domingo, agosto 29, 2010

COMO AYUDAR A UNA MUJER QUE ESTÁ SIENDO MALTRATADA, de Mª del Mar Pérez

Puedo asegurar que si ella realmente no quisiera ayuda, ustedes no sabrían absolutamente nada de su situación. El simple hecho de que ustedes sepan algo es suficiente para saber ya que ella está pidiendo ayuda a gritos, aunque no se atreva a decirlo claramente, ni a dar el paso ella misma. Dar a conocer, o dejar que se note, lo que está pasando, es la forma en que yo misma pedía ayuda, con la esperanza de que alguien hiciera lo que yo sola no podía por mil razones (la más importante, que estaba enamorada de él). No es que buscara que otros lo denunciaran ni mucho menos, porque ni sabía lo que eran los malos tratos, ni existía la Ley que hay ahora. Lo que yo quería era que alguien que se diera cuenta de que él me estaba haciendo daño, se lo hiciera ver a él, y me defendieran, me dieran la razón, y le dijeran a él que yo no era mala ni estaba loca. La mujer que ahora les preocupa a ustedes necesita ese tipo de apoyo. Explico:

Cuando él la va engatusando para llevarla a su terreno (revisen la teoría del ciclo de la violencia, “fase de luna de miel”), le da a ella la atención y el cariño que hacen que ella crea que él la quiere, y ella se siente arropada, querida y sobre todo, segura. Al menos, al principio. En esos momentos, cualquier cosa que ustedes le digan a ella, por mucho que ella sepa que tienen razón y que en el fondo lo agradezca, no les va a hacer caso. Porque en ese momento, ella de verdad se está esforzando por creer que no es una estúpida, que de verdad están ambos enamorados, y que todo el dolor que ha sufrido es nada en comparación con esto tan bonito que está viviendo ahora. Es algo así como re-encontrar un sentido a la relación. Es decir “no soy tan tonta como para estar con uno que no me trate bien ni me humille, esto de ahora es la verdad, esto es el motivo de por qué estoy con él, así es como deberíamos estar, esto es lo que quiero, ¿ven como sí me quiere?, no me lo estropeen, porque no quiero volver a pasarlo mal, quiero conseguir que esto sea así de bonito para siempre, y lo voy a conseguir”.

Pero, como ustedes y yo sabemos, eso no es la verdad, no es lo real, es la mentira que él quiere que ella crea, para tenerla comiendo de su mano. Y en cuanto él empieza a notar que lo está consiguiendo, empieza a exigirle más. Quiere controlarla totalmente, y empieza a aprovechar que ella está sumisa, para modificarla a su manera: le quita las amistades que a él le estorban, convenciéndola de que “son los que impedirían que su historia de amor fracasara y volviera la parte mala”. Le dice cómo vestir, cómo peinarse, de qué color llevar el pelo, le dirá si quiere verla maquillada o si prefiere “su belleza natural”, etc. etc. Su objetivo, recuerden, es anular su voluntad y conseguir el control total sobre ella. Hacer de ella su muñeca, su robot, su sirvienta, su lo que él quiera. Y nunca estará satisfecho, porque si él pudiera, no la dejaría respirar sin su permiso. Siempre quiere más, y más y más. Y llegará un momento en que le molestará algo que no consigue cambiar o controlar como él quiere, y explotará.

En cualquiera de estas dos fases (tensión y explosión), es cuando ustedes pueden y deben dirigirse a ella. Preferiblemente en la primera, para evitar que llegue la explosión, que es muy peligrosa siempre.

La forma en que ustedes se dirijan a ella, será lo que consiga que ella salga de donde está, uniéndose a ustedes, o por el contrario, se sienta acusada, y busque refugio junto a él, porque, aunque parezca paradójico, es una forma de pensar que si se une a él, él no la atacará, sino que la defenderá de ustedes. Es algo complejo. Por una parte, es una forma de negarse una realidad dolorosa (no, no es verdad, él sí me quiere mucho), y por otra parte, es miedo (no, si me uno a ustedes a saber de qué sería capaz él, me va a odiar, y yo no quiero que me odie, sino que me vuelva a querer mucho, como cuando estábamos bien). Y luego, está la parte de lo que él le haya dicho para prepararle la cabecita, para cuando ustedes empezaran a querer “robársela”: que no quieren que sea feliz, que la tratan como a una niña, que no la dejan vivir su amor, que son unos envidiosos, que les tienen manía a ellos dos, que la odian, etc. etc.

