¿Por qué una víctima de malos tratos no denuncia a su agresor?
Frecuentemente se le increpa
a la mujer maltratada, tanto por parte de las instituciones como de la sociedad
en general, el hecho de no denunciar a
su agresor al objeto de poder poner en marcha el mecanismo necesario para su
protección.
Efectivamente, en la actualidad se cuenta con un marco normativo legal y con unos medios, que si bien, han demostrado no ser suficientes, si suponen un despliegue de recursos tanto materiales como humanos desconocidos hasta ahora. No obstante lo anterior y respetando siempre la importancia y la necesidad de denunciar estos hechos delictivos, considero conveniente reflexionar acerca de lo que inhibe a una víctima de violencia de género a denunciar a su agresor:
La potencial criminalidad de un maltratador no es fácilmente calculable ni para la víctima, ni para nadie. Su comportamiento es imprevisible ya que lo motiva la particular interpretación que él mismo tiene de los hechos, más que los hechos como tales.
Efectivamente, en la actualidad se cuenta con un marco normativo legal y con unos medios, que si bien, han demostrado no ser suficientes, si suponen un despliegue de recursos tanto materiales como humanos desconocidos hasta ahora. No obstante lo anterior y respetando siempre la importancia y la necesidad de denunciar estos hechos delictivos, considero conveniente reflexionar acerca de lo que inhibe a una víctima de violencia de género a denunciar a su agresor:
La potencial criminalidad de un maltratador no es fácilmente calculable ni para la víctima, ni para nadie. Su comportamiento es imprevisible ya que lo motiva la particular interpretación que él mismo tiene de los hechos, más que los hechos como tales.
Cuando llega la primera agresión,
suele ser ya tarde. La víctima ha sufrido ya un proceso de deterioro
psicológico, de destrucción de identidad, lento, progresivo y muy efectivo,
que le impide conocer sus propios límites; que le impide reaccionar con claridad meridiana, con la debida contundencia, con esa lógica con
que se ve, se valora y se juzga desde fuera con la mente despejada.
Pero además, la mujer
víctima no cree que la denuncia la pueda librar de esa red densa y tupida, de esa tela de araña de
acero que la tiene atrapada. Porque está desorientada y no sabe encontrar la salida,
porque está convencida de que, vaya a donde vaya, su problema no tiene remedio;
que denunciar no cambiará sus circunstancias.
Y no denuncia por miedo, por un miedo visceral, irracional que la paraliza y le impide incluso tomar consciencia plena de la situación que vive.
Y no denuncia por miedo, por un miedo visceral, irracional que la paraliza y le impide incluso tomar consciencia plena de la situación que vive.
Y no denuncia porque
necesita creer en las promesas de cambio de él, creer que en el fondo, no es
tan malo como parece. Y piensa que él está enfermo y que su mal tiene arreglo
si ella tiene paciencia y le ayuda. Porque él le ha prometido que va a cambiar
y que “a partir de hoy”, todo va a ser diferente.
Y no denuncia porque la
soledad y la indefensión de la víctima es infinita. Apartada de su red social, ha perdido toda iniciativa, toda capacidad de reacción; porque la desesperanza se
ha apoderado de ella y no acierta a ver una salida posible. Porque siente una
profunda pena por lo que le está pasando, y siente su mente resquebrajada y mermadas
sus facultades de tanto dolor, de tanto sufrimiento acumulado.
Y no denuncia porque siente vergüenza de lo que está viviendo; porque la sociedad sigue pensando que eso solo le ocurre a las mujeres débiles, a las ignorantes, a las marginales. Y siente vergüenza de sentirse débil, ignorante y marginal.
Y no denuncia porque el maltrato viene de quien más ama y la educaron para ser generosa con quien se ama, para “salvar” la relación y velar por la integridad de la familia. Y nadie le advirtió nunca que el maltrato es un delito aunque tu pareja no sea un delincuente.
Y no denuncia porque siente vergüenza de lo que está viviendo; porque la sociedad sigue pensando que eso solo le ocurre a las mujeres débiles, a las ignorantes, a las marginales. Y siente vergüenza de sentirse débil, ignorante y marginal.
Y no denuncia porque el maltrato viene de quien más ama y la educaron para ser generosa con quien se ama, para “salvar” la relación y velar por la integridad de la familia. Y nadie le advirtió nunca que el maltrato es un delito aunque tu pareja no sea un delincuente.
