EL AMOR Sí TIENE LíMITES
¿Quién
se inventó aquello de que el amor- mal entendido- no tiene límites? Siempre
debe tenerlos. Nos va la vida en ello, literalmente. ¿Cuántas personas enferman
incluso, mueren de amor? ¿Cuántas enfermedades de todo tipo tienen un origen psicosomático
que se genera a causa de una disfunción emocional resultando de un desengaño,
de una mentira, de un maltrato permanente, de una manipulación, de no querer
ver la situación que nos rodea? Muchas. Demasiadas, tal vez. Por ello, el
límite y el remedio a los malos amores está solo en la conciencia, en el
balance emocional para el que, en general, no hemos sido educados.
Un
balance emocional implica capacidad de cuestionamiento interno y de diálogo
permanente con nuestra pareja.
No
desde la inquisición ni desde la obsesión, sino más bien desde la dignidad, la
apertura, la pregunta amable, la
ternura y el deseo de bien común. Aunque también a veces sea necesaria la
confrontación firme para quitar disfraces a realidades incómodas en la que, sin
darnos cuenta para evitar el dolor, nos acabamos camuflando y perdiendo.
Probablemente, el amor maduro y consciente combina el amor propio con el amor
al otro. Amarte a ti no implica anularme destruirme a mí. Mi amor por ti no
justifica mi abandono ni mi sacrificio existencial
por mucho que el entorno la historia haya repetido hasta la saciedad que así debe
ser. Por ello, no puede
haber el tan necesario balance emocional sin amor propio, sin respeto alguno
mismo.
Amar es construir una realidad conjunta basada en la responsabilidad, el respeto, el proyecto y al visión de futuro y los anhelos que hemos ido trenzando. Amar no es soportarlo todo al precio del sacrificio de la propia vida. Un amor que exija una contraprestación el propio sacrificio intelectual e incluso existencial no es amor, sino esclavitud disfrazada de exigencia romántica, resignación, vestida de paz barata e incluso, conflicto instalado de manera permanente y asumido como el escenario cotidiano. Todos ellos contextos ideales para la depresión, la abulia vital y el abandono existencial a largo plazo.
Amar es construir una realidad conjunta basada en la responsabilidad, el respeto, el proyecto y al visión de futuro y los anhelos que hemos ido trenzando. Amar no es soportarlo todo al precio del sacrificio de la propia vida. Un amor que exija una contraprestación el propio sacrificio intelectual e incluso existencial no es amor, sino esclavitud disfrazada de exigencia romántica, resignación, vestida de paz barata e incluso, conflicto instalado de manera permanente y asumido como el escenario cotidiano. Todos ellos contextos ideales para la depresión, la abulia vital y el abandono existencial a largo plazo.
Luego, amor no es resignación eterna, vulneración de principios, sumisión, descalificación o engaño. Los límites del amor están en nuestro amor propio, en nuestra dignidad.