domingo, febrero 15, 2009

EL POSMACHISMO YA ESTA AQUI, POR MIGUEL LORENTE ACOSTA

EL POSMACHISMO YA ESTA AQUI
Una entrevista de ÁLVARO COLOMER

Los hombres de hoy en día no son tan distintos a los de antaño. Quizá parezca que defienden la igualdad de géneros, pero en lo más profundo de sus mentes continúan elaborando estrategias que les permitan perpetuar la dominación sobre las mujeres. Así pues, consciente de que los tiempos modernos requieren técnicas igualmente modernas, el género masculino, acaso de un modo inconsciente, ha urdido nuevas tramas para defender su posición de poder, la mayoría de los cuales se basan en los supuestos problemas que el acceso de la mujer a todas las categorías sociales ha traído al seno familiar. El médico forense Miguel Lorente Acosta analiza en 'Los nuevos hombres nuevos. Los miedos de siempre en tiempos de igualdad' (Destino) -un libro escrito antes de que fuera nombrado Delegado del Gobierno para la Violencia de Género- las renovadas estrategias de opresión masculina en la, así llamada, 'era posmachista'.
¿Podría explicarnos qué es el posmachismo?

El posmachismo es la estrategia o actitud adoptada por los hombres actuales para perpetuar una trayectoria histórica común a todos ellos: cambiar para seguir igual. Los hombres se han adaptado a la parte más superficial del discurso feminista, pero a su vez lo han reelaborado para mantener intacta su posición social. Ellos han cambiado, pero todo continúa igual. El posmachista adopta una imagen sintómica con la igualdad, marcando incluso distancias respecto al modelo de convivencia patriarcal, pero denuncia hechos puntuales que les permiten lanzar una crítica que asegure su posición de dominancia. En otras palabras: el posmachismo no parte de una teoría alternativa para la nueva situación de igualdad, sino que simplemente cuestiona todo lo que ataca la posición tradicional del hombre. Y el desgaste que esta estrategia genera es suficiente como para perpetuar la situación de control sobre las mujeres. El hombre de hoy usa los elementos de lo posmoderno, como pueda ser la fragmentación del discurso, para mantenerse en el poder. Ejemplos: critica que algunas mujeres ponen denuncias falsas contra sus parejas, critica que las madres estén generando en algunos casos un Síndrome de Alienación Parental en los hijos, critica que haya que luchar excesivamente para conseguir la custodia compartida, critica que las mujeres ya han alcanzado la igualdad y que ahora sólo quieren obtener beneficios extras... Por tanto, el posmachismo no critica el discurso de la igualdad en sí, sino que cuestiona un montón de asuntos puntuales para deteriorar poco a poco ese mismo discurso.

Su libro es una denuncia respecto a la estrategia de muchos hombres que fingen adaptarse a los tiempos modernos para asegurar el continuismo histórico. ¿Es usted pesimista respecto al avance de los hombres en la comprensión de los beneficios de la igualdad?

Yo soy optimista por naturaleza y el libro trata de explicar esta situación desde una posición esperanzadora. Sin embargo, cuando me di cuenta de que muchos padres usaban el Síndrome de Alienación Parental como argumento base de sus acusaciones y cuando también reparé en que se gritaba a los cuatro vientos que las mujeres ponían denuncias falsas, comprendí que ahí había algo más, que esos argumentos puntuales estaban dentro de una estrategia mayor. De alguna forma, mi libro trata de explicar que hay que detectar el problema del posmachismo antes de que sea tarde y se convierta en una posición sólida.

