domingo, julio 05, 2009

LAS AGRESIONES SEXUALES por María Ferraz

Bajo el término violencia sexual se pueden agrupar toda una serie de prácticas que tienen en común el uso premeditado del sexo como arma para demostrar poder sobre otro ser humano (habitualmente mujeres y niñas/os) y para infligirle dolor y humillación. Entre ellas nos encontramos con la violación (cometida por conocidos, extraños, pareja), incesto, abuso de menores, pornografía, acoso sexual, explotación y comercio sexual,... La violencia sexual es una de las prácticas más habituales de la violencia de género y de las menos denunciadas a nivel mundial.

Fernando Barragán (2001) cita un texto de la Unión Europea que dice: "La violencia sexual contra las mujeres, chicas y chicos no es la expresión agresiva de la sexualidad sino la expresión sexual de la agresión, hostilidad y poder con una base en las condiciones del patriarcado" (European Workshop: Prevention of Sexual Violence against girls and boys).

La violencia sexual es un fenómeno relacionado con el género: su naturaleza y alcance refleja las disparidades sociales, culturales y económicas preexistentes entre hombres y mujeres. Y si bien es un fenómeno universal, determinados contextos como los conflictos armados aún son más favorecedores de esta violencia.

Nuestro Código Penal define la agresión sexual como atentar contra la libertad sexual de otra persona con violencia o intimidación. Por tanto, puede considerarse que abarca una serie de actos que van desde cualquier tipo de contacto sexual no deseado al intento de violación y violación en sí. Esta última supondría el acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o la introducción de objetos por alguna de las dos primeras vías. Pero el Código Penal hace una distinción entre agresiones y abusos, en función de la violencia o intimidación que se ejerza. Es decir, las agresiones sexuales han de llevarse a cabo con violencia e intimidación, mientras que los abusos sexuales se producen sin violencia o intimidación, pero sin consentimiento.

Por libertad sexual entendemos la libre disposición de la persona de disfrutar de sus potencialidades sexuales y el derecho que le asiste a no verse involucrada sin su consentimiento en un acto de contenido sexual. En una relación sexual vale todo si la pareja o las personas implicadas lo aceptan libremente y sin condicionamientos, y no vale nada si una parte lo rechaza. Mientras no se asuma que la mujer tiene derecho a decidir y decir lo que quiere, hasta dónde quiere y cómo lo quiere, sin que la otra parte adopte posturas coactivas, no habremos avanzado en el logro de la libertad sexual.

2.1 Derrocando mitos sobre agresiones sexuales
Existen una serie de mitos o estereotipos culturales que los violadores y la gente de la calle asume para justificar las agresiones sexuales:

