(Según una idea original del médico forense y profesor Miguel Lorente Acosta)
Es su cultivador quien al
mismo tiempo que lo riega y lo cuida con esmero para mantenerlo vivo le recorta ramas y raíces, manipulando su crecimiento natural a su
capricho absoluto.
Porque el verdadero placer
está en que crezca bajo el control de sus manos y de su imaginación. Y así
obtiene su resultado óptimo, así consigue “su obra”.
Si a un bonsai lo sacamos de
su pequeña maceta y lo plantamos en el jardín, se muere, porque ni siquiera
tiene raíces para profundizar buscando agua en el suelo.
Tenemos por tanto que la
persona que va “destrozando” la planta es la misma persona que le permite que
siga viva.
Esto es lo que hace el
maltratador.
Cuando su pareja intenta
crecer como persona, él se encarga de podar, de recortar, de impedir su desarrollo
y crecimiento natural, pero al mismo tiempo da las justas dosis de cariño para
mantenerla a su lado. La propia mujer se nota impotente, pero como recibe lo
que necesita para seguir viviendo, crea una relación de dependencia. Depende de
la misma persona que la anula. Y llega a creer que sin él no va a poder vivir.
Para poder desarrollarse,
para poder crecer, necesita un proceso de adaptación.