domingo, marzo 26, 2017

CUANTO TIEMPO DURA EL MALTRATO?

Otra de las características del maltrato a la mujer es que este no suele terminar con el mero cese de la convivencia de la pareja,  ni con la separación/divorcio, ni con la denuncia, ni con una orden de alejamiento. Los malos tratos pueden continuar perpetrándose -de una u otra forma- a lo largo de muchos años  e incluso a lo largo de toda la vida. 
Es muy frecuente que las mujeres víctimas se pregunten una y otra vez ¿hasta cuándo? ¿Es que esto no tiene final? ¿Se cansará algún día?
Pero los malos tratos  no terminan fácilmente. Y no terminan porque no son una trayectoria ni un camino a recorrer, no un fin en sí mismos. Los malos tratos es el medio, el método que usa el agresor para imponer su criterio, su poder, su control y dominio y seguir así castigando la falta de obediencia a sus principios machistas; es la herramienta que usa para aleccionar a una mujer que él considera una cosa de su propiedad. 
Y cuando no lo puede llevar a cabo de manera directa, lo hace  a distancia a través de los hijos, familiares, amigos, compañeros de trabajo. Y si no puede hacer daño físico, será psicológico o económico o bien atentará contra su prestigio social. Pero mantener el maltrato -pese a todo- puede ser una constante. 
Y esto es así de una forma abierta o soterrada aun cuando los propios Tribunales de Justicia lo hayan condenado. El maltratador, tratará de encontrar una fisura por donde colarse en la vida de la víctima.  Y lo llevará a cabo siempre que pueda, pero además, con sorprendente naturalidad porque es algo para lo que se siente legitimado, algo que considera un derecho irrevocable.  
Su rígida estructura mental le impide ser de otra manera. “Necesita” imponerse sobre la mujer, necesita sentir que es capaz de dominarla y renovar así esa hombría que ella ha puesto en entredicho al romper la traza, el camino que él, como hombre,  había marcado. Es pues, una cuestión de honor patriarcal. 
“Tus lágrimas son mi vitamina”, decía un maltratador a su víctima. 
Como las alimañas, se nutre del poder que impone a través del miedo, de la sangre que succiona, del terror que siembra en torno a una víctima cada vez más pequeña, indefensa y frecuentemente incomprendida por una sociedad que todavía no ha aprendido todo sobre el maltrato.  Así, el dolor que genera garantiza su triunfo, su supervivencia, reafirma su poder. 
Se dice que el miedo de la víctima es proporcional al temor que sufriría el agresor por la ruptura, por la pérdida.
Todo esto se recrudece en el caso de los perversos narcisistas, donde a través del acoso el maltrato puede alcanzar cotas insospechadas y muy dañinas.

Y son estos unos hechos que, al menos para el maltratador no admiten cambios.

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