Mito nº 1: La mujer es la seductora perversa. Ella provoca la agresión. La psiquiatría y la criminología han ofrecido justificaciones para la violación al dar la imagen de una mujer víctima de su propia seducción. Se la culpa de atraer al hombre inocente y confiado a la relación y provocarle.
Mito nº 2: Las mujeres dicen no cuando quieren decir sí. Los violadores describen frecuentemente a sus víctimas diciendo que inicialmente se resistían, pero se defienden alegando que creían que ellas en el fondo lo aprobaban. Creen que las mujeres no son capaces de manifestar sus deseos sexuales y por ello tienen que forzarlas. Aquí también entra en juego el elemento de la resistencia. Hay quien considera que si la víctima no aparece con señales claras de haber opuesto resistencia no se puede hablar de violación. En el fondo, se sigue pensando que la violación es simplemente una situación en la que la mujer cambia de idea.
Mito nº 3: A las mujeres en el fondo les gusta, se relajan y disfrutan. Algunos violadores están tan convencidos de sus habilidades sexuales que arguyen que la víctima deseaba el acto y lo disfrutaba. Otros piensan que las mujeres se pueden sentir sucias, humilladas y disgustadas, en el fondo, pensamientos más coherentes con su deseo de degradar a las mujeres.
Mito nº 4: Las buenas chicas no son violadas. La reputación de la víctima, sus características o un comportamiento no acorde con las expectativas normativas de los roles sexuales, se considera que contribuye a causar el delito. Existe una tendencia generalizada a juzgar la conducta de la mujer agredida más que la del agresor. La violación de prostitutas, divorciadas, madres solteras, autoestopistas, mujeres con relaciones promiscuas,... sería legítima para algunos. Si para colmo, la víctima llevaba una falda muy corta, trabaja de noche o vive en un lugar alejado, nos lleva a la conclusión de que si la violan se lo merece. Planteamientos que, evidentemente, refuerzan los estereotipos sexistas. La realidad es que la víctima de una violación puede ser cualquiera; la edad fluctúa desde meses hasta más de 90 años; la etnia, el vestido, la condición social,... es indiferente.
Mito nº 5: Cometer una violación no es un delito. La mayor parte de los condenados por violación no admiten haber cometido un delito, tan solo una falta leve, por lo que consideran desproporcionadas las penas que se les aplican. Intentan justificar su comportamiento por el abuso del alcohol y drogas o problemas emocionales. Evidentemente, cuando el sexo es visto como un derecho masculino, la violación no se concibe como delito.
Mito nº 6: Es imposible violar a una mujer en contra de su voluntad. En el delito de violación parece que socialmente se le exige a la mujer un "certificado de haberse defendido", cosa que no se pide en otros delitos. En una situación en la que está en juego la vida de una mujer (en ocasiones se usan armas) debería aconsejarse no oponer resistencia, sin que esto signifique dar el consentimiento. La relación de sometimiento corporal generada en una violación implica una derrota previa de la mujer, obtenida de antemano por las relaciones desiguales entre los géneros y por la ideología machista de la superfuerza masculina. Es por ello que en muchas ocasiones, las mujeres ni siquiera aciertan a suplicar clemencia. Este estado no sólo lo logra el violador con su fuerza, lo logra la sociedad con su cultura de predominio y privilegios masculinos y supuesta debilidad femenina. La socialización de las mujeres en habilidades de cuidado y afecto hacia los demás más que para ellas mismas, hace más difícil, por ejemplo, que intente arañar los ojos del hombre con las uñas (como aconsejan expertas/os en defensa personal). Aquellas mujeres que se rebelan contra esos mecanismos, suelen defenderse y contestar la agresión, pero si se ha sido socializada como "señora respetable que no da espectáculos en público", difícilmente va a poder gritar porque no es un comportamiento "propio" de una mujer.
Mito nº 7: Las agresiones sexuales sólo ocurren en lugares peligrosos y oscuros y normalmente de noche. Si la mujer no sale de su casa está segura. Algunos estudios (Russell, 1980) hablan de que el 85% de las agresiones sexuales ocurren en lugares conocidos o en la propia casa de la víctima.
Mito nº 8: Los agresores son desconocidos, si las mujeres evitan contactos con gente no conocida no podrán ser violadas. Numerosas investigaciones demuestran que el agresor sexual más común es la pareja habitual de la víctima, seguido de familiares o conocidos (amigos, compañeros de trabajo o estudios). Esto puede suponer alrededor de un 75%, frente a un 25% de desconocidos.
Mito nº 9: Los agresores presentan trastornos mentales. Se calcula que no llega a un 10% el porcentaje de casos de agresores diagnosticados con patologías psiquiátricas. El resto, más del 90%, son personas supuestamente "normales".
Mito nº 10: Las mujeres mienten frecuentemente al denunciar violaciones. Las denuncias falsas por violación presentan exactamente el mismo porcentaje que las denuncias falsas por otro tipo de delitos: alrededor de un 2% (Fuentes Policiales). Es decir, que si bien es cierto que algunas mujeres denuncias falsamente supuestas violaciones, el magnificar estos hechos en los medios de comunicación (algo muy común últimamente) supone restar crédito al testimonio del 98% de mujeres que sí denuncian hechos reales.


María Ferraz

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