LA VIOLENCIA NO TIENE GÉNERO. EL GENERO SI TIENE VIOLENCIA.
Quien no quiere cambiar
una realidad ventajosa utiliza una doble estrategia de efecto exponencial, por
una parte la niega y por otra la difumina... y entre lo que borra y lo que
emborrona permite que la vida continúe en la zona gris y sombría del desconocimiento,
para así mantener sus privilegios.
Es la forma de no
posicionarse frente a una realidad concreta con la apariencia de que se está en
contra de ella… Imaginen las siguientes respuestas ante las preguntas que se
hacen: ¿Qué le parece la guerra de Siria?... Todas las guerras son malas. ¿Qué le
parece el problema del SIDA?... Todas las enfermedades son terribles. ¿Qué le
parecen las muertes por accidente de tráfico?. Todas las muertes accidentales
son tristes… Sería absurdo intentar ocultar una realidad concreta, con sus
causas y sus características específicas, en una generalidad con la que
comparte el resultado y el marco conceptual, pero que es completamente
diferente en sus circunstancias, pues aparte de esconderla no se resolvería
jamás…
Pues bien, ante la
situación de la violencia de género, con más de 700 mujeres asesinadas por los
hombres con quienes compartían su relación en los últimos diez años, y con
600.000 casos de maltrato al año, el posmachismo responde que “todas las
violencias son malas”. Algo obvio, y lo
hacen porque lo que busca es que no se haga nada contra la violencia que sufren
las mujeres, y no al contrario. Pretender presentar sus ataques a las medidas
dirigidas a erradicar la violencia de género como una reivindicación para que
se adopten medidas contra todas las demás violencias, al tiempo de insinuar que
no las hay, es una falacia. Y lo es, primero, porque para hacer algo contra
otras violencias no exige dejar de hacer contra la violencia que sufren las
mujeres, y segundo, porque no proponen nada, sólo que se acabe con la Ley
Integral.
Ahora bien, no todo
puede beneficiarse de esta estrategia del “borrar y emborronar”. Está claro que
si alguien intentara negar hoy, por ejemplo, los accidentes de tráfico, los
problemas de la situación económica, el envejecimiento de la población… no lo
iba a tener fácil, aunque lo intentara. La “estrategia de la negación y
confusión” funciona con situaciones estructurales que han formado parte de la
“normalidad” histórica de la sociedad, de aquello que se entendía propio de
determinadas circunstancias habituales y promovidas desde la misma organización
social, y además, funciona cuando a través de esa estrategia se defienden y
reivindican determinados valores, no cuando se busca reordenar u organizar de
otra manera determinadas cuestiones formales.
Por eso desde las
posiciones clásicas de una sociedad desigual estructurada sobre las referencias
masculinas, y asignando a los hombres esa capacidad de interpretar y dar
significado a la realidad, y de manera muy especial a la posición, comportamiento,
conductas y actitudes de las mujeres, o lo que es lo mismo, desde la
desigualdad y el machismo, cuando se habla de violencia de género lo que se
pretende es buscar esa confusión esencial para que no haya reacción social ni
respuesta institucional ante ella, y así permanecer en esa desigualdad que
tanto bien les ha hecho a algunos hombres y tantos privilegios les ha dado a
todos.
“La violencia no tiene
género” dicen, y es cierto, lo hemos comentado, repetido y escrito multitud de
veces (http://blogs.elpais.com/autopsia/2013/04/mujeres-asesinas.html), aunque
el posmachismo no le interesa mostrar cómo desde la igualdad se rechaza y
condena todo tipo de violencias. Algo muy diferente y, precisamente, lo que
quieren borrar y emborronar es que “el género sí tiene violencia”.
La construcción
cultural de lo que significa ser hombre y mujer en cada contexto social, es
decir, lo que se espera de cada hombre en cada lugar a través de su
comportamiento y actitud, y de cada mujer en esos mismos términos, aquello por
lo que los hombres son reconocidos o cuestionados como hombres y las mujeres
como mujeres, que es lo que conforma el “género”, es lo que ha atribuido una
serie de funciones a los hombres que llevan a decidir qué es lo correcto dentro
de sus relaciones de pareja y familia, y a corregirlo cuando se desvía o no se
cumple, recurriendo incluso a la violencia, es decir, a la violencia de género.
