Mucho se ha hablado de la dependencia
emocional de las mujeres maltratadas. Tanto que hemos obviado que si en este
tipo de relaciones hay alguien dependiente, ese es, precisamente el
maltratador.
El maltratador es el dependiente por
excelencia. No solo no desea romper la relación, sino que mantener a la víctima
a su lado es algo vital para él y siente un gran temor ante una posible
pérdida.
Necesita a la víctima para sobrevivir a su
propia mediocridad, a su propio vacío interior y la necesita para reafirmarse
como hombre, reafirmar su poder, reafirmar su dominio. Eso lo lleva a considerar
una amenaza cualquier elemento externo por nimio que sea y lo lleva igualmente a buscar a la
víctima desesperadamente para apropiarse de ella.
Necesita no solo que esté a
su lado, sino que necesita sentirla suya, sentirla como algo propio en el sentido más
radical y enfermizo del término.
Una víctima es una mujer sometida, dominada,
una mujer que ha sucumbido al poder del machismo y esto es lo que engrandece al
maltratador, es su triunfo, es su victoria es lo que nutre su ego sin fondo, lo
que refuerza su hombría, es lo que le da vida.
Si hay algo que ofende y daña a un
maltratador es que la mujer decida romper la relación. Esto supone para él una
catástrofe emocional insuperable, una especie de atentado a su hombría que hace
que se derrumbe toda su estructura machista y se sienta profundamente abochornado, humillado, reducido. De ahí que siempre se oponga radicalmente al
término de la relación.
La estrategia del maltratador es, por
tanto, mantener a la mujer a su lado, si es preciso, por la fuerza, para seguir
sometiéndola. A mayor resistencia de la víctima, mayor uso de la violencia.
El agresor incapaz de reconocer su propia debilidad,
su vergonzosa dependencia. Normalmente invierte los términos de la situación y
asegura que él debe estar ahí, porque
ella, una mujer sola, iría por la vida como oveja descarriada… y que “debe
estar muy agradecida que lo encontró a él para poder aleccionarla, corregirla y si es preciso, castigarla y someterla y llevarla por el buen
camino”, esto dicho con toda la autoridad y legitimidad que le otorga el machismo
sostenido por la sociedad patriarcal.