jueves, julio 30, 2009

LA INDEFENSION APRENDIDA

LA INDEFENSIÓN APRENDIDA

El síndrome de la indefensión aprendida o adquirida, denominada también síndrome de desesperanza inducida, es una condición psicológica en la que una persona aprende a creer que está indefensa, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga por mejorar la situación es totalmente inútil. Como resultado de un proceso continuado sistemático de violencia, la víctima permanece pasiva frente a una situación dolorosa o dañina, incluso cuando dispone de la posibilidad de cambiar tales circunstancias. A pesar de esto, son muchas las víctimas de maltrato condenadas a oír, cómo se les cuestiona por el hecho de creer y seguir a sus propios agresores. 

Desconocer la complejidad en el tema, muchas veces nos impide comprender qué ocurre en la mente de las mujeres sometidas  a una violencia recurrente. Los expertos refieren este síndrome como una “adaptación psicológica”, una salida posible que encontraron las víctimas para procesar tanto dolor: Cuando se ha sufrido violencia - en todas sus manifestaciones - ciertas situaciones se presentan como “sin salida” y antes de intentar cualquier acción para revertirla, se asumen como tal, en el pleno convencimiento de que nada ya puede hacerse para mejorar dicha realidad y que no hay otra salida que la adaptación…
El más perfecto estado de la indefensión o adaptación es aquel que –cargado de desesperanza- conlleva la renuncia al intento mismo del cambio.

viernes, julio 24, 2009

MUJER Y VIOLENCIA

No existe un perfil si tenemos en cuenta que cualquiera puede verse en esta situación. Lo que sí se ha observado es que las mujeres que pasan por ello cuentan con unas características, bastante parecidas.
Hay mujeres con una mayor tendencia a caer en las redes de una relación violenta o dominadora y que en sucesivas relaciones “suelen dar” con hombres que las vuelven a maltratar.
La mujer que se encuentra bajo la tiranía de un hombre violento, se percibe sin posibilidad de salir de la relación, piensa que su marido es casi un “Dios todopoderoso”, perciben el mundo como hostil y cree que no va a poder valerse por sí misma.
El abuso emocional hace que se vea como inútil, tonta, loca, fea, sosa, gorda... duda constantemente de sus ideas y percepciones.
La mujer oculta lo que la pasa, y si el maltrato es únicamente psicológico, es difícil que se de cuenta de lo que la está pasando. En su casa es sumisa, pero tiene explosiones esporádicas. A veces puede llegar a tener reacciones muy exageradas ante cosas nimias.
El maltrato, al no ser continuo, sino intermitente, de castigo y refuerzo, crea una dependencia muy fuerte en la mujer.
En general, aunque siempre hay matices y podemos encontrar varias tipologías, incluso mezcladas, podríamos decir que hay dos tipos muy sintomáticos de mujeres:

1ª Las que han sido educadas con más responsabilidades de las adecuadas a su edad. Son mujeres que se vuelcan en los demás. Son felices dando y nunca dan bastante, si algo falla en la relación, entonces es porque no han dado bastante y dan más. Tienen un fuerte sentido del deber y de la responsabilidad y consideran que la felicidad de los otros está siempre por encima de la suya. Si en algo creen haber fallado se culpabilizan a sí mismas hasta el sufrimiento.
¿Con qué tipo de hombre se emparejará más habitualmente?
Con un hombre de apariencia débil, desdichado, que necesite ayuda... Ella será entonces la mujer de su vida, la que le va a salvar de su desdicha. La relación girará en torno a las necesidades de él. Ella abandonará todo por él. Una vez sometida comenzará la espiral de violencia. Esta violencia que surge creará sentimientos de culpa en la mujer que pensará que ella no le satisface en sus necesidades. Ella pensará que la maltrata porque se siente mal, no porque sea malo.