Y sigue sin denunciar porque
duda incluso de ella misma, de su propia capacidad física y mental, porque la domina el miedo y
la desconfianza. Porque quien lo padece es una víctima, y a las víctimas,
siempre les ocurre lo peor, por eso son víctimas. Porque así es el círculo
vicioso de la victimización.
Porque el maltrato no se
lleva a cabo abierta y claramente para que se vea; se hace para que pase
desapercibido, para que no se note, para que resulte justificado para que
parezca algo totalmente distinto de lo que realmente es. Y ella se siente
indefensa, porque no tiene pruebas tangibles, para acompañar a su denuncia, porque
todo está hecho para que parezca producto de una mente enferma como la de ella.
Y no denuncia porque carece
de recursos económicos para sobrevivir por sí misma, porque no tiene para
mantener su casa y sus hijos, no tiene de qué vivir. Y su sufrimiento, su dolor
y sus lágrimas es el precio que vale el mantenimiento de su familia.
Y no denuncia por falta de comprensión, por falta de apoyo, porque nadie le ha dicho todavía, ¡vamos a luchar juntas!. Por la desconfianza de hallar una solución práctica que rompa de verdad sus cadenas y dignifique su vida.
Y no denuncia por falta de comprensión, por falta de apoyo, porque nadie le ha dicho todavía, ¡vamos a luchar juntas!. Por la desconfianza de hallar una solución práctica que rompa de verdad sus cadenas y dignifique su vida.
Y sigue sin denunciar porque
ya, en lugar de víctima, se siente culpable. Y su culpa y su miedo la tienen
extenuada, derrotada y muerta por dentro;
no le quedan fuerzas para seguir defendiendo su verdad, y por eso se
calla, y así el silencio se convierte en su cómplice, en su aliado. Y el silencio es
el coste que muchas víctimas pagan por seguir viviendo.
Y no denuncia porque tiene mucho miedo, pero ha descubierto que su propio miedo le ayuda a seguir viviendo. Porque si hubiera denunciado su situación, probablemente la hubiera matado antes. Y precisamente porque teme por su vida, no denunciar, resulta ser, a veces, la mejor manera de continuar con vida. O al menos es así como ella lo percibe en su mundo de terror.
Y no denuncia porque tiene mucho miedo, pero ha descubierto que su propio miedo le ayuda a seguir viviendo. Porque si hubiera denunciado su situación, probablemente la hubiera matado antes. Y precisamente porque teme por su vida, no denunciar, resulta ser, a veces, la mejor manera de continuar con vida. O al menos es así como ella lo percibe en su mundo de terror.
Porque desconfía de una
Justicia que a fuerza de ser asépticamente justa, no termina de convencerla. Porque duda mucho que Su Señoría pueda llegar a
averiguar alguna vez hasta donde es capaz de urdir la mente perversa, los bajos y miserables instintos de un maltratador.
Porque tampoco cree en unas
instituciones bastante politizadas que manejan muchas y variadas cifras
estadísticas, pero que no acaba de ganarse su confianza de mujer desesperada. Porque
ha comprobado que los “expertos” y las “expertas” de violencia contra la mujer,
hablan mucho, pero a ella la escuchan poco y mal y no son capaces de ofrecerle
la comprensión y el apoyo que ella necesita.
Y acaba sintiéndose utilizada también por los “expertos” y las “expertas”.
Y acaba sintiéndose utilizada también por los “expertos” y las “expertas”.
Porque la sociedad todavía
sigue cuestionando si eso que denuncian algunas mujeres es realmente maltrato o
es una situación de privilegio legal. Porque teme al implacable juicio social
del bulo de las denuncias falsas, y teme ser acusada por una sociedad, que juzga a las mujeres víctimas mucho y
severamente y con frecuencia más que al propio agresor. Porque sabe que los
mitos acerca del maltrato están muy arraigados. Y siempre habrá quien dude de
su palabra, quien piense que algo hace ella mal para que su pareja la maltrate.
Y no denuncia porque ve, como se reacciona contundentemente cuando hay otra asesinada más, pero que todo lo demás, parecen denuncias falsas.
Y no denuncia porque ve, como se reacciona contundentemente cuando hay otra asesinada más, pero que todo lo demás, parecen denuncias falsas.
Y porque a veces, las
mujeres que denuncian y se les pone orden de protección, continúan siendo maltratadas
en la distancia, de manera indirecta a través de los hijos o de la familia. Y porque incluso muchas de ellas, que denunciaron,
también fueron asesinadas.
C.M.