Frecuentemente la mujer víctima de violencia de
género llega al siguiente planteamiento,
“Me pide perdón llorando, tengo que darle otra
oportunidad, por humanidad!!!”
Tras la fase de explosión en la que el maltratador ha descargado toda su
violencia sobre la víctima, le invade el insoportable temor de que esta pueda abandonarlo
y siente además tambalear su hombría.
Por eso, ya sea de manera inmediata o bien
pasados unos días, se reactiva y aparece como "el nuevo hombre" y
pone en marcha un mecanismo con el objetivo de recuperarla.
Para esto se vale de la estrategia del
arrepentimiento y no duda en realizar todo tipo de juramentos, promesas y
manifestaciones de calado suficiente que hagan conmover a la víctima.
“Te prometo que voy a cambiar”, es el slogan que
abandera todo maltratador que se precie.
Este arrepentimiento no es sino un acto más de
conveniencia, un gesto que el agresor usa para su utilidad, para su beneficio y
ventaja, motivado exclusivamente por el temor al cese de la relación, para
evitar la separación, la pérdida del vínculo con la pareja. Porque
lo que realmente le complace y alimenta su ego de maltratador es mantenerla a su
lado para seguir dominándola.
La víctima, si lo escucha, si lo cree, está
perdida, porque ella lo interpretará como un “en el fondo, me ama, no puede
vivir sin mí”, y así, aferrándose al
principio del amor romántico, renovará la esperanza de “salvar la relación”.
Es muy importante entender que un maltratador pide perdón por las
consecuencias de sus hechos, pero no por los hechos en sí mismos. El suyo
es un arrepentimiento condicionado, interesado y perverso. En ningún caso es auténtico,
ni un deseo de restaurar el daño causado, ni la más mínima intención de
modificar su conducta, porque en realidad, no hay arrepentimiento, no hay
propósito de enmienda, por mucho que lo jure.
El maltratador está seguro de haber actuado
con total legitimidad, como corresponde a su nivel de hombría y mandan los
cánones patriarcales y no tardará en volver a manifestar sus verdaderas
intenciones.
No hay que creer jamás en el arrepentimiento de
un maltratador. La petición de perdón y sus exageradas muestras de arrepentimiento
son dos eslabones más en la cadena de maltrato y forma parte del ciclo de la
violencia característico de la violencia de género.
DEJAR AL MALTRATADOR, SOBREVIVIR AL MALTRATO