¡No sé cuánto tiempo estuve intentando entender algo en medio de esta
tremenda locura! ¡Cuánto tiempo buscando, tratando de comprender donde estaba
el problema para darle una solución definitiva!
Nunca acertaba. Siempre el factor sorpresa traía algo con lo que no
contaba, algo que me desestabilizaba por completo y lo derrumbaba y cambiaba
todo. Como dice Mario Benedetti: “Cuando creía que tenía todas las respuestas,
me cambiaba todas las preguntas”
Y un día descubres que tu vida poco a poco ha quedado vacía, que no queda
nada de lo que había anteriormente, ni de personas, ni de cosas, ni de
sentimientos, porque todo el espacio lo ocupa él. Que se ha erigido en un ser
superior, inmenso, omnipotente y poderoso, muy poderoso que es quien dirige tu
vida. Que tú no sabes o no te atreves a dar un paso, ni siquiera a tener un
pensamiento o una emoción sin su permiso.
Descubres que te pasas el tiempo escapando, huyendo de la vida, de ti
misma, de la verdad, de las circunstancias, de tu realidad. Huyendo de él. Es
como si en el fondo no desearas conocer la verdad porque es demasiado dura. Y
una vez más, miras hacia otro lado…
Y te das cuenta de que has mirado para otro lado durante demasiado tiempo.