lunes, diciembre 28, 2015

CUANDO EL VERDUGO SE VA, por Javier Berrio

Cuando el verdugo es por fin expulsado de la vida del maltratado, un tiempo nuevo comienza para la víctima. Ésta, que sabe de sobra lo mal que le ha sentado al maltratador haber sido abandonado –aún en el caso de que esté llevando doble vida-, teme alguna aparición extemporánea del primero, cosa que de alguna manera suele suceder, aunque exclusivamente sea para provocar o recordar al segundo que aún está ahí y, quizás acompañado o presuntamente acompañado. ¡Como si a esas alturas de la película al agredido la importase con quién pueda ir o venir la figura demoníaca!
Del mismo modo, el maltratado comienza un proceso en el que se cuestiona a sí mismo, se pregunta cómo pudo tolerar tantas humillaciones, insinuaciones mal intencionadas; ofensas, ausencias, abusos morales, ataques psicológicos y desprecios, de alguien que es seguramente menos que nada, una enfermedad perversa andante cuya droga es el sufrimiento del torturado. Su enorme vacío nunca desaparecerá y por eso necesita hacer daño mientras engulle la energía del otro y eso, de no tratarse –y no es lo habitual-, acompañará siempre al vampiro, venga de los Cárpatos rumanos o no,  y el daño que practican, también..
Otra pregunta sensata del sufridor es por qué fue en ese momento y no en otro cuando se dio cuenta de la situación que tenía y que ya no eran posibles las excusas ni las enmiendas, que sencillamente su pareja estaba abusando de él sin la menor  compasión y con la única idea de destruirle para siempre. La vida, la relación misma, le dio múltiples señales de lo que estaba pasando y por lo tanto, igual número de oportunidades de haber bajado del potro de tortura. Pero, la manipulación había sido tan sutil, que siempre se hallaba alguna justificación y cuando no quedaba lugar para la misma, sencillamente un perdón en la idea absolutamente errada, de que las cosas podrían cambiar. Imagino que el momento de inflexión, el abandono de las dudas y la toma de la decisión de recuperarse a sí mismo para sí mismo, llega en el minuto adecuado, cuando el sujeto receptor de los agravios está más preparado y quizás se den las circunstancias para comenzar la recuperación. Ya sabemos lo que ocurre cuando no se hace caso a ese aviso: cuántas personas perdidas en el camino…
¿Supone todo éso que el vilipendiado  no pueda recordar en ocasiones a quien le tuvo bajo la bota de la peor de las dictaduras, la del pensamiento, las emociones y la autoestima? No, no olvidemos que el torturado preferido por el perverso narcisista es el dependiente emocional, el codependiente y, si no lo es, ya se encargará de convertirlo en ello a lo largo del camino. Pero, la claridad en la toma de la decisión, la presencia en la memoria de las humillaciones y otras mortificaciones y la voluntad en proceso de recuperación de abandonar la caverna en la que estuvo preso, le hace superar esas veleidades que, a fin de cuentas son comprensibles, pero pura ilusión transitoria. Cuando el verdugo se va –es expulsado de la existencia de la víctima por la victima misma-, un proceso imparable comienza, con sus altibajos, pero es el camino de la voluntad de ser libre y vivir en paz.

http://huelvaya.es/2015/12/27/el-laberinto-cuando-el-verdugo-se-va-javier-berrio/

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