Por lo tanto: no le digan a ella lo que debe hacer hasta que ella pregunte. Pero sí aprovechen, cada vez que ella les cuente algo, para preguntarle “¿cómo te sientes?”. Escúchenla. Díganle que la comprenden, pero que sea ella la que hable. Dénle la razón, no la juzguen, no le digan que ella se lo ha buscado, que ustedes la advirtieron, que ella es la que debe pararlo y ponerse en su sitio… No la hagan sentirse culpable, pero tampoco le digan nada malo de él, sino hagan que ella misma lo diga.

Recuérdenle qué le gustaba antes de conocerlo a él. Refuércenle su auténtico “yo”: sus gustos, sus aficiones, sus amistades. No lo que hace ahora, sino antes de conocerlo a él. Un cd de la música que le gustaba, por ejemplo. Díganle cosas bonitas. Es importante que no caiga en la trampa de creer que el único que la quiere y que se preocupa por ella y le gusta cómo es, es él. Ésa es la batalla, la guerra. Tiene que darse cuenta de que ustedes sí la quieren a ella, sin pretender cambiarla, porque les gusta cómo es en realidad. Refuércenle eso mucho. Y no la dejen sola. Presiónenlo a él, no a ella.

Y eso sí, pongan sobre aviso a los servicios sociales, a la policía si un día llega más tarde de lo habitual, etc. Vayan sentando precedentes (papeles, denuncias, etc) aunque ella no lo sepa. Es una forma muy importante de protegerla.

No, ella no se va a separar de ustedes, ya lo verán. Le pueden estar salvando la vida, recuérdenlo siempre.

El tema de la denuncia puede esperar, si es ella la que va a denunciar. Pero si va a denunciar otra persona, no tiene que haber más espera. Lo que hace falta es que ella se dé cuenta realmente del peligro que corre, y de que ese chico le está haciendo daño, que la está destruyendo, y que no es “sin querer”.



sábado, agosto 21, 2010

MITOS SOBRE VIOLENCIA MACHISTA, J.A. Burriel

En la última de las encuestas realizadas por la Delegación Especial del Gobierno contra la violencia de género aparecen presentes explicaciones que los ciudadanos dan en torno a la violencia de género, a las agresiones de los maltratadores hacia sus parejas. Así, un tanto por ciento elevado de los encuestados atribuye a las drogas, al alcohol y a los problemas psicológicos la agresión a las mujeres. Una experta en el tema de violencia de género ha manifestado su sorpresa ante la pervivencia de tales explicaciones.
Vayamos por partes. Tales explicaciones son conocidas como “mitos entorno a la violencia machista”. Unas explicaciones que pretenden explicar –cuando no justificar- la violencia machista. Si el hombre pega es porque es alcohólico, drogadicto o enfermo mental, no lo hace como manifestación e instrumento de dominación a la mujer, sino por enfermedad o adicción. Se obvia, por consiguiente, la causa y raíz de la violencia de genero: el machismo, el pensamiento que considera superior al hombre sobre la mujer, y la supeditación de esta al varón.
Resultado de esta pervivencia de los mitos, pervivencia alentada por los grupos machistas que se resisten a la igualdad: no hay que erradicar el pensamiento patriarcal-machista, tal pensamiento no es sino una invención de la mujer para “descabalgarlos” del poder “conquistado a lo largo de la historia”. Y añaden: no todos los hombres son alcohólicos, drogadictos o enfermos mentales, luego no existe una causa y raíz ideológica.
Y que nadie viva en las nubes, sino con los pies bien asentados en el suelo: el pensamiento machista pervive en la educación, en las conductas, en la sociedad. Y por parte de muchos grupos –perfectamente organizados- no hay interés alguno en erradicar ese pensamiento machista. Mientras pervivan “los mitos”, mejor que mejor; claro que para ellos, no para las mujeres, ni para la sociedad. Por cierto, que esos mismos “grupos” son los que lanzan el bulo, rumor o mentira de las denuncias falsas: la mujer es perversa y pretende, mediante el insidioso y maledicente ejercicio de la Ley, perjudicar al hombre. Y esos mismos grupos van un poco más lejos: deroguemos la Ley Integral como injusta para los hombres y dañina para la sociedad.
O nos tomamos en serio la educación en la igualdad, o habremos perdido la batalla. Pero no con “empastes” o “tiritas”, sino seriamente con rigor y a fondo.

José Antonio Burriel

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