"Él se acercó a ti y te buscó siempre con la peor y más cruel de las intenciones. Es un monstruo, un canalla, un depredador emocional insaciable que no sabe diferenciar un ser humano de una piedra tirada en el camino.
Pero es también el perdedor por excelencia porque ni su juego siniestro ni su estrategia perversa consiguen apaciguar su inseguridad, su frustración, sus miserias y su infinito vacío interior" C.M.
Dentro del maltrato psicológico en las relaciones con violencia hacia la mujer se da, a veces, una peligrosa variante que se conoce como “narcisismo perverso”, que a menudo se niega o se le quita importancia y se reduce a una mera relación de dominación. Dicho de una forma simple, el perverso narcisista es alguien con un narcisismo exacerbado mezclado con marcados rasgos de perversión moral. Comprende dos trastornos de personalidad fusionados y potenciados.
Trastorno narcisista: necesita, incansablemente, ser admirado. Búsqueda excesiva de reconocimiento y de empatía son marcadores de este tipo de trastorno.
La perversión: Es la tendencia a querer satisfacer deseos y necesidades personales a costa de otras personas y utilizarlas para fines propios.
Trastorno narcisista: necesita, incansablemente, ser admirado. Búsqueda excesiva de reconocimiento y de empatía son marcadores de este tipo de trastorno.
La perversión: Es la tendencia a querer satisfacer deseos y necesidades personales a costa de otras personas y utilizarlas para fines propios.
El perverso narcisista es una persona sin capacidad de empatía real o mejor, su empatía es más bien utilitaria, pues sólo reconoce las necesidades de la otra persona en la medida que sirvan a su propio beneficio.
Una extraordinaria insensibilidad rige su vida. Necesita, ante todo, hundir a la otra persona porque la destrucción psicológica de la víctima es su triunfo, es su victoria. Embaucador, chantajista, timador, impostor, embustero, estafador, farsante, diabólico, necesita exportar toda esa carencia de valores, porque él mismo no lo soporta e importar todas las cualidades de la víctima, absorber toda su energía. El vampirismo emocional y el estilo de vida parasitario -gusta de vivir a costa de su pareja- son otros de los rasgos característicos de estos individuos aunque sean aspectos que siempre intente enmascarar.
Puede usar con habilidad métodos y/o estrategias para desestabilizarla como por ejemplo: hacer alusiones desagradables sin llegar a aclararlas nunca, atacar a sus hijos con críticas, poner en tela de juicio sus capacidades de juicio y decisión, criticar todo del pasado de la víctima y usar en contra todo lo que esta le ha contado con confianza en su momento, martirizar a la víctima con relaciones del pasado, etc. Es suficiente que la víctima revele sus debilidades para que el perverso las explote inmediatamente contra ella.
Suelen ser personalidades muy seductoras, muy carismáticas, realmente engañosas, porque de cara al exterior, nada hace sospechar de su condición. Mientras tanto, la víctima no se da cuenta de que la están forzando, según se halla atrapada en una tela de araña, atada psicológicamente, anestesiada y a merced del que la domina, sin ser plenamente consciente de ello.
Una relación conducida por un perverso narcisista constituye una asociación letal: la posición de confusión y de incertidumbre es permanente y la denigración y los ataques subterráneos son sistemáticos.
El peor aspecto de este tipo de malos tratos es la tortura mental que supone vivir aterrorizada de forma permanente. El trato vejatorio y humillante tiene como objetivo acabar con el equilibrio y resistencia psicológica de la otra persona, provocando así su desgaste físico y emocional. El perverso trata de debilitar mentalmente a su pareja para poder transferir mejor sus ideas. Así, el dominador puede llegar a apropiarse de la mente de la víctima, igual que en un verdadero lavado de cerebro.
La violencia del perverso es indirecta, no deja marcas físicas ni heridas no hay rastro, no hay sangre ni cadáver, nada que incriminar, desde fuera, todo es normal; pero sí daños psicológicos que pueden ser muy graves. Este tipo de violencia constituye un tipo de acoso moral, es decir una repetición frecuente, intencionada, indirecta, invisible y muy peligrosa.
Una extraordinaria insensibilidad rige su vida. Necesita, ante todo, hundir a la otra persona porque la destrucción psicológica de la víctima es su triunfo, es su victoria. Embaucador, chantajista, timador, impostor, embustero, estafador, farsante, diabólico, necesita exportar toda esa carencia de valores, porque él mismo no lo soporta e importar todas las cualidades de la víctima, absorber toda su energía. El vampirismo emocional y el estilo de vida parasitario -gusta de vivir a costa de su pareja- son otros de los rasgos característicos de estos individuos aunque sean aspectos que siempre intente enmascarar.
Puede usar con habilidad métodos y/o estrategias para desestabilizarla como por ejemplo: hacer alusiones desagradables sin llegar a aclararlas nunca, atacar a sus hijos con críticas, poner en tela de juicio sus capacidades de juicio y decisión, criticar todo del pasado de la víctima y usar en contra todo lo que esta le ha contado con confianza en su momento, martirizar a la víctima con relaciones del pasado, etc. Es suficiente que la víctima revele sus debilidades para que el perverso las explote inmediatamente contra ella.
Suelen ser personalidades muy seductoras, muy carismáticas, realmente engañosas, porque de cara al exterior, nada hace sospechar de su condición. Mientras tanto, la víctima no se da cuenta de que la están forzando, según se halla atrapada en una tela de araña, atada psicológicamente, anestesiada y a merced del que la domina, sin ser plenamente consciente de ello.
Una relación conducida por un perverso narcisista constituye una asociación letal: la posición de confusión y de incertidumbre es permanente y la denigración y los ataques subterráneos son sistemáticos.
El peor aspecto de este tipo de malos tratos es la tortura mental que supone vivir aterrorizada de forma permanente. El trato vejatorio y humillante tiene como objetivo acabar con el equilibrio y resistencia psicológica de la otra persona, provocando así su desgaste físico y emocional. El perverso trata de debilitar mentalmente a su pareja para poder transferir mejor sus ideas. Así, el dominador puede llegar a apropiarse de la mente de la víctima, igual que en un verdadero lavado de cerebro.
La violencia del perverso es indirecta, no deja marcas físicas ni heridas no hay rastro, no hay sangre ni cadáver, nada que incriminar, desde fuera, todo es normal; pero sí daños psicológicos que pueden ser muy graves. Este tipo de violencia constituye un tipo de acoso moral, es decir una repetición frecuente, intencionada, indirecta, invisible y muy peligrosa.