Soy mujer,
una mujer de mi tiempo y estoy orgullosa de serlo.
Represento, junto con las otras
mujeres, la mitad de los seres humanos, la mitad de las personas que habitan
este planeta. Por tanto, tengo la responsabilidad de velar por el bienestar y
el reconocimiento del feminismo como ideología de equilibrio e igualdad, como principio de justicia social.
Quiero, en primer lugar, dejar
constancia de mi agradecimiento a todas aquellas mujeres que, desde un ilustre
sillón o desde el más humilde anonimato, han trabajado, han luchado y han
abierto el sendero para que hoy todas podamos transitar por este presente de
progreso, de libertad, próximo a la igualdad.
No obstante, aún quedan muchos
caminos que recorrer.
Por ello, asumo el deber de colaborar,
en la medida de mis posibilidades, a la creación de una sociedad más
igualitaria, más justa y mejor. Ese es mi deber para conmigo misma y mi
compromiso para con el resto de las mujeres.
Reconozco, aprecio, admiro la figura
del hombre en nuestra sociedad, como esa mitad de la población que representa.
Admito la diferencia que nos separa, aspecto este que ni envidio, ni trato de
imitar y/o superar, en ningún caso. Y acepto con respeto las diferencias sin espacios neutros que justifiquen desigualdades.
La mujer en nuestros días tenemos al alcance muchos medios para promocionarnos y desarrollarnos como seres
independientes y libres, sin obviar responsabilidades y sin necesidad de
recurrir a disparates, extravagancias o falsos protagonismos.
Seguiré desarrollando la inquietud
por aprender nuevas cosas, por ampliar mis aptitudes naturales y mis cualidades
innatas, así como la ilusión por mejorar cada día. Ser productiva tanto para mi
propio desarrollo personal como para mi familia, engrandeciendo así a la
sociedad a la que pertenezco...
Igualmente, me comprometo a seguir
luchando por conseguir las metas y los objetivos que me proponga con el fin de
potenciar la digna identidad, sin miedo y sin complejos. Sé que no hay nada más
reconfortante que poder valerse por una
misma y al mismo tiempo sentirse útil para para la sociedad.
Del mismo modo, me comprometo a salir
a la vida y elegir por mí misma el camino a recorrer. Y en aras a obtener una
mejor consideración y estima, que mi actuación se traduzca en dignidad y respeto,
para mí y por todas las demás mujeres y ser así valoradas como nos corresponde.
Me comprometo igualmente a no
abandonarme a la monotonía y a la rutina de una vida gris, anodina, servil y
mediocre, ni perder las ilusiones que aporten a mi vida entusiasmo, alegría y
un sano protagonismo.
Finalmente, prometo ser generosa,
salir a la luz, hacerme visible para los demás y las demás, pero especialmente
hacerme visible y generosa a mí misma.
Reconocer mis errores sin llegar, en
ningún caso, a torturarme por ello y siempre con el propósito de aprender y
mejorar. Pero también, reconocer mis cualidades y mis facultades y saber
felicitarme por ello cuando sea menester, sin que ello suponga ostentación o fanfarronería.
Prometo también dedicarme más tiempo, para disfrutar de lo que me gusta, a todas aquellas actividades que me proporcionen una nueva dimensión personal y social.
Reconocerme y respetarme en fin, como lo que soy: lo más importante de mi vida.
Y cada amanecer, me dedicaré la primera sonrisa del día, mientras que con un cariñoso impulso me diré aquello de... ¡¡¡ANIMO, mira de frente al mundo con tus gafas de color violeta!!!