1.
El mito de que el amor lo puede todo. No es cierto que todas las personas
puedan cambiar por la fuerza arrebatadora del amor. Las personas cambian si
quieren o porque se les ayuda. No hay por qué aguantar ni perdonar las ofensas
recibidas si no es excepcionalmente y siempre que haya voluntad real de
modificar la conducta. Por eso, no se puede dar naturaleza de normalidad a la
violencia y al desprecio: no hay ni rastro de amor en el maltrato.
2.
El mito del amor predestinado. Estamos evolucionados culturalmente como para
seguir creyendo en los tópicos: la media naranja, en la vida solo puede haber
un amor verdadero, el amor es eterno, etc. La experiencia significativa de cada
cual demuestra, en carne propia o por experiencias ajenas, que hay muchos tipos
de relaciones, de parejas, de situaciones de estabilidad, de nuevos afectos
totalmente satisfactorios, etc. No se debe considerar la pareja como un yugo
indisoluble, por más que así lo afirmen las iglesias. Nadie debe soportar a
nadie por un supuesto lazo eterno: el amor puede acabarse y no debe vivirse
como un fracaso. El divorcio existe en las sociedades modernas para rehacer la
vida de los miembros de una pareja que no funciona. Cada persona es una naranja
entera un ser completo que debe decidir libremente su relación con otras para
que sea equilibrada y sin dominación.
3.
El mito de que el amor exige entrega total por ser lo más importante. No, lo
más importante es el bienestar de las personas, su autoestima, su libertad, el
respeto a sus derechos humanos. Nada ni nadie puede suponer un coste tan alto
como que una persona deba renunciar a ser ella misma o ser sometida a maltrato.
Las relaciones amorosas y afectivas tienen que ser un acto de entrega
recíproca, voluntario y racional. Si se pierde la racionalidad consustancial a
la naturaleza de persona, se corre el riesgo de actuar desde la enajenación
pasajera del enamoramiento y aceptar condiciones que no son deseables para el bienestar
de ambas personas. El amor no debe ser ciego ni suponer la despersonalización y
la pérdida de la intimidad del individuo.
4. El mito de que los celosos aman más y, por
tanto, que el amor debe ser exclusivista. Esta falsa idea encubre el afán de posesión
total de la otra persona y convierte el amor en un ejercicio de sospecha. Los
celos son una relación desequilibrada en el doble sentido de patología y falta
de igualdad entre las partes de la pareja. Cada persona no puede renunciar a su
entorno de relaciones y amistades por una concepción excluyente de la relación
de pareja. Son muy preocupantes los estudios que admiten como natural y
justificado que los novios/as controlen el móvil, el WhatsApp y las
comunicaciones en las redes sociales de su pareja. Nadie pertenece a nadie. Sin
libertad no hay amor maduro. Ante un novio/a celoso/a, si no muestra actitud de
cambio, más vale salir corriendo antes de que sea tarde. Y huir de ensoñaciones
que hacen creer a muchas mujeres que se enamoran de un príncipe y luego, cuando
se despiertan, el príncipe las aporrea.
Estos
mitos conducen a una idealización del amor y a la creencia de que es compatible
con la violencia. Así parece demostrarse en diferentes estudios que establecen
una relación causal directa. Visto el daño que hacen estos mitos debemos
revisar lo aprendido y rechazarlos si queremos ensanchar nuestra idea del amor
y construir un mundo más igualitario, más justo y más feliz. El reto es la
reformulación de los modelos amorosos que deben estar exentos de toda
violencia, basarse en el respeto y el afecto, la confianza y la reciprocidad.
ESTUDIO SOBRE SEXISMO Y VIOLENCIA DE GÉNERO. INSTITUTO ANDALUZ DE LA MUJER
ESTUDIO SOBRE SEXISMO Y VIOLENCIA DE GÉNERO. INSTITUTO ANDALUZ DE LA MUJER