Como cada año por esta misma fecha, en una especie de carrera ciega, protocolaria y a veces incluso a modo de espectáculo, las instituciones, las asociaciones, y muchos colectivos se echan a la calle para unirse al grito unánime de repulsa y condena a la violencia contra la mujer. Siempre igual. Siempre el mismo discurso repetido.
Todo eso estaría muy bien si fuera algo realmente sentido, cierto, auténtico, práctico y efectivo…. Vamos, si fuera de verdad y no producto del compromiso y la justificación de un día. Estaría muy bien además, si alguna vez se tuviera en cuenta la opinión y los sentimientos de las mujeres víctimas.
Será por eso, porque las propias víctimas son –paradójicamente- ignoradas, que ellas perciben frecuentemente estos actos como un triste paripé absurdo y muy politizado, como una especie de patética mascarada que a veces, incluso consigue el efecto contrario al que pretende.
Será por eso, porque las propias víctimas son –paradójicamente- ignoradas, que ellas perciben frecuentemente estos actos como un triste paripé absurdo y muy politizado, como una especie de patética mascarada que a veces, incluso consigue el efecto contrario al que pretende.