2ª Las mujeres que han sido excesivamente protegidas durante su infancia. No se las ha enseñado a ser independientes, por tanto buscan un hombre que las proteja. Un hombre protector y fuerte que tome decisiones por ellas.
¿Con quien se emparejará de una manera más habitual?:
Con un hombre protector, posesivo, celoso, un hombre que afirmará cosas como que sus amigos no la convienen porque la explotan, que su familia nunca la ha querido, que él si que la ama como nadie. La mujer se sentirá protegida entonces por este hombre que va a salvar su vida.

domingo, julio 05, 2009

LAS AGRESIONES SEXUALES por María Ferraz

Bajo el término violencia sexual se pueden agrupar toda una serie de prácticas que tienen en común el uso premeditado del sexo como arma para demostrar poder sobre otro ser humano (habitualmente mujeres y niñas/os) y para infligirle dolor y humillación. Entre ellas nos encontramos con la violación (cometida por conocidos, extraños, pareja), incesto, abuso de menores, pornografía, acoso sexual, explotación y comercio sexual,... La violencia sexual es una de las prácticas más habituales de la violencia de género y de las menos denunciadas a nivel mundial.

Fernando Barragán (2001) cita un texto de la Unión Europea que dice: "La violencia sexual contra las mujeres, chicas y chicos no es la expresión agresiva de la sexualidad sino la expresión sexual de la agresión, hostilidad y poder con una base en las condiciones del patriarcado" (European Workshop: Prevention of Sexual Violence against girls and boys).

La violencia sexual es un fenómeno relacionado con el género: su naturaleza y alcance refleja las disparidades sociales, culturales y económicas preexistentes entre hombres y mujeres. Y si bien es un fenómeno universal, determinados contextos como los conflictos armados aún son más favorecedores de esta violencia.

Nuestro Código Penal define la agresión sexual como atentar contra la libertad sexual de otra persona con violencia o intimidación. Por tanto, puede considerarse que abarca una serie de actos que van desde cualquier tipo de contacto sexual no deseado al intento de violación y violación en sí. Esta última supondría el acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o la introducción de objetos por alguna de las dos primeras vías. Pero el Código Penal hace una distinción entre agresiones y abusos, en función de la violencia o intimidación que se ejerza. Es decir, las agresiones sexuales han de llevarse a cabo con violencia e intimidación, mientras que los abusos sexuales se producen sin violencia o intimidación, pero sin consentimiento.

Por libertad sexual entendemos la libre disposición de la persona de disfrutar de sus potencialidades sexuales y el derecho que le asiste a no verse involucrada sin su consentimiento en un acto de contenido sexual. En una relación sexual vale todo si la pareja o las personas implicadas lo aceptan libremente y sin condicionamientos, y no vale nada si una parte lo rechaza. Mientras no se asuma que la mujer tiene derecho a decidir y decir lo que quiere, hasta dónde quiere y cómo lo quiere, sin que la otra parte adopte posturas coactivas, no habremos avanzado en el logro de la libertad sexual.

2.1 Derrocando mitos sobre agresiones sexuales
Existen una serie de mitos o estereotipos culturales que los violadores y la gente de la calle asume para justificar las agresiones sexuales:

