Modelo antropológico que sitúa al hombre (ser humano sexuado varón) como la medida de todas las cosas.
Modelo inmutable (estereotipo). Está caracterizado según los intereses de la clase dominante de una
determinada sociedad o grupo. Emerge en la Edad Moderna, sustituyendo al Teocentrismo (idea medieval
según la cual la tierra, en tanto que lugar habitado por "el hombre"- quien había sido creado a imagen y
semejanza de Dios Padre- era el centro del universo). Copérnico (S. XV-XVI) y Galileo (S. XVI-XVII)
demuestran que el sol es el centro del universo (heliocentrismo) y el mundo cambia. El "hombre" -
considerado como depositario de valores superiores y positivos por cuanto responde al arquetipo patriarcal
impuesto a partir del Neolítico-, toma conciencia de ser dueño de sí, comenzando el principio del fin del
Antiguo Régimen (integrado por la Nobleza y el Clero, cuyas autoridades máximas -Monarcas y Papas-, eran
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designados por Dios), que también tenía articulado un modelo de familia extensa que respondía a sus
intereses sociales, culturales, políticos y económicos.
El androcentrismo enfoca las diferentes realidades únicamente desde la perspectiva masculina, utilizando
posteriormente los resultados como válidos para la generalidad de los individuos (universales), sean
hombres o mujeres. Este enfoque unilateral se ha llevado a cabo desde todos los ámbitos del Poder
(política, economía, educación, cultura, sociedad, ciencia, etc.) con las subsiguientes consecuencias de
exclusión para todos aquellos sujetos no inmersos en el modelo antropológico denominado “hombre” que
en nuestra cultura y época se corresponde, como ya ha sido señalado, con un individuo de las siguientes
características: varón, blanco, rico, sano, heterosexual, con una edad productiva oscilante (entre los 30 y
los 60 años), adscrito a un credo judeo-cristiano y con un referente histórico europeo. El androcentrismo,
como perspectiva de análisis o investigación sistemáticamente utilizada por los científicos, ha deformado
ramas de la Ciencia, la Cultura y del Pensamiento tan importantes como la Historia, la Etnología, la
Antropología, la Medicina, la Psicología, la Sociología, la Filosofía, la Literatura, las Artes, entre otras, por
cuanto los resultados, presentados como universales, en realidad están sesgados por una única visión del
mundo que, sin embargo, es plural y diverso en su complejidad y que íntegramente está compuesta por dos
mitades: las mujeres y los hombres. En este sentido, el impacto científico, político, económico, cultural y
social del androcentrismo ha excluido a una mitad de la humanidad, las mujeres, dándole trato de colectivo
minoritario e invisibilizándolas como sujetos poniendo, así, en tela de juicio el sentido de “universalidad”