Es natural
que tratemos de proteger y cuidar a nuestra pareja, pero si esta ayuda se
vuelve adicción, habremos entrado en el peligroso mundo de la codependencia.
Cuando nos concentramos excesivamente en la pareja, pasamos del auxilio
racional a la afectación generalizada y permanente. … Cuando el amor desborda
los límites de la dignidad y la autoestima, algunas mujeres adoptan un estilo
afectivo extremadamente protector para con su pareja, convirtiéndose en “nodrizas”,
“salvadoras” o “terapeutas” del hombre que aman. Y al igual que cualquier madre
sobreprotectora se sienten culpables y ansiosas por cualquier problema que
pueda llegar a tener su pareja… ) De esta manera, la ayuda compulsiva que
caracteriza la codependencia se refiere a los esfuerzos denodados por buscar el
supuesto bienestar de la persona amada, a expensas de las propias necesidades.
Austeridad con una misma, abundancia para el otro. El pensamiento que rige la
vida al otro como sentido de vida es trágico: “Necesito que me necesites”,
depender de un dependiente.
Ciertas
mujeres se sienten especialmente atraídas por hombres débiles, inútiles, con
problemas de adicción, acomplejados, fracasados, pobres o que viven “cuesta
abajo”. Estos varones desprotegidos y abandonados ejercen sobre ellas una
extraña fascinación: rescatarlos del pantano y ponerlos en orden. Es el papel
de la redentora que confunde el amor con la asistencia social. Para colmo,
estos varones en decadencia son supremamente hábiles para detectar y conquistar
a cuanta mujer/niñera pase por su lado, basta con mostrar su mejor rostro de
chiquillo desvalido. Una vez instalados en el regazo de su mecenas de turno, se
aferran a la fuente de seguridad con la típica angustia de separación del niño
temeroso. Así la relación afectiva adquiere tintes de adopción y madrinazgo.
La metáfora:
la mujer/madre, el hombre/niño.