Mito nº 1: La mujer es la seductora perversa. Ella provoca la agresión. La psiquiatría y la criminología han ofrecido justificaciones para la violación al dar la imagen de una mujer víctima de su propia seducción. Se la culpa de atraer al hombre inocente y confiado a la relación y provocarle.
Mito nº 2: Las mujeres dicen no cuando quieren decir sí. Los violadores describen frecuentemente a sus víctimas diciendo que inicialmente se resistían, pero se defienden alegando que creían que ellas en el fondo lo aprobaban. Creen que las mujeres no son capaces de manifestar sus deseos sexuales y por ello tienen que forzarlas. Aquí también entra en juego el elemento de la resistencia. Hay quien considera que si la víctima no aparece con señales claras de haber opuesto resistencia no se puede hablar de violación. En el fondo, se sigue pensando que la violación es simplemente una situación en la que la mujer cambia de idea.
Mito nº 3: A las mujeres en el fondo les gusta, se relajan y disfrutan. Algunos violadores están tan convencidos de sus habilidades sexuales que arguyen que la víctima deseaba el acto y lo disfrutaba. Otros piensan que las mujeres se pueden sentir sucias, humilladas y disgustadas, en el fondo, pensamientos más coherentes con su deseo de degradar a las mujeres.
Mito nº 4: Las buenas chicas no son violadas. La reputación de la víctima, sus características o un comportamiento no acorde con las expectativas normativas de los roles sexuales, se considera que contribuye a causar el delito. Existe una tendencia generalizada a juzgar la conducta de la mujer agredida más que la del agresor. La violación de prostitutas, divorciadas, madres solteras, autoestopistas, mujeres con relaciones promiscuas,... sería legítima para algunos. Si para colmo, la víctima llevaba una falda muy corta, trabaja de noche o vive en un lugar alejado, nos lleva a la conclusión de que si la violan se lo merece. Planteamientos que, evidentemente, refuerzan los estereotipos sexistas. La realidad es que la víctima de una violación puede ser cualquiera; la edad fluctúa desde meses hasta más de 90 años; la etnia, el vestido, la condición social,... es indiferente.
Mito nº 5: Cometer una violación no es un delito. La mayor parte de los condenados por violación no admiten haber cometido un delito, tan solo una falta leve, por lo que consideran desproporcionadas las penas que se les aplican. Intentan justificar su comportamiento por el abuso del alcohol y drogas o problemas emocionales. Evidentemente, cuando el sexo es visto como un derecho masculino, la violación no se concibe como delito.
Mito nº 6: Es imposible violar a una mujer en contra de su voluntad. En el delito de violación parece que socialmente se le exige a la mujer un "certificado de haberse defendido", cosa que no se pide en otros delitos. En una situación en la que está en juego la vida de una mujer (en ocasiones se usan armas) debería aconsejarse no oponer resistencia, sin que esto signifique dar el consentimiento. La relación de sometimiento corporal generada en una violación implica una derrota previa de la mujer, obtenida de antemano por las relaciones desiguales entre los géneros y por la ideología machista de la superfuerza masculina. Es por ello que en muchas ocasiones, las mujeres ni siquiera aciertan a suplicar clemencia. Este estado no sólo lo logra el violador con su fuerza, lo logra la sociedad con su cultura de predominio y privilegios masculinos y supuesta debilidad femenina. La socialización de las mujeres en habilidades de cuidado y afecto hacia los demás más que para ellas mismas, hace más difícil, por ejemplo, que intente arañar los ojos del hombre con las uñas (como aconsejan expertas/os en defensa personal). Aquellas mujeres que se rebelan contra esos mecanismos, suelen defenderse y contestar la agresión, pero si se ha sido socializada como "señora respetable que no da espectáculos en público", difícilmente va a poder gritar porque no es un comportamiento "propio" de una mujer.
Mito nº 7: Las agresiones sexuales sólo ocurren en lugares peligrosos y oscuros y normalmente de noche. Si la mujer no sale de su casa está segura. Algunos estudios (Russell, 1980) hablan de que el 85% de las agresiones sexuales ocurren en lugares conocidos o en la propia casa de la víctima.
Mito nº 8: Los agresores son desconocidos, si las mujeres evitan contactos con gente no conocida no podrán ser violadas. Numerosas investigaciones demuestran que el agresor sexual más común es la pareja habitual de la víctima, seguido de familiares o conocidos (amigos, compañeros de trabajo o estudios). Esto puede suponer alrededor de un 75%, frente a un 25% de desconocidos.
Mito nº 9: Los agresores presentan trastornos mentales. Se calcula que no llega a un 10% el porcentaje de casos de agresores diagnosticados con patologías psiquiátricas. El resto, más del 90%, son personas supuestamente "normales".
Mito nº 10: Las mujeres mienten frecuentemente al denunciar violaciones. Las denuncias falsas por violación presentan exactamente el mismo porcentaje que las denuncias falsas por otro tipo de delitos: alrededor de un 2% (Fuentes Policiales). Es decir, que si bien es cierto que algunas mujeres denuncias falsamente supuestas violaciones, el magnificar estos hechos en los medios de comunicación (algo muy común últimamente) supone restar crédito al testimonio del 98% de mujeres que sí denuncian hechos reales.


María Ferraz

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