Además, usted denuncia la paradoja del hombre que trata de adaptarse a los tiempos modernos defendiendo la nueva situación de la mujer y que, sin embargo, la culpa de los problemas que la igualdad de género conlleva. Pero, ¿no cree que muchos hombres viven esta contradicción entre el modo en que querrían pensar y el modo en que realmente piensan como un problema interno que incluso les puede doler?
Este punto es muy importante, porque le ocurre a muchos hombres. Pero no se puede olvidar que toda contradicción siempre hace que triunfe la parte más tradicional del pensamiento. En pocas palabras: ante un dilema, siempre gana la postura más continuista, la menos arriesgada. Por eso podemos afirmar que el posmachismo no es una ideología, sino una contracción que vive en el corazón de todos los hombres y que le obliga a lanzar una mirada fragmentaria sobre la realidad. Y debemos decirles que no deben mirar las cosas de un modo fragmentario, porque la vida siempre es un todo. Los hombres deben plantearse dos preguntas básicas: una, ¿por qué me da miedo la igualdad?, y dos, ¿por qué no hago una crítica a la desigualdad que ha habido desde la noche de los tiempos? El triunfo está en responder honestamente a ambas preguntas.
En su libro usted habla de las nuevas 'estrategias de ataque' del hombre contemporáneo. ¿Podría resumirnos las principales?
La principal estrategia está en usar argumentos científicos para defender los errores de la sociedad igualitaria. El Síndrome de Alienación Parental es un claro ejemplo, porque se trata de algo real, objetivo, científico. No es algo etéreo, sino clínico. Así que los hombres lo usan para atacar a las mujeres. Pero también está la estrategia de la 'neutralidad', según la cual ellos dicen que no reclaman ciertas cosas por el hecho de ser hombres, sino por el hecho de ser padres, cuando en verdad la mayoría de estas críticas esconden un elemento machista evidente. La última estrategia es la del 'bien común', según la cual ellos no reclaman cosas para ellos mismos, sino para beneficio de la sociedad o los hijos.
El Observatorio de la Violencia ha manifestado en varias ocasiones que los adolescentes españoles son muy machistas, tanto ellas como ellos. ¿No está calando el mensaje de la igualdad?
Los niños de hoy en día son magníficos en asuntos de ecología, reciclaje, etcétera. Pero el tema de la cultura patriarcal no ha cambiado demasiado. Por eso el machismo es tan fuerte. Se creía que la sociedad superaría la mentalidad falocéntrica con el paso del tiempo, pero se ha comprobado que no es cierto. El machismo se perpetúa con una facilidad brutal. En nuestra cultura el universo de lo doméstico continúa regido por patrones tradicionales. La mujer ha salido a la calle y ha triunfado en el trabajo, pero en el hogar continúa asumiendo un rol tradicional, mientras que el hombre sigue mostrándose en casa como un ser distante, frío y autoritario. Y los hijos repiten el patrón porque ven que la actitud del padre provoca más beneficios que la de la madre. Por ejemplo: una importante revista científica publicó un estudio donde se demostraba sin ningún género de dudas que los hombres que asumían comportamientos machistas tenían más éxito social y laboral que los que se adaptaban a los nuevos tiempos. Los chavales perciben eso y, claro, quieren tener ese tipo de éxito. Un tipo de éxito que, por cierto, implica tener una mujer a tu lado que te ayude en todo y que te acompañe a los actos sociales, pero que no intervenga demasiado en la vida laboral. Tenemos mucho trabajo en este terreno.
El posmachismo nació al amparo de la posmodernidad, pero, si ésta buscaba criticar el pasado, aquel pretende hacer lo propio con el futuro, es decir, que trata de alertar sobre los supuestos problemas que conllevará la emancipación absoluta de la mujer. ¿Cómo cree que el español medio ve el futuro?
Hoy todo el mundo acepta que la igualdad es positivamente irremediable. La diferencia está en que unos creen que todavía hay mucho trabajo que hacer y otros que el tren ya está encarrilado y que sólo hay que esperar un poco para que todo sea absolutamente igualitario. Pero en ambos casos domina la idea de que la igualdad total llegará.
A lo largo de la historia pueden detectarse momentos en los que ha habido un avance en la lucha por la igualdad, pero a última hora siempre se ha producido un retroceso. Da la sensación de que todo es un proceso cíclico y de que mañana podríamos volver a la época del machismo más duro. ¿Qué hace pensar que el intento contemporáneo por conseguir la igualdad puede ser definitivo?
El proceso cíclico del que hablas se da porque los hombres dominan la historia. Por eso se perpetúa un modelo falocéntrico, porque la referencia cultural siempre es machista. Históricamente se detectan épocas en las que las mujeres eran más libres y básicamente se debía a que el hombre las tenía tan atadas que podía permitirse el lujo de aflojar un poco el nudo. Pero, cuando la cosa se desmadraba demasiado, volvían a apretarlo. Eso ha pasado cíclicamente durante toda la Historia de la Humanidad. Pero la época que estamos viviendo parece distinta por un único motivo: la crítica a la identidad. Antes los hombres hacían concesiones a las mujeres, pero ahora se está haciendo una crítica profunda al modelo de referencia sobre el que queremos construir la historia futura. Esa es la diferencia. Y eso es también lo que hace que pensemos que esta vez la cosa va en serio.
Miguel Lorente Acosta

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