¿Hasta donde debemos amar?
Obviamente, no hasta el cielo. El límite lo define tu integridad, tu dignidad, tu felicidad. El límite de lo aceptable se traspasa cuando tu vocación y anhelos pasan a un segundo plano, cuando la vida comienza a convertirse en algo tan pre-decible como inseguro, cuando el "ser para el otro" te impide el "ser para ti". Si te pasaste de la raya y estás en el lado oscuro del amor, es probable que quieras regresar a lo que eras antes, a la tranquilidad de aquella soledad bien llevada.
Cuando establecemos las condiciones de un amor de pareja saludable, definimos una zona, una demarcación realista más que romántica, a partir de la cual una relación debe terminarse o transformarse, aunque el sentimiento amoroso exista. Pasar los límites de lo razonable no implica que el afecto tenga que disminuir necesariamente, sino que a partir de ese punto, el amor por sí solo no justifica ni valida el vínculo afectivo debido a los costos psicológicos, morales, físicos y/o sociales. En una relación de pareja constructiva, lo que en verdad interesa es la conveniencia/ congruencia interpersonal, es decir, qué tanto la persona que amas le viene bien a tu vida y qué tanto concuerda con tus metas, intereses y necesidades, e igual para el otro lado. A partir de ciertos límites (cuando no te aman, cuando se ve afectada tu autorrealización o cuando vulneran tus principios) el amor propio y el auto-respeto comienzan a trastabillar y la dignidad personal pierde su potencia, aunque el amor insista y persista.
Aclaración importante: Si en verdad, tal como dicen algunos filósofos, el amor verdadero no tiene límites intrínsecos, pues, en las relaciones de carne y hueso habrá que ponérselos. Esto no implica amar menos, sino amar de una manera realista y decorosa. Es cierto que a veces no tenemos el poder de desenamorarnos a voluntad, pero sí podemos dejar de magnificar el amor y alejarnos de una relación afectiva destructiva, así sea con esfuerzo y dolor, auto-control, sufrimiento útil, lucidez de una mente pragmática. Dejar el alcohol gustándome el alcohol; dejar la droga, gustándome la droga. Y en una relación afectiva malsana y destructiva, decir: Te amo, pero te dejo.
Del libro "Los límites del amor" de Walter Riso