“Cuando una mujer es víctima de malos tratos no sólo es
víctima por estar en el punto de mira de un machista violento, obstinado y
perverso, no sólo es víctima de un personaje embaucador, falso y traidor, de
maldad en vena y sin reinserción posible…Se es víctima además de una
legislación que a pesar de haber sido elaborada a golpe de muertes, se aplica
con timidez, una legislación pobre en recursos e incompleta y es, desde luego,
una legislación ineficaz.
Pero también lo es de la Justicia, que a fuerza de ser
asépticamente justa, puede llegar a sentenciar a una víctima a la condena
eterna de la muerte. Porque desde el ilustre sillón de Su Señoría es imposible
conocer hasta dónde es capaz de maquinar la mente perversa y retorcida y
canalla, los bajos y miserables instintos de un vil maltratador.
Y víctima de unas instituciones tan politizadas como
ineficaces, ancladas en una peligrosa pasividad, de espaldas a la realidad y
carentes de un auténtico compromiso con las necesidades de la mujer víctima,
unas instituciones de una irresponsabilidad que hacen estremecer.
Y víctima, en fin, de una sociedad que se cree avanzada, que
se cree moderna y progresista y no se reconoce enferma de un machismo tan
descarado y tan cruel que en peligroso juicio paralelo sigue culpando y
condenando a la víctima como única responsable, mientras que con frivolidad e
indiferencia, sigue mirando para otro lado.”