el efecto de la agresión a la mujer.
Frecuentemente las mujeres, a las primeras manifestaciones de
violencia por parte de su pareja y con
el fin de salvar la relación reaccionan tratando de encontrar una explicación,
una justificación que le ayude a comprender lo que está viviendo.
Así, se lanzan con desesperación a la búsqueda de las señales, de los elementos justificativos, de las razones, de los motivos que llevan al agresor a actuar como lo hace y dar así una respuesta, una solución coherente y racional al conflicto.
Así, se lanzan con desesperación a la búsqueda de las señales, de los elementos justificativos, de las razones, de los motivos que llevan al agresor a actuar como lo hace y dar así una respuesta, una solución coherente y racional al conflicto.
Pero cuando parece que ha encontrado la solución, sin saber ni como, otra vez un retroceso, otra
vez en el punto de partida de esta sinrazón, de este desatino, de esta locura,
porque para un maltratador nunca la respuesta es la adecuada, nunca es suficiente y jamás la solución aportada
por la víctima da resultado.
Este estado de lo absurdo, esta confusión, esta especie de
tira y afloja, este sí pero no, este amor/odio, este sinsentido, este triunfo de lo irracional, esta especie de locura, se acaba convirtiendo en un mecanismo diabólico, en un juego perverso, en una estrategia
peligrosísima, donde lo único que prevalece, lo único que crece cada día, lo
único que se refuerza es el dominio, el control, el poder del maltratador el cual sale,
naturalmente, fortalecido.
Él es quien ha elaborado previamente las reglas del juego, por eso él siempre gana. Mientras tanto, la víctima, agotada, se va consumiendo un poco más cada día porque ve, desesperanzada como sus esfuerzos nunca dan resultado. Desorientada, perdida, sola, se va hundiendo y enredando en una tela de araña de la cual, intentar salir, le puede costar la vida.
Esta situación se da en la práctica totalidad de los
casos y se puede mantener durante años. Él es quien ha elaborado previamente las reglas del juego, por eso él siempre gana. Mientras tanto, la víctima, agotada, se va consumiendo un poco más cada día porque ve, desesperanzada como sus esfuerzos nunca dan resultado. Desorientada, perdida, sola, se va hundiendo y enredando en una tela de araña de la cual, intentar salir, le puede costar la vida.
Naturalmente la búsqueda de comprensión, de entendimiento, de acercamiento de posiciones no da resultado precisamente porque se trata de eso, de mantener abierta una zona de conflicto que justifique sus reacciones violentas. Y se trata además, de confundir a la víctima, de que esta no entienda nada y agote y destruya su tiempo y toda su energía en la búsqueda de esa solución que queda perdida en el laberinto de un juego incomprensible, peligroso y perverso.