En la última de las encuestas realizadas por la Delegación Especial del Gobierno contra la violencia de género aparecen presentes explicaciones que los ciudadanos dan en torno a la violencia de género, a las agresiones de los maltratadores hacia sus parejas. Así, un tanto por ciento elevado de los encuestados atribuye a las drogas, al alcohol y a los problemas psicológicos la agresión a las mujeres. Una experta en el tema de violencia de género ha manifestado su sorpresa ante la pervivencia de tales explicaciones.
Vayamos por partes. Tales explicaciones son conocidas como “mitos entorno a la violencia machista”. Unas explicaciones que pretenden explicar –cuando no justificar- la violencia machista. Si el hombre pega es porque es alcohólico, drogadicto o enfermo mental, no lo hace como manifestación e instrumento de dominación a la mujer, sino por enfermedad o adicción. Se obvia, por consiguiente, la causa y raíz de la violencia de genero: el machismo, el pensamiento que considera superior al hombre sobre la mujer, y la supeditación de esta al varón.
Resultado de esta pervivencia de los mitos, pervivencia alentada por los grupos machistas que se resisten a la igualdad: no hay que erradicar el pensamiento patriarcal-machista, tal pensamiento no es sino una invención de la mujer para “descabalgarlos” del poder “conquistado a lo largo de la historia”. Y añaden: no todos los hombres son alcohólicos, drogadictos o enfermos mentales, luego no existe una causa y raíz ideológica.
Y que nadie viva en las nubes, sino con los pies bien asentados en el suelo: el pensamiento machista pervive en la educación, en las conductas, en la sociedad. Y por parte de muchos grupos –perfectamente organizados- no hay interés alguno en erradicar ese pensamiento machista. Mientras pervivan “los mitos”, mejor que mejor; claro que para ellos, no para las mujeres, ni para la sociedad. Por cierto, que esos mismos “grupos” son los que lanzan el bulo, rumor o mentira de las denuncias falsas: la mujer es perversa y pretende, mediante el insidioso y maledicente ejercicio de la Ley, perjudicar al hombre. Y esos mismos grupos van un poco más lejos: deroguemos la Ley Integral como injusta para los hombres y dañina para la sociedad.
O nos tomamos en serio la educación en la igualdad, o habremos perdido la batalla. Pero no con “empastes” o “tiritas”, sino seriamente con rigor y a fondo.