miércoles, julio 14, 2021

¿COMO EVOLUCIONA UNA RELACIÓN DE VIOLENCIA DE GÉNERO?

Siempre hacia más y peor. 

La evolución de una relación basada en la violencia, ya sea psíquica o física es, siempre, más violencia y/o más perfección en los métodos debido a la experiencia. Es como un círculo vicioso, una especie de tela de araña que envuelve y enreda a la víctima y de la que resulta bastante complejo escapar. 

Después de la fase de conquista y una vez que se ha asegurado su confianza, se inicia  una fase donde el agresor comienza a atacar sin utilizar la agresión para conseguir sus objetivos de sumisión y control de la pareja. La humillación, la violencia psicológica, la decadencia personal así como el robo y/o destrucción de la autoestima de la mujer son sus principales estrategias de ataque. Así, la víctima, que siente verguenza de la propia situación en la que está inmersa, se aísla y comienza a ver las cosas como su pareja desea, con el fin de evitar conflictos con ella. 

Posteriormente, comienza la fase de aislamiento. La víctima, una vez atrapada, capturada, comienza ella misma, a romper su red social, a separarse de sus familiares y amigos, incluso puede abandonar su trabajo, porque él le dice que son los demás los culpables de su situación. De este modo es más fácil el control por parte del agresor y más fácil conseguir sus objetivos en la intimidad del hogar.

Hay una tercera fase, donde el agresor crítica constante todas las actuaciones de la mujer, iniciando un abuso psíquico constante mediante la crítica voraz a las opiniones o conductas de la víctima. El resultado no puede ser más devastador: la pareja experimenta una grave incapacidad para reaccionar, se siente impotente y descubre que haga lo que haga no va a obtener un resultado que mejore la situación.
La mujer, aislada, criticada, cada vez con menos recursos personales, se encuentra segregada, alienada. El contacto exterior es escaso o nulo. En este marco de cosas, cualquier intento por rebelarse por parte de la mujer para reconducir su vida, puede acabar con un “merecido castigo”, ya sea con agresiones físicas, e incluso sexuales: bofetadas, palizas brutales y/o sexo no consentido.
Es como una espiral de locura y maldad reiterada, expandida en el tiempo.

Cuando el agresor ha descargado contra la mujer toda la ira que le producen sus frustraciones personales, surge el temor de poder perderla, y emerge una peligrosísima fase final denominada falsa reconciliación. Los perdones, las explicaciones,  y excusas por parte del agresor sobre su amor hacia la víctima junto con la creencia generalizada de que el agresor va a cambiar llevan a la mujer a la renovación de la confianza. Pero esto no es más que el inicio de una nueva rueda de violencia, de un nuevo ciclo que no tardará a volver a recomenzar. 
Desgraciadamente, la mujer víctima cree a ciegas todas estas promesas, digamos que “necesita” creer que “esta vez será definitivo”, necesita sentir que todo lo sufrido no ha sido en vano, necesita pensar que en el fondo no es tan malo, sobre todo cuando el hombre aprovecha para hablar de su infancia desdichada, lo que deriva en un instinto de protección por parte de la mujer, que se encuentra ya atrapada en esa tela de araña y seguirá sufriendo numerosas agresiones cíclicas si no decide abandonar a su pareja.

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