Esta construcción cultural aplicada a la sociedad es la que permite decir a las
mujeres que sufren la violencia aquello de “mi marido me pega lo normal”, a un
arzobispo lo de “cásate y se sumisa”, al Tribunal Supremo sentenciar que “si
una violación es habitual, no es violación”
(http://blogs.elpais.com/etiqueta-roja/2013/05/violacion.html) o a un grupo
musical hacer una canción y un video banalizando el femicidio
(http://blogs.elpais.com/autopsia/2014/01/los-tres-errores-a-propósito-de-hey-hey-hey-del-grupo-chileno-los-tres.html).
Y todo ello, en lugar
de dar lugar a una revolución y a la insumisión ciudadana, lo que hace es
reforzar esa normalidad construida sobre las referencias de lo que significa
ser hombre y ser mujer. Es decir, la construcción de los géneros desde la
visión androcéntrica de una cultura desigual basada en la imagen de los
hombres.
Estas circunstancias y
características son las que dan lugar la violencia que sufren las mujeres a
manos de los hombres en la sociedad y dentro de las relaciones de pareja o
familia, o sea, la violencia de género. No a otras violencias, y mucho menos la
violencia que sufren los hombres a manos de las mujeres, ni las que padecen los
niños y niñas o los ancianos a manos de hombres y mujeres. Nadie dice “mi mujer me pega lo
normal”, ni se escriben libros dirigidos a los hombres titulados “cásate y sé
sumiso”.
Al posmachismo no le
interesa nada de esto, como no lo ha interesado nunca al machismo las
violencias que sufrían menores, ancianos y hombres, puesto que respondían a un
criterio de “ordeno y mando” impuesto desde su modelo basado en una estructura
jerarquizada sobre el poder.
Nunca han propuesto
nada para acabar con las otras violencias, y tampoco con la violencia que
sufren los hombres, que es producida mayoritariamente por otros
hombres, no por las mujeres. Lo único que plantean es acabar con los
instrumentos e iniciativas que la sociedad española se ha dado para acabar con
la violencia que sufren las mujeres, especialmente con la llamada Ley Integral
contra la Violencia de Género, que recordemos fue aprobada por unanimidad en el
Parlamento, lugar donde reside la soberanía popular.
A ellos les da igual,
dicen que es inconstitucional, aunque el Tribunal Constitucional ha dicho que
es constitucional, dicen que produce el 90% de denuncias falsas, cuando la
Fiscalía General del Estado establece que representan el 0’01%, dicen que
detienen a los hombres injustamente, cuando en ninguno de sus artículos habla
de detenciones tras las denuncia… Y callan que el 80% de las mujeres que sufren
violencia por sus parejas no denuncia, y que el 80% de las mujeres asesinadas tampoco
había denunciado a pesar de que la violencia era tan grave que terminó en el
homicidio de la mujer, y que el 20% de las mujeres asesinadas, a pesar de
denunciar (algunas hasta 11 veces) no obtuvo una protección suficiente y
también fue asesinada.
¿Ustedes creen que todo
eso va contra los hombres en general, o lo hace contra los hombres violentos?
¿Ustedes creen que callar ante esta violencia, mirar para otro lado o mezclar
todas las violencias para que no ser resuelva ninguna es querer a los hombres? ¿Ustedes
creen que establecer medidas para que los hombres violentos no puedan someter,
maltratar y poder llegar a matar a las mujeres con las que conviven, y en
ocasiones a sus hijos e hijas, es odiar a los hombres?...
Yo sinceramente creo
que no. Creo que acabar con la violencia de género y con las circunstancias que
llevan a los hombres a entender que su uso está justificado es querer a los hombres y querer una sociedad
donde la convivencia se base en la paz y en el respeto, o lo que es lo mismo,
en la Igualdad.
Y todo ello es
compatible con el resto de medidas dirigidas a cada violencia, como lo es
realizar campañas contra el cáncer de pulmón y otras contra el infarto de
miocardio, sin que nadie se sienta discriminado; o como lo es realizar campañas
contra los accidentes de tráfico y otras contra la siniestralidad laboral….
Nadie se queja de esas
iniciativas, el posmachismo, es decir, la visión camuflada del machismo, sólo
se queja cuando las medidas se dirigen a las mujeres, aunque el problema les
afecte a ellas. Su visión de la posición que ocupan las mujeres no sólo refleja
que no les importan mucho como personas, sino que no las ven como parte de la
sociedad, puesto que si se resuelve un problema grave que afecta al 50% de la
sociedad, es la propia sociedad la que mejora y gana.
Pero ellos como siempre
a lo suyo, es decir, sólo a lo suyo…